18.8 C
Zacatecas
sábado, 4 mayo, 2024
spot_img

Los deudos de desaparecidos

Más Leídas

- Publicidad -

Por: AQUILES GONZÁLEZ NAVARRO •

Desde que la admirable y admirada Rosario Ibarra de Piedra abandonó las tareas domésticas, a fin de dedicarse en cuerpo y alma en la búsqueda de su hijo, secuestrado y desaparecido por el gobierno en la época de la llamada guerra sucia, con el transcurso de los años muchos nos hemos preguntado si, a pesar del tiempo transcurrido, Doña Rosario conserva aún la esperanza de encontrar con vida a su vástago.

- Publicidad -

Vidulfo Rosales, abogado del Centro de Derechos Humanos Tlachinollan, refiere más de 23 mil desaparecidos con motivo de la “guerra contra las drogas” implementada por Felipe Calderón.

“Guerra contra el narco” disparó cifra de cadáveres no identificados, dice el director del Instituto Estatal de Ciencias Forenses de Zacatecas, doctor Antonio Muñoz Quintero, quien informa que a 384 muertos se les ha colocado una cruz con la leyenda “Hijo de Dios”, significando esto que, al no haber sido identificados han sido sepultados en fosa común, lo que implica  que en Zacatecas hay al menos 384 desaparecidos para sus deudos.

Es indudable que la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa ha significado la puerta de advertencia sobre lo que  ocurre en el país.

“Le decimos al gobierno mexicano que no vamos a dejar de exigir la presentación con vida de nuestros hijos…no los vamos a dejar dormir , como nosotros no dormimos porque estamos viviendo en la desesperación de no saber dónde están nuestros hijos.” Fue el mensaje de los padres de los normalistas desaparecidos durante la manifestación en la Ciudad de México el viernes 26 de junio pasado, a 9 meses de la desaparición.

La desesperación lleva a los padres a todas las hipótesis posibles: Desde que los tienen trabajando para la delincuencia organizada, hasta que están presos en algún cuartel del Ejército mexicano. “Fueron los policías quienes se los llevaron, pero son los militares los que los tienen”, dijo María de Jesús Tlatempa, madre de José Eduardo Bartolo.

En general, la presentación con vida de los 43 estudiantes normalistas se convierte en el ánimo de lucha de los padres.

Es difícil para quien es ajeno a acontecimientos tan deshumanizados como es la desaparición forzada de personas, entender una lucha que se prolonga por semanas, por meses, por años y que aun así, mantiene la ilusión de encontrar con vida al ser querido.

Coincidente con la información que dieron los medios esta semana sobre las exigencias de los padres de normalistas, logré obtener un ejemplar de un libro buscado hace tiempo. “Quien hablará por ti”, del doctor Arnaldo Kraus. Su lectura me hizo comprender con la profundidad debida, el drama de los padres de Ayotzinapa y las motivaciones psicológicas de su esperanza de encontrar a sus hijos con vida.

Aunque amplia la cita, me permito transcribir la parte medular del libro que tiene que ver con esa angustia de quienes padecen el suplicio de tener algún familiar desaparecido. Al concluir con la lectura que seguramente sacudirá la conciencia del lector, sin duda alguna formaremos parte de la lucha que día a día forjan  esos padres de sufrimiento indescriptible.

“Las muertes de los seres cercanos tenían que ser olvidadas tan pronto como la necesidad de subsistir lo dictase. No por azar ni por voluntad propia los supervivientes viajan el resto de sus vidas con cuentas imposibles de saldar. Ser familiar de un desaparecido es mucho más complejo y doloroso que deudo de un sepultado.

La certeza de la muerte puede doler menos que la esperanza de la ilusión. No es que las tumbas concilien el alma, sino que la sepultura da por terminada una historia de dolor, de miedo, de incertidumbre. Era obvio que el hijo había sido asesinado, era evidente que ya no estaba y que nunca más regresaría. Sin embargo faltaba el cadáver, faltaba el adiós. Faltaban sus ojos para que la culpa no golpease cada noche. Faltaban los amortajadores, las palas, la tierra ensangrentada, la lápida, los murmullos del panteón. Faltaba en suma, la muerte. A la muerte no es posible reclamarle. En cambio, cuando no está el cadáver, a la vida sí es posible increparla.

Incluso hubiese sido importante saber cómo lo mataron: ¿a balazos?, ¿a golpes?, ¿se ahogó?, ¿corrió al bosque?, ¿se percató de su muerte? Cuando los muertos no están, los deudos tienen derecho a imaginar lo que quieran incluso que los muertos no están porque no están muertos, sino porque alguien los recogió y ahora viven en otro lugar. En tales circunstancias, a nadie debe negársele la esperanza de la ilusión. Por eso los funerales no son mero trámite higiénico: sirven para despedirse y empezar el duelo. El duelo es un espacio sano que le permite a los deudos recogerse, mirarse y recuperarse. Muchos supervivientes no logran serenar el alma porque el duelo nunca se llevó a cabo.”

4 de julio de 2015 ■

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -