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viernes, 17 mayo, 2024
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Mi pesadilla sobre la UAZ

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Por: ÁLVARO GARCÍA HERNÁNDEZ •

Tuve una pesadilla: de pronto nuestro estado se quedaba sin la Universidad Autónoma de Zacatecas Francisco García Salinas, en mi sueño, la clase político-académica había interpuesto sus intereses por sobre la necesidad de educar a las y los jóvenes de esta región. El gobierno había aprovechado la crisis económica, la división y el éncono prevaleciente entre los universitarios y, con tales justificaciones se había procedido a la privatización de la institución, argumentando las recurrentes crisis, paros, marchas y huelgas, según decían, la UAZ había dejado de ser la principal educadora de los zacatecanos ante el avance de otras escuelas que se habían convertido de patitos a verdaderos cisnes, con calidad educativa, con metas y trabajo por competencias, además de que ofrecían carreras de vanguardia que egresaban profesionistas con perfiles afines a los intereses estatales. La UAZ había entrado a un abismo tan oscuro que ni el fuego robado por Prometeo, lograba iluminar el sendero para guiar a la comunidad universitaria a una salida que posibilitara encausar el rumbo de la UAZ. Por fin, la sangre vieja de los grillos y politiquillos de siempre, se había coagulado al interior de las arterias de la Universidad, evitando que fluyeran nuevas ideas, sangre joven y líderes que desde tiempo, eran demandados por los retos actuales; nunca se enseñó a las nuevas generaciones a hacer otro tipo de política que no fuera la presión sobre el contrato colectivo de los sindicatos en beneficio de los secretarios en turno, la base era sometida, hostigada y presionada conforme a los intereses de los falsos mesías. En tanto se adecuaba el futuro de la resquebrajada institución, los jóvenes tuvieron que elegir entre andar en las calles o sucumbir ante espejismos y cortinas de humo que resolvían temporalmente su situación de crisis, la mayoría de ellos no tenían la posibilidad económica de emigrar en busca de la educación que les había sido negada en su tierra, por ejemplo, Aguascalientes ofertaba carreras novedosas cuyas colegiaturas rebasaban en 300%, lo que en su tiempo ofrecía la UAZ. La población lamentaba el hecho, sin embargo, nunca nadie fue tan inteligente como para advertirle al pueblo lo grande que era su Universidad, lo valioso que era educar a los muchachos y darles una alternativa de vida por el camino del bien; los mismos zacatecanos llegaron a pensar que en la UAZ, había puros huevones sin saber que desde siempre, hubo empeño, prestigio y calidad en muchas actividades académicas, destacando premios y reconocimientos internacionales a muchos universitarios que enaltecían con su trabajo el buen nombre de la Universidad y de nuestro querido Zacatecas. Las aulas se habían quedado solas, polvorientas y oscuras; ya no se escuchaban en los pasillos las risas ni los murmullos de los muchachos; ya no habían concienzudos análisis de los docentes bajo el amparo de la libertad de cátedra ya que después de la privatización de la universidad pública, tendríamos que acatar y decir, lo que al estado convenía, rompiendo por un largo trecho la posibilidad de idear sociedades más justas y equilibradas, aletargando la imperiosa necesidad de la patria por contar con más líderes pensantes, reflexivos y libres que hicieran de México, el orgullo de Latinoamérica y del mundo. Los trabajadores administrativos tuvieron que encontrar nuevas alternativas de empleo, algunos de ellos, los más, ensancharon los índices de desempleo y contribuyeron a que Zacatecas conservara su indigno primer lugar en migración ante la falta de oportunidades que históricamente han prevalecido. El autotransporte cayó en crisis y algunos choferes fueron despedidos, algunas papelerías cerraron y los puestos de gorditas, tacos, birria, empanadas, los kikis, los pavilos y demás gusgueras, habían quebrado también. Sin duda, todos empezamos a valorar a la Universidad Autónoma de Zacatecas cuando la perdimos; mi pesadilla me alteró sobremanera pues ya no tendría acceso a la prima de antigüedad, de vacaciones, a los 31vos días, a los jugosos estímulos a la carrera docente, a mi aguinaldo y demás prestaciones; en suma, había perdido al mejor patrón que yo había tenido, a la institución que me había formado, permití que dilapidaran el patrimonio educativo de mis hijos y, en general, se había alterado la vida presente y futura de Zacatecas. Sin duda la UAZ es mucho más que una simple Universidad. Para fortuna mía y la de muchos, sólo fue una pesadilla cruel y todo por leer las alternativas que propone un senador de la República por Zacatecas. ■

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*Representante de Zacatecas ante el Consejo Consultivo Nacional para el Desarrollo Sustentable

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