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lunes, 6 mayo, 2024
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Los despidos en la UAZ

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO •

No podemos aceptar los despidos. Hay un problema importante en el equilibrio financiero de la Universidad, pero no debe resolverse con recortes de personal. Es cierto que se deben refuncionalizar algunas estructuras, lo cual implica movimiento de personas al interior de la institución, pero no tiene por que traducirse en despidos. Se puede y debe optimizar al personal que tenemos haciéndolo más eficiente y eficaz, lo que significa que podemos ofrecer más y mejores resultados con lo mismo. Pero antes de tomar decisiones administrativas apresuradas, se debe de resolver el rumbo de la actividad sustantiva. Lo administrativo depende de las políticas académicas, y estas últimas implican una suerte de intensa actividad deliberativa en la comunidad universitaria. Pero las decisiones no han sido producto de dicha deliberación. Así las cosas, es comprensible que aquello que se decide carezca de legitimidad. Porque en órganos como el Consejo Universitario se deberían estar fijando los criterios para los reacomodos presupuestarles, y sin embargo este órgano sigue paralizado. La crítica esencial a la anterior administración fue que desactivó la vida colegiada, y teníamos la expectativa de que eso iba a cambiar. Pensamos que tendríamos a todos los Consejos reunidos y debatiendo las soluciones. Empero eso no ha ocurrido. De igual manera, al desatar la deliberación, implicaba automáticamente la necesidad de estar negociando con todos los grupos y programas la construcción de acuerdos. La estructura decisional de una institución es como un flujo comunicativo de acuerdos, si se detiene la comunicación y la construcción de dichos acuerdos, pues la estructura decisional se colapsa, se hace anómica. Es justo lo que ocurrió en la pasada administración. Un motor al que se tapan sus mangueras y el flujo de combustibles o aceites, se desvíela. En otras palabras: la construcción de decisiones legítimas en la institución es una estructura comunicativa que todo parece se ha vuelto a colapasar. En su lugar, se reúne un subgrupo del grupo dirigente, toma las decisiones en petit comité y operan en forma oculta o disimulada esos acuerdos. Esa práctica arruina la estructura comunicativa a la que nos referimos arriba. La hipótesis en la transición, era que las cosas podían funcionar bien en esta administración (a diferencia de la anterior) porque se podía repetir el éxito directivo que se tuvo en el Spauaz, el cual consistió en abrir la discusión a todo mundo en las Asambleas Generales y los diferentes órganos colectivos de decisión. Y justo esto, es lo que ahora no ocurre.

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En una crisis, se toman definiciones de emergencia. Si de pronto no alcanza para sacar el año y se requiere más tiempo para tener logros de gestión, pues se pone una lista de posibles medidas de recorte de recursos. Así las cosas, en las instancias deliberativas a las que me refiero, se puede tomar el acuerdo que, a fin de no afectar el empleo de nadie, se recorte un porcentaje de las primas de antigüedad y eso se integre en un paquete de deuda que se desahogue en los futuros logros de gestión. Después algunas prestaciones universales, en el mismo esquema del anterior. Pero nunca priorizando el despido de personal que, además, es muy barato. Así, si resultamos afectados será bajo el acuerdo de todos de asumir esos recortes, pero con la ventaja de proteger el empleo de todos los compañeros docentes.

Sin embrago, al tomar las decisiones sin aval colectivo y sin criterios objetivos, no sólo se arriesga a cometer equivocaciones, sino a romper la unidad interna de la institución. Nos mete a una dinámica de lucha intestina, que desgasta y produce una espiral doméstica de autoritarismo. Nos mete en un ciclo vicioso de falta de capacidad directiva y conflicto interno. El rector está en tiempo de corregir y evitar que entrando agosto se le vaya de las manos la conducción. Ojalá recapacite.

El despido de Rolando también es un error. Más cuando se percibe que están callando a un opositor. Las expresiones del compañero dañaban la imagen de la investidura rectoral, sin duda. Y para eso era importante atender el caso: dialogar y llegar a acuerdos. Y para eso hay instancias internas. Las cuales nunca fueron usadas por la propia autoridad. Las críticas ácidas de Rolando fueron dirigidas a muchos universitarios y políticos externos (yo incluido). Por eso me recordaba a Diógenes el cínico y su desprecio por las estructuras de la autoridad. La sola existencia de un personaje así me parecía un síntoma de salud en cuanto a libertad de expresión. Cuando dirigía sus baterías contra la fenomenología heideggeriana y contra Sergio Espinosa, y lo hacía desde ciertos horizontes de la filosofía analítica, yo no estaba para nada de acuerdo con él; pero celebraba la libertad con la que actuaba. Ahora que lo despiden, argumentando las críticas y burlas al rector, es como si Calderón hubiera encarcelado al Fisgón de la Jornada o Peña hubiera encerrado a Brozo por tratarlo con apodos. Es un acto de grotesco autoritarismo. Hay miles de cosas que una figura de autoridad puede hacer para evitar que un crítico ácido dañe la investidura. Pero se requiere imaginación creadora, no operación siniestra. Un acto de este tipo es inconcebible en una universidad, el lugar donde (por excelencia) pueden existir las herejías. Benditas herejías que hacen posible el pensamiento. En suma, si la UAZ deja de ser el lugar de la solidaridad al interior de la comunidad universitaria (que no puede aceptar despidos) y de la libertad, ya todo estará acabado.

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