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viernes, 26 abril, 2024
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Cerrando la puerta del chiquero de los puercos

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Por: ÁLVARO GARCÍA HERNÁNDEZ •

“…El hombre es el mejor de los animales,
cuando se ha perfeccionado y
cuando se ha perfeccionado y cuando
se aleja de la Ley y la justicia, el peor de todos…”

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Aristóteles, La Política.

Aristóteles escribió en el Libro III, Capítulo VII de su obra La Política, que el bien es el fin y objeto de todas las ciencias y artes, y que el bien de la política reside precisamente en la justicia; en otras palabras, en el interés general, así, todos los mortales sin excepción, consideran que la justicia es una especie de igualdad. En este contexto, el bien debiera ser el fin de la política e inmersa en ella, la justicia estaría promoviendo la igualdad entre todos nosotros. Sin duda, a la clase política y sus cachorros les ha hecho falta un curso filosófico e histórico a profundidad y otros ejemplos de vida, pues en los tiempos actuales, todos somos testigos de una degradante actuación de la mayoría de los que integran nuestra clase política. En todos los niveles encontramos personajes que promueven la desigualdad y la injusticia y, peor aún, con toda la desfachatez que puede existir en la humanidad, se vuelven a presentar a solicitar el apoyo del pueblo al que han dejado en la ruina por varias generaciones. El simple hecho de regresar con aires de triunfo nos ofende en extremo pues el agravio contra los ciudadanos no puede olvidarse así como si fuera cualquier cosa. A Zacatecas, le han escupido en la cara una y muchas de veces, sin embargo, el pueblo domesticado, ignorante o indiferente, sigue votando por el mismo partido dándole a entender a las ratas corruptas que entre más nos roben y nos perjudiquen más votamos por ellos, agradeciendo así, los múltiples escupitajos que amenazan con convertirse en charcos. En mi consideración, no es posible que las cosas sigan siendo como hasta ahora, no puedo creer que las ratas de menor tamaño destapen a las grandes para los siguientes procesos electorales en comidas convocadas para rozarse entre su propia podredumbre; si un día (que nunca ocurrirá) yo afectara los intereses de Zacatecas, tierra noble que me ha dado tanto, me iría lo más lejos posible en autoexilio para esconder mi cabeza en las entrañas de la nieve en el Polo Norte, donde nadie me viera y mi conciencia terminara con mi miserable existir, apelando a que el tiempo borrara de la mente de mis hijos mi funesto comportamiento. En los hechos, nuestra democracia debe cambiar y cerrar el paso a las alimañas que pretenden escudarse en el fuero para no ser perseguidas por sus múltiples delitos, pues ahora la vaina es fantástica: cometer corrupción, robar a más no poder y volver a mamar del erario en otro puesto para seguir enriqueciéndose ilícitamente y librarse de la raquítica justicia mexicana. México es un paraíso terrenal para la corrupción y los grandes ilícitos; no te acabes patria porqué cuando el arca común empiece a hacer agua, las ratas serán las primeras que brinquen en la búsqueda de otro país que los traten como monarcas o reinas para disfrutar de todo lo robado a su pueblo. Cuando veo tanta infamia contra en mi querido Zacatecas, me cuestiono en la necesidad de decir las cosas como son; me pregunto: ¿Qué gano? ¿A quién le importa? Sin embargo, mi formación, mi responsabilidad cívica, mi profundo cariño por esta tierra colorada y, la oportunidad que tengo de plasmar en este medio lo que pienso, me motiva a gritar periodísticamente mi desprecio a la mayoría de los integrantes de la clase política, misma nos sigue dando bofetadas de corrupción generando que en cada colonia pobre, en cada comunidad marginada, en cada familia de escasos recursos, la gente esté sumida en altos índices de inseguridad, desempleo y desesperanza y, sin los recursos mínimos para mal tragar, empeñando sus cosas, lavando ajeno, entrando a tandas y cadenas económicas ficticias; he visto a varias amas de casa que juegan a las maquinitas que dan dinero y si sacan algo, compran las tortillas, he visto niños con los uniformes rotos y las miradas tristes, a campesinos sin esperanza, a trabajadores que no traen ni para el camión, a hormiguitas que trabajan largas horas por 500 pesos a la semana, a otros empleados que laboran por 1000 pesos a la semana y otros muchos más, que a diario luchan por llevar el pan a la casa de manera honesta y como pueden, mientras que algunos personajes no acaban de satisfacer su avaricia a costa del patrimonio que nos pertenece a todos y vienen por más. Ojalá que el pueblo de Zacatecas despierte y cierre en definitiva la puerta del chiquero de los puercos con la aldaba fundida con el voto de castigo. ■

 

*Integrante del Consejo Mundial para la

Defensa de los Derechos Humanos

 

[email protected]

 

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