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viernes, 26 abril, 2024
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La hora crucial

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Por: ALMA RITA DIAZ CONTRERAS •

Distractores tan festivos como dramáticos ocupan la agenda global con el mundial de futbol en Rusia y la esperanza latente de que el equipo mexicano pase a la final en un alterno proceso de identificación fugaz y por lo tanto líquido, en la frontera norte de México tiene lugar un escalofriante episodio más de furia incontenible y fascista del presidente de los Estados Unidos de América al dividir a familias de inmigrantes, marcando quizá de por vida la angustia de la separación en los menores que fueron aislados de sus progenitores, mientras aquí en tierra adentro, se vive con impresionante expectación el dilema de la jornada electoral y en quien será el próximo presidente de nuestra república.
Frente a un sistema político envilecido y gastado, miles de coterráneos se disponen a votar el domingo uno de julio próximo, en medio de un ambiente tenso en donde la diatriba da lugar al ánimo sulfurado de los partidos y sus candidatos que en su gran mayoría pareciera que abanderan una lucha irreflexiva por el poder político y económico asumiéndose ganadores, dejando atrás el sentido de humildad, cordialidad, honor y dignidad que debiera caracterizarlos para hacer realidad una verdadera política de la generosidad, que es la que se requiere en estos tiempos de crisis y de hartazgo generalizado.
Una crisis nacional que ha vulnerado a la sociedad y a miles de familias que la integran, que ha golpeado duramente su economía y seguridad, que ha puesto en peligro endémico a niños, mujeres y jóvenesdentro una dimensión inimaginable de perplejidad ante el futuro y su derecho a vivir y a tener una vida mejor, con los ojos puestos en una violencia sin freno que ha sometido al país.
Una nación herida con el pincho licencioso de varios pasajes sangrientos en distintos puntos de su geografía principalmente contra los moceríos y los pobres, aunado a repetidos actos de corrupción y decrepitud de sus instituciones, en un territorio cultural inmensamente rico y prometedor, lamentablemente sumido en la pobreza y la desigualdad, amenazado en forma permanente por la intolerancia, el racismo y la discriminación.
Este es el clamor generalizado de muchos mexicanos que con estoicismo han aguardado a que se cumpla la promesa de la prosperidad para todos, pero están desencantados y son más pobres, uno de cada tres trabajadores no alcanza con lo que gana a cubrir la canasta básica y así se cuenta a casi un 40 por ciento de la población mexicana, estimada con 120 millones de habitantes, donde 50 millones de ellos viven en una situación de pobreza extrema, un vergonzoso eufemismo de ineficiencia y criminalidad.
Se dice que los connacionales emitirán un voto visceral no juicioso, que lo harán con rabia a favor de quien ha sabido capitalizar ese hastío, sin embargo, en estos tres meses de competencia en los que ha prevalecido la incertidumbre y el miedo por lo que mediáticamente en campaña se ha promovido la difamación y la arenga entre los cuatro oponentes, las mexicanas y los mexicanos lo hemos soportado con valía, con preocupación para que algo distinto y favorecedor a la otredad suceda, lejos del privilegio de las élites que ante un nuevo escenario político tendrán que recomponerse.
Hay sin duda, una determinación popular por transformar el estado megalómano, presuntuoso, jactancioso y vanidoso que se ha creado, por otro modesto centrado en elevados principios de honorabilidad y solidaridad, dispuesto a servir a la gente, consciente de su responsabilidad en el manejo de políticas públicas para la transformación estructural y política del país.
No será fácil ni inmediato, es el gran desafío a enfrentar, pero confiemos en que se hará realidad en un tiempo razonable. En el discurso de la cultura como estrategia de cambio se dice que no hay futuro porque llegamos exánimes, es decir, desfallecidos y laxos con nuestras pretensiones de innovación, por lo que el trabajo deberá ser gradual y constante sin parar.
En este proceso electoral se votará por ocho gobernadores, el jefe o jefa de Gobierno de la Ciudad de México, 128 senadores, 500 diputados, más de dos mil 900 cargos públicos por los que deberíamos exigir que resignifiquen su papel y su compromiso social en un tiempo apremiante marcado por la pobreza, corrupción, impunidad y violencia.
Que no se olvide que una historia triunfal y una permanente fiesta desarrollista después del triunfo de la revolución mexicana, han caracterizado el espíritu de la política, de los partidosy los grupos en el poder que han convertido la promesa en moneda de cambio hacia el olvido y la apatía, que no suceda más.
Un panorama sombrío se cierne sobre el ganador un día después de la elección, pero la convicción como pálpito de vida y de ofrenda se remonta también como una coyuntura pertinente para la transformación, es posible por supuesto, si todos propiciamos un clima de pacificación y anhelo por la utopía de un país mejor: con libertad, respeto, trabajo y justicia.
Ánimo y fortaleza para todas y todos. ■

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