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sábado, 4 mayo, 2024
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Desempleo y capitalismo de mano visible

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Por: RAYMUNDO CÁRDENAS VARGAS •

El capitalismo tiene en su esencia la venta de la fuerza de trabajo, es decir, se alimenta del trabajo asalariado, y tiende a ampliar sus márgenes de ganancia del abaratamiento del mismo, por ello, a través del ejército laboral de reserva que empuja el precio del trabajo hacia abajo, y de medidas como las contrataciones por horas, o la subcontratación, el capital logra tener los costos del trabajo muy por debajo de su verdadero valor. Y no sólo promueven a toda costa eliminar o desactivar las protecciones laborales argumentando que eso promoverá un mayor crecimiento económico, y con ello, los propios trabajadores se verían beneficiados. En estos últimos años, con el capitalismo más feroz del siglo, las tasas de desempleo han crecido en amplitud y duración: casos de desempleo de larga duración y de porcentajes que llegan a 25 por ciento de desocupación (Grecia y España).

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En los últimos 30 años de capitalismo sin protección o regulación estatal, las cifras son muy claras; en el caso de México entre los 50’s y 80’s, el empleo creció a una tasa media de 9.7 por ciento anual, y después de los 80’s (con el neoliberalismo) la tasa bajó a 2.6 al año. La diferencia la hizo un tipo de capitalismo regulado por el Estado, ya que los dos supuestos del mercado como distribuidor de la riqueza, en el sentido de que había una armonía de fondo que traía beneficios generales a las acciones egoístas de los intercambios particulares, no existe (esa mano armonizadora no sólo fue invisible sino inexistente). Así que un capitalismo con mano visible ha traído menos males en cuanto al empleo de la clase trabajadora, y sus argumentos son contundentes (Keynes): el nivel de empleo está determinado por el consumo agregado más inversión. Con ese consumo las empresas sostienen mejor producción porque tienen expectativas de ventas, y con ello, sustentan su ocupación; y se complementa el círculo virtuoso: con mayor ocupación aumenta el ingreso disponible, y con ello, mayor consumo e inversión; que a su vez genera empleos.

Pues bien, después de este contraste en los argumentos económicos y en la evidencia empírica, debería corregirse el rumbo de la economía mexicana. Sin embargo, no ocurre así: en México se prolonga el modelo fracasado. La pregunta es, ¿por qué? En el pasado inmediato la reforma laboral fue en contra de la protección del trabajo, con la consecuencia esperada de ralentizar el propio crecimiento económico. Y los salarios en México no llegan a 35 por ciento de los dividendos generados por la economía. Otra vez: ¿por qué? Porque aunque el conjunto de la economía se ve afectado, un grupo reducido de capitalistas ve crecer sus ganancias como la espuma: sus utilidades particulares están muy por encima del crecimiento económico general del país. Y ello es una tendencia del capitalismo mundial, según lo ha demostrado Thomas Pikettyen el libro más vendido del año pasado: El capital en el siglo XXI.

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