La Gualdra 328 / Río de palabras
No sé explicar lo bello de este frío
que vela entre las ramas de los árboles,
su hielo de bondad habitado por astros
de una época niña en la que corrimos juntos,
tierra de pasos
de equinos desbordándose
en praderas extensas como mares.
No sé decir, no alcanza mi palabra
para darle a esta luz su peso justo
de savia detenida
en la seca planicie de las hojas:
bajo el fresno la tierra es un festín
de pequeñas membranas,
ajetreo de élitros hollado por el ámbar
del sol, aguja del destello.
Arriba el cielo anuncia
el limpio trazo de los loros;
en medio casas,
edificios reunidos en el tallo pulcrísimo del aire,
cables donde el rumo del alba
asentó la madera del sosiego.
Más acá, una verdad de pájaros políglotas
que trinan extranjeros su latitud de exilio.
Aquí la buganvilia,
alumbre del magenta en la arcilla del muro,
aquí la hiedra estoica detenida en la barda
como recuerdo vivo del verano.
Luego yo, testigo del instante,
intentando decir lo inaprehensible,
admirado del ámbar de la luz
que recorre el cristal de la mañana,
la belleza del frío que en las ramas del fresno
ha plantado el otoño,
este octubre reunido en el follaje
de las primeras horas.