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jueves, 16 mayo, 2024
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Carlos Puente nos grilla, hasta el agobio, en el Metrobús

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Por: QUITO DEL REAL •

■ El son del corazón

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En cualquier vehículo y a horas pico, atravesar por el vientre a la Ciudad de México es un ejercicio opresivo, trivial, derrochador de vidas.

Esta ciudad no tiene consuelo. Sus problemas estructurales, al no tener remedio, van más allá de las interpretaciones maniqueas de quienes la explotan en su propio beneficio, o de los recién llegados, con su historia de incompetencias pero llenos sus bolsillos de, diría el buen Charly Marx, harta mercancía dineraria, dispuestos a mostrar su grosera jactancia y su enferma megalomanía, para lograr el reconocimiento político de los metropolitanos y apañar, fast track, la Jefatura de Gobierno del DF.

Imaginar la Avenida Insurgentes un viernes de quincena, a las 14 horas, es una tarea alucinante. Viera que sí. A continuación, me propongo calcular el tiempo que se consume de, digamos, el parque de la Bombilla al Eje 2 Norte (Manuel González): de una hora a una hora cinco minutos u hora diez, dependiendo. Lo multiplico por 5 viajes de semana inglesa, ida y vuelta: 10 horas y media. Así, inmolados los traseros y desalentado cualquier indicio de optimismo juvenil, fuera de baches y frenadas sorpresivas, la acción elemental de viajar se convierte en una tortura. Aquí los viajes no ilustran, destruyen el gozo, la dignidad y el amor a la vida.

No obstante, viajar por las vísceras de esta mega urbe, un viernes a las 14 horas, en un metrobús “biarticulado”, con aire acondicionado, ventanas panorámicas y suspensiones tsss, tsss, obedientes, lacónicas y oportunas, parece ser una receta sensata, frugal y muy reparadora.

Bendito invento para aislarnos en el interior fresco y hermético de un gusano mecánico y huir, sí, huir del ruido y la condena de los semáforos que intentan coordinar con su pachorra el caos de una circulación vehicular salvaje y visiblemente indoblegable.

  1. Sin demora, aparece el prietito del arroz, que impide ganar un poco de reposo y desvía el ingenuo deseo de pillarle al sueño su cara sinfonía. Cada sección del enorme vehículo lleva atornillado en su techo el aparato institucional de la modernidad: una pantalla de televisión que escupe una sucesión chillona de altivos mensajes.

Ay TV´s, compañía devoradora de hombres, es una de las concesiones que hizo el gobierno mancerista a los jeques de la comunicación, a favor del sano entretenimiento y la formación enciclopédica de los viajeros.

(Estoy convencido de que Mancera y los dueños de AyTv´s hicieron un esfuerzo desmesurado para que cada pasajero baje de la unidad con una sapiencia Alfonsina y una actitud entusiasta y positiva hacia los productos ahí anunciados. No hay objeción: en los últimos lotes con mejor diseño del metrobús, sellados para cimentar una realidad exclusiva y aparte, se incuban muchas generaciones de mexicanos duchos y eruditos que pronto, es de suponer, pondrán en un brete cualquier hondura superflua de la Reforma Educativa.)

  1. Del parque de la Bombilla al Eje 2 Norte se consumen, dictatorialmente, 40 mensajes del Partido Verde Ecologista de México (PVEM). No hay para dónde voltear la mirada y hacer huir la atención. ¡Malditos! Ahí, entre los extras que se presienten bendecidos, entre jovencitas manoseadas por la superficialidad de un listado de logros sociales etéreos, se presenta el famoso tucán y, en una toma universal, aparece en jocosa pose monástica el hoy vocero de ese partido, Carlos Puente Salas.

Con dicción imposiblemente grave, el paisano abunda en un grupo de argumentos que, según su partido, no se andan por las ramas. Enumera logros y nos champa la profundidad de la prístina visión de los muchachos relamidos del Verde Ecologista, sobre todo en materia de educación y salud.

Así, sin siquiera poder insinuar un basta, los viajeros debemos aguantar vara y escuchar una persistente seguidilla de 40spots40, donde los jóvenes y adolescentes mexicanos están a punto de desertar del panorama nini, gracias a la profusa distribución de cursos de computación e inglés, gracias también a los “vales del primer trabajo”, y donde los ancianos salen felices del hospital donde fueron operados y agradecen la aparición providencial de los verdes, que vencieron el criterio fenicio de los galenos. Cuarenta veces (¡Malditos sean hasta su octava generación!).

Después de varias tandas, mi cerebro rechaza la monserga y da instrucciones para fijar la vista en otra parte. De plano, no se puede. Canija realidad: mis ojos registran decenas de ancianos desamparados vendiendo lo que pueden y a pandillas de jóvenes que hacen malabares para limpiar parabrisas o controlar el fuego o el viaje de ocho pelotas a la vez, pero no observo ahí el resultado de las famosas gestiones de las que habla un Puente ascendente, cazador de puestos, méritos y bonos para ser gobernador. A lo mucho, algunos de ellos podrán contratarse en este periodo para repartir volantes, circular por las banquetas y parques en bicicletas publicitarias, correr en patines con dípticos y globos, y gritar consignas infantiles y ñoñas, favorables a la vida verde y el PVEM.

Parece que no se le dan los números a Carlos Puente, porque durante el trayecto, donde casi 200 viajeros fuimos barridos y trapeados con desprecio por la insalubre alharaca verde, lanzada desde un aparato de televisión, nos ofreció un sobre con la supuesta imagen prestigiosa de su partido, pero nos ocultó el contenido de la amplitud social de su fantástico programa. Puro verbo segundón/ perico chafa/  tucán ramplón.

Cierto, el jovencito Puente no está interesado en anclarse en los terrenos del desempleo, la caída salarial, la catástrofe agraria y los conflictos generados por un modelo económico que no fue diseñado por nosotros. Desde la pantalla, él nos requiere sólo para mostrar la sabiduría escolar del grupo de jóvenes engominados al que pertenece, leales a sus artificiosas conjeturas y ocurrencias, próceres de la rebelión doméstica, bien comidos, guapos, saludables, dispuestos a aprender mucho de las malas mañas de su dirigente nacional, para iniciarse como agentes del poder oficial y de los intereses extranjeros.

  1. Supongo que este es el activo más importante de Carlos Puente Salas: poner a la disposición de su partido su experiencia como “comunicador”. Vocero oficial, desde hoy se ubica en un lugar predilecto entre los demás aspirantes del Partido Verde.

Es hora de pensar algo acerca de las fuerzas que lo aúpan, porque no reparo en él la semilla del talento y la iniciativa política. Eso sí, tengo la percepción de que su decepcionante perfil intelectual arroja saldos que pronto serán lamentados por sus propios paisanos. Cosa que no es rara en Zacatecas.

Advierto a un Carlos Puente invulnerable, blindado por intereses televisivos, dispuesto a ser gobernador de Zacatecas (¡Aguas, Pedrito!). Lo suyo no es la seguridad enfática de quien corrió la legua por la vida, ganando espacios políticos con militancia y adquiriendo un prestigio a partir de trabajar con la población. El ceñido espectro de sus ideas no concita el optimismo de la vox populi; al no registrar intervenciones con ideas de calado, salvo las que le redactan sus asesores profesionales o sus dirigentes partidarios, nos predispone a considerar que su proyecto se reduce a reproducir la naturaleza frívola y superficial con que su partido persiste en ganar los espacios de poder. ■

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