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miércoles, 1 mayo, 2024
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Zacatecas, el drama y el júbilo de un estado milagroso

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR • admin-zenda • Admin •

Historia y Poder

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Termina un año en el que se acumula en la historia de este terruño de la patria todos los sinsabores que pudiera tener un estado nacional acongojado y en la pesadumbre por el destino incierto y los impactos negativos.

Fustigar al gobernador en turno y sus funcionarios por su declarada incapacidad ante la crisis de desabasto de combustibles, de violencia asesina, de la pobreza extrema y su contraparte el dispendio y el lujo de su equipo, quizá ya no tenga razón de ser, menos cuando la desesperanza que desde antaño las tribus chichimecas asentadas en el gran zacatal, previeron ante el azoro por la llegada de extraños que venían a quitarle todo, a dominar, esquilmar, mentir, encarcelar.

En la historia de Zacatecas muchas veces vimos a los actos de verdadero heroísmo en que conjuntamente las autoridades y los diversos sectores trataban unidos de abatir las epidemias, las asonadas militares insurrectas, las invasiones extranjeras, a los asesinos en masa que en nombre de un supuesto ideal trasmitían el virus de la maldad y la desidia, es ahí donde en la genética de este pueblo se pudo conocer el valor de los principios, el ejemplo real y tangible de la ayuda mutua y no la rampante enfermedad de los discursos, de la enfermedad de las pasiones por el sucio dinero, el que corrompe, el que desahucia, la avaricia descarada.

¿Cómo imaginaban los zacatecanos del año 1816 lo que sería su estado en los tiempos futuros?

¿Cómo lo podremos imaginar nosotros dentro de 100 años?

¿Dejarán de existir los discursos vacíos, los partidos paleros, los jueces vendidos, el tráfico de órganos humanos, de armas, de drogas, las fosas clandestinas, el enriquecimiento ilícito, la autoridad como sinónimo de corrupción?

Una cosa es cierta, la creación de la clase media zacatecana, es el único triunfo tangible de una revolución mexicana sangrienta, de una guerra cristera tenebrosa, de una toma y una revuelta a través de los siglos. Ricos y pobres siguen al hilo de la historia sensible como queriendo paliar lo inapelable: todos dependen de la clase obrera, de la clase campesina, la que sostiene con sus hombros y su sufrimiento todas las estructuras en la que la sociedad entera hace su vida milagrosa, sus jornadas y fiestas, sus despedidas y bienvenidas del nuevo advenimiento.

Al conocer la historia de Zacatecas de manera real, podremos ver muchos ejemplos en el que la astucia de las clases dirigentes dependen también del estado que guarda nuestro país asolado por la gran corrupción y el constante saqueo de las arcas públicas, es decir, lo central es el cambio nacional que se prevé lejano y oscuro, angustiante y sin salida.

Adiós a un año por demás lleno de lecciones y de retos, de aflicciones y de duelos, también de triunfos y nuevas acreditaciones en el que el valor se apoderó de la indignación pública y ponerse siempre de pie, alertas, amorosos y compartidos.

Adiós a un año en el que se recompuso la visión de sus hombres y mujeres llenas de talento y espíritu creador y disolvente del pesimismo con tareas concretas como enseñar, denunciar, crear poesía, festivales de libros y hasta jaripeos en el que cierta alegría obliga a dar abrazos, cenas puntuales, cuetes y bebidas entre todos los desafíos alucinantes.

Nunca en primera persona, siempre en pos de las sagradas colectividades que mantienen sana la esperanza en el Jardín del Ángel, donde una mañana escuché aterrado el testimonio del señor Isidro Martínez, de cómo vio llegar, siendo niño, hasta sus pies en ese mismo lugar, los ríos de sangre de 1914, como presagio de un final terrible para todos.

En espera de que no, se alza al vuelo de la nueva historia, un optimismo de que todo estará bien, cueste lo que cueste. ■

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