■ Historia y Poder
Reyes inmaculados, reinas de la noche, la juventud zacatecana se divierte, aprende y sin juzgar a nadie.
La muerte de Fidel Castro bien podría hacer reflexionar que en el mundo no hay nada nuevo ni viejo ni menos interesante, lo que aquí nos duele, nos hace gozar o sentir intensamente, es un pueblo decidido a dejar pasar las andanadas, los bostezos, los dimes y diretes.
Zacatecas es una feria del libro alucinante, un disparate en medio de poetas que acuden del mundo a sus hermosas calles, un dilema nauseabundo porque donde quiera muchos piden extendiendo sus manos el mendrugo, mientras la prensa nacional destaca que el ex gobernador fue un gandalla que se hizo de dineros públicos dejando a todos con la boca semiabierta en medio de arcos triunfales conmemorativos que de nada sirvieron o arrogantes funcionarios que se esconden o disfrutan sus prebendas y negocios.
La onda está en que este domingo miles saldrán a votar y muchos otros miles que no, que la elección pasada fue vilmente robada y con argucias que le hicieron daño a la colonia Benito Juárez, a la entrañable Alma Obrera y su altísimo índice de depresivos, sus crímenes innombrables, la cuesta arriba de un mundo lleno de complejidades y nauseabundos.
Y los poetas venidos del mundo se toman fotos, los músicos zacatecanos se dan vuelo en conciertos que reúnen a la banda a sentirse liberados un momento cualquiera, los candidatos y la independiente sobreestiman cualquier casualidad, un proyecto, un ansia, un devenir de circunstancias y de andanadas que tienen que ver con la vida cotidiana.
Goza Zacatecas, con toda tu lumbrera, tus graves contradicciones, la magnífica suerte, el historial enorme y sus expectativas asombrosas.
Claro que hay duelo, sentimientos encontrados, la estafa, los crápulas diseñando, los poetas maniobrando y el estado entero preparándose para el continuo devenir del consumismo navideño a ultranza y semejanza.
A mí me asombra todo. Lo disfruto todo. En hora buena Zacatecas, aquí estoy, te quiero y te abrazo y voy a tus laberintos de las madrugadas que me enseñan a quererte limpia cada noche en tus interminables jornadas milagrosas y no dejarte nunca. ■
