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viernes, 26 abril, 2024
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Entorno Universitario: agitación enmudecida

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Por: La Jornada Zacatecas •

La Universidad Autónoma de Zacatecas está pasando por un momento difícil. Sus profesores y trabajadores no académicos deben definir si habrá movimiento huelguístico o no, y cada opción tiene consecuencias grandes. Primero, los motivos para estar inconformes son consistentes: cargas de trabajo con muchos problemas, adeudos y una problemática situación financiera. Sin embargo, hay móviles políticos internos que no necesariamente están relacionados directamente con los problemas económicos, pero que están gravitando en la decisión de los profesores universitarios: el incumplimiento de las promesas de campaña del Rector, el recorte de tiempos determinados, y la multiplicidad de molestias derivadas de la poca claridad en la conducción institucional, como por ejemplo las decisiones en torno a la función de investigación y extensión. Es decir, la decisión de la huelga estará atravesada por factores que no son todos estrictamente gremiales. Y como las expresiones de molestia son muchas, debe preguntarse por qué esto es así.

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El hecho de que los docentes estén usando un movimiento huelguístico para expresar inconformidades que rebasan el ámbito gremial, significa que los canales de solución de conflictos no están siendo útiles: los grupos políticos ya poco representan a la masa crítica de profesores y, por el contrario, se han convertido en dispositivos de control de ciertas élites dedicadas a reproducir su poder y, más grave aún, las instancias institucionales para solución de conflictos tampoco están cumpliendo su función ya que están en manos de los grupos que mencionamos. Lo más importante: se requiere renovar o actualizar el pacto de convivencia universitaria. Lo que implica acordar el rumbo estratégico de la institución, los nuevos procedimientos para elegir o revocar autoridades, las reglas para solucionar las enormes asimetrías, desigualdades e injusticias entre profesores y sus derechos. Hay que rediscutir como se puede cultivar la confianza en las decisiones cotidianas de las autoridades, asumiendo que la opacidad es el germen perenne de la desconfianza, y esta última el motor que destruye la cohesión institucional. En este sentido, no estaba mal la idea expuesta en las campañas a rector pasada, que afirmaba la necesidad de eventos del tipo de Reforma Universitaria que permitían reconstruir el Pacto Social Universitario. ¿Hay criterios consensados en las decisiones clave que se han tomado? ¿Cómo se han tomado esas decisiones? ¿Han intervenido los grupos o expresiones escolares representativos en la toma de esas decisiones? Pues resulta que la respuesta es ‘no’. Ni siquiera el colectivo de directores ha sido organizado y consultado para deliberar dichas determinaciones, menos los grupos políticos o personalidades académicas. Es decir, hay problemas por la forma no-deliberativa de la conducción universitaria.

Si la Universidad debe tomar decisiones difíciles en su futuro cercano, debe contar con los criterios para decidir, ampliamente legitimados; y esto último significa un pacto universitario renovado. De no ser así, el cuello de botella que viene en unos meses (por el enorme déficit) puede generar una presión que rompa la botella. En este momento se requiere sabiduría y prudencia en la conducción para lograr, no la imposición de una élite sobre el resto de los universitarios, sino un gran acuerdo estratégico que garantice estabilidad a la institución en un entorno muy agitado y explosivo.

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