20.8 C
Zacatecas
miércoles, 1 mayo, 2024
spot_img

Repensar a Marx (cuarta y última parte)

Más Leídas

- Publicidad -

Por: DANIEL SALAZAR M. •

Uno de los grandes problemas por los que han atravesado la mayoría de los partidos, ha sido el de alejarse de las masas trabajadoras para convertirse en un aparato burocrático y autónomo, circunstancia que acarrea cambios en el funcionamiento de toda organización, así como en sus contenidos políticos.

- Publicidad -

De la historia –tan repleta de casos en decadencia— pudiera destacarse el papel de los partidos socialdemócratas europeos quienes, habiendo sido grandes partidos de masas, se dedicaron a la práctica de un “legalismo” circunscrito a las actividades electorales y del parlamento, así como a la lucha inmediatista por reivindicaciones economicistas y sindicales. Se consagraron a la reforma de la sociedad existente, en vez de buscar abolirla. Peor aún, tiempo después, ni siquiera eso… Su política se dedicó a detener la lucha del proletariado por el poder.

Esta y otras referencias históricas –planteadas de diversas maneras en esta serie de artículos– tienen el propósito de recoger toda la experiencia y/o herencia teórica, capaz de auxiliarnos en el entendimiento de la conducta de las organizaciones políticas actuantes. Gracias a eso, hoy podemos entender mejor el comportamiento y las diferencias entre las organizaciones reformistas y las revolucionarias, a lo largo de la historia y en los momentos actuales.

Más allá del programa, funciones sociales, membrecía, número de diputados o gobiernos locales, podemos diferenciar que las organizaciones revolucionarias buscan promover y no pacificar las luchas y acciones de masas; se plantean no sólo poner en duda al partido en el  gobierno, sino a la forma de producción capitalista, a todo el orden burgués establecido; al Estado.

Con ello, podemos también distinguir a grandes rasgos, dos modelos generales de organización política: Un “club electoral” -que se moviliza cada cierto periodo- y una organización de combate basada en la selección de miembros activos y conscientes, ligada a los movimientos. El modelo electoral, de vez en cuando puede movilizar a una membrecía pasiva que le ha otorgado votos, pero, a diferencia de una organización de combate, poco o nada hará por impulsar en ella la conciencia política de clase.

Para Ernest Mandel, el factor central de la teoría leninista de la conciencia de clase proletaria, es el problema de la definición del sujeto revolucionario; menciona que bajo el capitalismo, la clase obrera es el sujeto potencial revolucionario. “La actividad de la vanguardia revolucionaria  –agrega–  es capaz de posibilitar la conciencia de clase de los obreros avanzados para incitarlos a cruzar el umbral de la reforma capitalista”…pero, que esto no es posible se dé de manera automática, ni desatendiéndose de las condiciones objetivas. Esto no es un asunto de mera voluntad política.

“Una táctica correcta” o “una línea política correcta” no son suficientes para generar fuerza revolucionaria. Mientras las circunstancias objetivas se mantengan desfavorables, ninguna “táctica correcta” será efectiva. Toda concepción de estrategia, deberá partir de la idea de que hay ritmos en la lucha, que hay aceleraciones, reflujos y condiciones desfavorables. Pero también y sobre todo, que existen períodos de crisis en los cuales las relaciones de fuerzas pueden transformarse radicalmente y poner en la orden del día, la posibilidad de “cambiar el mundo”, de cambiar la sociedad.

Para “cambiar el mundo” (cada vez más injusto y más violento) es necesario Repensar a Marx y a los marxistas y en ello, entender que es preciso pasar por la conquista del poder. ¿Y qué quiere decir eso de “tomar el poder” tan mencionado? Para aquellos que creen que “tomar el poder” significa alcanzar puestos y ocupar los aparatos del Estado, Bensaid nos dice que tomar el poder es –en una acción colectiva y compartida— transformar las relaciones de poder y las relaciones de propiedad. Es romper el círculo vicioso de las relaciones entre el Capital y el trabajo.

El camino de toda revolución es largo y difícil. Ya decía el Presidente Mao que la revolución no es una cena de gala. El adversario es feroz, poderoso y la lucha de clases es, en muchos aspectos, despiadada. No habrá que rendirle culto, pues la legítima violencia revolucionaria no es la característica principal. El viejo sueño de la libertad, de abolir la explotación del hombre por el hombre, es lo que está detrás de toda revolución.

Para el trayecto, será necesario tener presente a Marx y seguir al pie de la letra, la idea de que la emancipación de los trabajadores es la obra de los propios trabajadores; que por más determinados y valientes que sean los militantes revolucionarios, éstos no harán una revolución sustituyendo a la mayoría de la población.

Por mucho tiempo (y todavía en nuestros días) destacó la idea del partido “pedagogo, educador”. A partir de Lenin, creció la idea del partido estratega; de un partido que organiza las luchas proponiendo sus objetivos. El “viejo” modelo leninista de la organización, seguirá siendo un referente obligado para las luchas presentes. ■

 

Fuente informativa: D. Bensaid: Estrategia y Partido

www.prt.org.mx

[email protected]

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -