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viernes, 26 abril, 2024
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Puto: El que lo lea

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Por: CITLALY AGUILAR SÁNCHEZ •

  • Inercia

Mucha polémica se desató luego de que, en el presente Mundial de Fútbol Brasil 2014, la afición de la Selección Mexicana, lanzará la habitual porra contra el despeje del portero contrario, la cual implica el uso de la palabra “puto”. La Fédération Internationale de Football Association, por sus siglas conocida como FIFA estuvo a punto de castigar al equipo mexicano por el comportamiento de sus seguidores, ya que consideraron que se trataba de una conducta inapropiada y ofensiva contra la homosexualidad.

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Justo horas antes de que se disputara el partido entre México contra Croacia, la Federación descartó la acusación que sancionaría a la selección tricolor, indicando que en tal contexto no se puede considerar insulto y quizá también considerando que la fanaticada mexicana es un excelente mercado para este deporte.

Sin embargo, lo que sí es un insulto es que la FIFA argumentara que “está prohibida la discriminación de cualquier país, individuo o grupo de personas por cuestiones de raza, color de piel, su origen étnico, nacional o social, sexo, lengua, religión, posicionamiento político o de cualquier otra índole, poder adquisitivo, lugar de nacimiento o procedencia, orientación sexual o por cualquier otra razón, y será punible con suspensión o exclusión”, cuando que, para empezar, los costos de un partido de futbol en torneos de ciertas categorías discriminan claramente a grandes sectores poblacionales.

 

Hipocresía, hipocresía en todas partes…

Muchos hemos soñados con acudir a un Mundial de futbol, cosa que es imposible para la gran mayoría. Tan solo el boleto para ver un partido inicial oscila entre los 90 y 175 dólares. Según información de sin embargo.com, Excélsior y El Universal, un mexicano paga alrededor de medio millón de pesos por asistir a los tres primeros partidos de la selección nacional, hospedarse en un hotel de tres estrellas y pagar el boleto de avión de ida y vuelta. Las comidas y demás gastos no se incluyen en este presupuesto.

Si la FIFA realmente estuviera al pendiente del goce y el honor que implica este deporte, no lo harían un negocio tan deplorable como lo es, pues tomemos en cuenta que para llevar a cabo un evento como el mundial, la FIFA no es la encargada de construir los estadios ni de ofrecer las condiciones necesarias pero sí de exigirlas. En el concreto caso de Brasil, se prevé que incluso, los estadios que se construyeron y que implicaron un gran costo para sus habitantes, el cual aún es motivo de manifestaciones sociales, terminarán siendo grandes elefantes blancos, pues de cada 100 asientos sólo podrían ocuparse dos después de este evento. Lo mismo ocurrió en Sudáfrica.

Las ganancias de la federación en los mundiales son exorbitantes, por lo que, señalar a una afición por festejos inapropiados resulta una vil hipocresía cuando es la propia FIFA la encargada de favorecer distinciones económicas y sociales entre países y de causar penuria e injusticias ¿A dónde van a parar las ganancias de estos festejos? ¿A caso se invierten en la paz mundial?

 

México: El eterno partido de futbol

¿Que si la palabra “puto” es una ofensa homofóbica? Las palabras no se pueden fácilmente disociar de su significación; su acepción y sus posibles derivaciones están en íntima relación. En el caso de este popular vocablo, la Real Academia Española (RAE) distingue para su morfema de género femenino solo un resultado, el de prostituta, mientras que para el masculino hay cuatro (que se derivan del femenino) entre las cuales se encuentra la del hombre que tiene concúbito con personas de su mismo sexo.

Así, tanto los mexicanos que lanzan tal término a los jugadores del equipo contrario, como aquel que se indigna al ser de esta forma nombrado manifiestan, aunque sea mínimamente, su homofobia.

Octavio Paz en su ensayo Máscaras mexicanas dice que “el lenguaje popular refleja hasta qué punto nos defendemos del exterior: el ideal de la ‘hombría’ consiste en no ‘rajarse’ nunca. Los que se ‘abren’ son cobardes. Para nosotros, contrariamente a lo que ocurre con otros pueblos, abrirse es una debilidad o una traición. El mexicano puede doblarse, humillarse, ‘agacharse’, pero no ‘rajarse’, esto es, permitir que el mundo exterior penetre en su intimidad. El ‘rajado’ es de poco fiar, un traidor o un hombre de dudosa fidelidad, que cuenta los secretos y es incapaz de afrontar los peligros como se debe” y esto deviene de una arraigada cultura machista, donde “la rajada” es la representación del sexo femenino. En este sentido ser un “puto” es ser un rajón.

Y sin embargo, permitir el robo de los recursos naturales, la aplicación de leyes y reformas, la imposición de un mandato ¿no son formas de rajarse? En este entendido, todos los mexicanos somos putos.

El futbol es entonces, en México, la representación de una cultura, donde aflora una gran parte del falso orgullo machista que todos tenemos (sí, también las mujeres), dando más valor a la humillación del otro que a la honra propia. Se ha defendido esta despectiva porra como si se tratase de un himno… y quizá sea así, un canto que nos representa como individuos y como nación. ■

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