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miércoles, 1 mayo, 2024
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Subjetivaciones rockeras / Rock comprometido

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Por: FEDERICO PRIAPO CHEW ARAIZA •

He hablado en varias ocasiones, porque estoy convencido de ello, acerca de la capacidad que posee el rock, en sus diversos subgéneros y estilos, de movernos a la reflexión, de los cambios sociales que, de una u otra manera, ha propiciado; asimismo, de la poética que en muchas ocasiones encierra, y de la influencia que ha tenido en muchos artistas e intelectuales. El rock, si se le quiere ver así, es una expresión musical, pero con un poder muy singular.

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Claro que no puedo generalizar, ya que hay también una gran cantidad de agrupaciones que tienen muy poco por ofrecer o, definitivamente, nada, y esto no es raro, pues es común que muchas bandas se formen con el único propósito de pasar un rato agradable en compañía de los amigos, lo cual es muy válido, o también otras que lo hacen con el afán de alcanzar un cierto estatus en el círculo social en el que viven; para llamar la atención; para beber o para consumir alguna sustancia que los lleve a viajar, cayendo en el lugar común de que para ser rockero, hay que ser pacheco, idea que ha prevalecido, no sólo entre los sectores sociales más conservadores, sino en personas que disfrazan sus inclinaciones con una supuesta afición por el rock.

No niego que han existido y existen muchas estrellas del rock con severos casos de adicción, incluso muchas otras leyendas que han sucumbido ante las drogas; sin embargo, no creo que deba ser la regla -como algunos lo pueden llegar a creer- el hecho de que para alcanzar un lugar respetable dentro del mundo del rock, se deba ser adicto a alguna droga (incluido el alcohol); en lo personal, eso me parece una aberración, un triste cliché. Creo que para ocupar un espacio de admiración en este ámbito hacen falta otros talentos, aptitudes y cualidades. Por ejemplo, pocos saben o están enterados de que la inmensa mayoría de los músicos, compositores o cantantes que alcanzan una cúspide, y no se diga un nicho de culto en el rock, son amantes de la lectura y del arte en general, intelectuales interesados por lo que ocurre a su rededor, personas enteradas y conscientes de los fenómenos globales, sociales, políticos, ecológicos y económicos, y actúan desde sus trincheras señalando, cuestionando, criticando o concienciando a sus escuchas.

Los más genuinos y prestigiosos grupos de rock en México participan en diferentes campañas sociales y, durante sus conciertos, invitan a los asistentes a reflexionar sobre ellas, llámense las Muertas de Juárez, la pobreza en Chiapas, la deforestación de reservas ecológicas por favoritismos políticos, y un largo y considerable etcétera, y no es para menos, la realidad, y no se diga la mexicana, nos da muchos temas que podrían y, de hecho, se abordan desde las diversas perspectivas estéticas e intelectuales. La literatura lo hace; la poesía, cuando se compromete, es más contundente y estremecedora; el cine; la pintura; la fotografía; la danza y el teatro protestan, entonces, no veo por qué el rock no habría de hacerlo.

Creo que cuando alguien se plantea hacer rock en serio, asume otro tipo de responsabilidades, como la de informarse acerca de los fenómenos que más directamente afectan a su entorno social, leer literatura, poesía, filosofía, asistir a conferencias, a exposiciones plásticas, a conciertos no necesariamente de rock, sino de otros estilos musicales como el jazz, la contemporánea o la clásica de concierto, ver cine, etcétera; todo ello, con el propósito de nutrir su imaginario, su actividad creadora; para cargar de contenido su propuesta. Cuando nosotros escuchamos rock, ciertamente prestamos atención a la música, pero cuando ésta se hace acompañar de una poética que armonice (y que no trate de ponerse por encima de la música) o de un mensaje que nos ataña de alguna u otra manera, el discurso de la banda se nos queda más grabado, la convertimos en una agrupación de respeto o de culto, se gana un lugar admirable en el mundo del rock. En lo personal, se me quedará más grabado un grupo cuyas líricas me resulten poéticas, y que a su vez me hablen de esta realidad o me inviten a pensar y a reflexionar en torno a situaciones que viva o padezca, que aquellas que me estén hablando únicamente de amores y desamores, o de acontecimientos mitológicos de la cosmovisión escandinava o nórdica (con todo el respeto que esas y todas las mitologías me merecen).

Insisto, no se trata de ser rockeros para gustarle a las chavas y salir en la televisión o en fotos por aquí y por allá; tampoco se trata de andar en esto por el desmadre que puede implicar, o porque en este ambiente me puedo poner ‘hasta las manitas’. Debe existir entre los rockeros el compromiso de ser agentes pensantes, intelectuales, cultos, amantes de la lectura y de todas las expresiones artísticas, personas que se caractericen por su capacidad de crítica sustentada y fundamentada, y por reflexionar acerca de los acontecimientos y las injusticias a las que viven sometidos los sectores más vulnerables de nuestra sociedad, por ejemplo. Los rockeros, pienso, deben comprometerse con las causas justas, ser, como nos lo decía John Lennon, soñadores, utopistas, todo ello sin despegar los pies del piso, ni caer en arrogancias absurdas, sino viviendo aquí, entre los simples mortales. No digo que no se deban hacer canciones divertidas o que hablen de amor, que a final de cuentas es el sentimiento más universal, claro que se deben hacer, pero sin olvidar ni dejar de lado nuestra realidad, que, como ya lo mencioné anteriormente, tiene mucho que ofrecer para la reflexión aguda y fundamentada, y para la propuesta constructiva. Nuestro panorama cotidiano ofrece mucho material de inspiración, todo está en que se quiera utilizar.

http://www.youtube.com/watch?v=2d5soaZdOl4

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