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viernes, 26 abril, 2024
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ALBA DE PAPEL Réquiem por Mariel

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Por: ALMA RITA DIAZ CONTRERAS •

En el desahucio de 2018, un año difícil y crítico para la Entidad, tierra prometida a donde todavía no llega el desarrollo, lugar donde se opta por la gestión del patrimonio y se vota por su defensa y sustentabilidad, esfera natural de las artes y los espectáculos, tierra de artistas y migrantes, terreno propicio para la creatividad, hoy se ensombrece con gravedad, una vez más, por la maligna muerte de la niña de 5 años de Sombrerete, que ha estremecido la conciencia social y política de los individuos y grupos organizados.

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Mientras se cuentan las horas y los días en un tránsito de especulación e incertidumbre ante la inminente unción del nuevo presidente de México, que después de su triunfo en julio próximo pasado, ha enfrentado la temeridad del poder económico por decisiones contrarias a sus intereses, sometido severamente a la controversia por la futura conformación de la guardia nacional y los presupuestos que asignará en 2019 a los estados de la República, donde ya se prevé que se incrementarán en el Sureste, y se teme por lo que pasará en los del Norte, la gente de los pueblos y las ciudades, sufre de soledad, indiferencia y desaliento ante la imparable violencia que se vive.

Lo ocurrido en la “apacibilidad” del colonial municipio que ha sido declarado “pueblo mágico”, reabre el espanto de una violencia silenciosa contra las niñas y los niños, a cargo de personas perturbadas, crueles y malignas que merecen todo el peso de la Ley. Una agresión infame que evidencia también, el debilitamiento del tejido social, la podredumbre que lo corroe y la falta de una verdadera política social, de seguimiento y alerta, donde haya una corresponsabilidad total.

En su múltiple interpretación, la cultura no sólo es un stock de conocimientos, una visión del mundo o un eje de intervención en el patrimonio a través de la gestión, es principalmente, una totalidad de la sociedad que la refleja, un gran espejo de visualización de lo que se es y se vive, de lo que se goza y se llora; es un escaparate de la diversidad y las desigualdades, un gran lienzo multicolor manchado de sangre por nuestros jóvenes y nuestros niños perdidos, que nunca más volverán a crear su propio mundo.

La cultura como sociedad es una acepción fundamental para debatir el papel de las familias y las instituciones que deben ser garantes de su seguridad, y que con pesadez reciben el sórdido cúmulo de enfermedad social, aquella que se manifiesta agresiva y contra natura, distorsionando las formas de convivencia, respaldo, compasión y solidaridad que debieran caracterizarlas.

En la tarea de fomentar recuerdos de relaciones y sentimientos de seguridad en los infantes, el papel de la familia como subsistema de un sistema al que llamamos sociedad, es fundamental para su desarrollo y su vida emocional futura.

Aunque ciertamente en los últimos años, el modelo familiar ha cambiado por la incorporación de la mujer al mercado laboral y porque ahora se constituye de varias formas, el sentido nutricio que lo sostiene, no debiera desparramarse, sino por el contrario, fortalecerse con una mayor participación de la ciudadanía a través de enlaces de alerta en los barrios, las colonias, las comunidades y las ciudades, con acciones emergentes a favor de la niñez, expresadas en estrategias de aprendizaje a través del juego y formación sensible para aquellos que son padres.

En ese camino de aparente oscuridad, deberá hacerse una revisión exhaustiva a los centros de salud mental y con determinación, destinar presupuesto a este rubro, favorecer la inclusión de la psicoterapia y la psicología, como ejes de transversalidad en la política pública federal, estatal y municipal.

Desempleo, inseguridad, corrupción y un creciente vacío social, son los temibles males que han enfermado a la sociedad: pueblos enteros carcomidos por la nada, la ignorancia, la pobreza y la violencia que sin fortaleza propia, caen muchas veces, en perversión, maldad y locura.

Una situación compleja se visualiza en el escenario social, por lo que el llamado va más allá de una situación de género para luchar contra la violencia a mujeres y niños, que debiera ser con mayor firmeza, una cruzada por el bienestar de la familia, niños y jóvenes; una cruzada por la eficiencia y concientización de las instituciones responsables de dirigir las adopciones, para que las vigilen con minucia con estricto apego a la Ley; por la apertura de programas sociales que efectivamente mejoren las condiciones de vida de hombres y mujeres… y a través de la educación se destierren prácticas nocivas de violencia contra los más débiles.

Una cruzada de ciudadanos sensibles, realmente interesados por la otredad.

En medio del desconcierto prevaleciente, es posible re-significar nuestra relación con los niños, con las familias y con el mundo para proteger el entorno y nuestro territorio, recuérdese que el dolor forma parte de la memoria y la humanización por aquello que aspiramos llegar a ser.
Ánimo y fortaleza para todos.

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