El fin de semana pasado fuimos testigos de la 88 entrega de los premios Oscar, en donde se dan cita los mejores actores, directores, fotógrafos, diseñadores, maquillistas y todos aquellos que forman parte del impresionante mundo del cine. Sin duda que para la mayoría de los mexicanos resultó gratificante el escuchar los nombres de los mexicanos Alejandro González Iñarritu y Emmanuel Lubezki premiados como mejor director y fotógrafo respectivamente por la película The Revenant.
Fue también significativa la mención del Papa Francisco en este escenario. La cinta premiada como mejor película fue Spotlight, del director Tomas McCarthy, quien al recibir el premio dijo: «Esta película dio voz a los supervivientes. Y este Oscar amplifica esa voz, la cual esperamos se convierta en un coro que resuene y llegue hasta el Vaticano. Papa Francisco es hora de proteger a los niños y restablecer la fe». Es sin lugar a dudas un llamado valiente y sincero. Dicha cinta es la puesta en escena de un trabajo periodístico excelente en torno al problema de la pederastia entre algunos miembros del clero de la Diócesis de Boston en Estados Unidos. Dicho trabajo fue publicado en 2002 y significó un paso muy importante en el complejo proceso de sanear y revertir el problema.
La cuestión de la pederastia en la Iglesia es una piedra de escándalo que no nos hemos podido sacudir y aunque hay que evitar siempre generalizar o simplemente condenar, bastaría un solo caso para alzar la voz y reprobarlo. No basta decir que el problema existe y quizá en mayor número en escuelas, instituciones públicas o en la misma familia. Un sacerdote está llamado a proteger, guiar y mostrar el amor de Dios, y nada más terriblemente opuesto a esto que el abuso sexual contra menores.
Sin embargo sí me parece oportuno intentar plantear el problema más allá de la película Spotligth para evitar sacar del filme conclusiones exageradas o equivocadas. Es cierto que a la jerarquía católica le ha constado reconocer y afrontar el problema de la pederastia, pero ha habido pasos muy firmes en orden a corregir y prevenir. Desde 1993 el Papa Juan Pablo II habló abiertamente del tema en Estados Unidos, exhortó a los obispos a poner solución a los casos conocidos: «No hay sitio en el sacerdocio para quienes hacen daño a los jóvenes», les decía entonces; en el 2002 reunió en el Vaticano a los cardenales americanos para que le informaran sobre el problema, de estas reuniones surgió un conjunto de normas para prevenir y corregir los abusos sexuales contra adolescentes y niños. El gran impulsor de estas leyes fue el entonces cardenal Ratzinger, quien después como Benedicto XVI siguió dando pasos firmes en contra del problema: dando normas, creando protocolos de denuncia, emitiendo documentos para los seminarios en orden a la prevención, etc.
Tal vez la intervención más significativa para nosotros, más no la única, fue el destituir al polémico superior de los legionarios de Cristo e iniciar un proceso de renovación de la congregación, proceso arduo y complicado que sigue hasta nuestros días.
Todos los trabajos iniciados por Benedicto XVI han sido fielmente continuados ahora por el Papa Francisco, quien en 2014 crea la Pontifica Comisión para la tutela de los menores, presidida por el actual arzobispo de Boston el cardenal Sean O´Malley, quien es uno de los más cercanos colaboradores de Francisco. O´Malley ha hablado abiertamente del problema y lo ha afrontado con firmeza. Él, a propósito del premio a la cinta Spotlight aseguró que en nuestros días el periodismo es esencial en nuestra forma de vida y que tiene mucho que aportar en la búsqueda de una sociedad mejor.
No hay que cerrar los ojos ante un problema como la pederastia. Nadie, nunca, bajo ninguna circunstancia debiera abusar de un inocente y traicionar su confianza, pero sí hay que evitar generalizar y focalizar el problema en la Iglesia católica como si fuera exclusivo de ella, hay que evitar condenar a la inmensa mayoría de sacerdotes buenos y entregados a causa de algunos que han equivocado su camino, muchos de los cuales ya ha recibido las penas por sus pecados y delitos. La Iglesia se ha ocupado del problema de manera seria, quizá mucho más que otras organizaciones o gobiernos, que sólo han ocultado estas lamentables situaciones. El Papa está protegiendo a los niños, como pedía el director McCarthy, pero, ¿qué está haciendo la ONU? ¿Qué están haciendo los legisladores de nuestro País? ¿Qué están haciendo los gobernadores? ¿Qué está haciendo la familia? ¿Qué está haciendo la sociedad? ■
