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jueves, 16 mayo, 2024
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Fuera máscaras

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Los dirigentes nacionales de los partidos políticos que integran el frente opositor que abandera Xóchitl Gálvez se apuntaron como candidatos plurinominales a ocupar un espacio en el Congreso de La Unión que tomará posesión en los próximos meses.

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Parece que ninguno tiene fe en formar parte del próximo Gobierno federal.

Tampoco intentaron alguna posición de voto directo ya sea en uno de los puestos ejecutivos o legislativos que se disputarán en la próxima elección. Por el contrario, buscaron las opciones seguras aún en la derrota. 

A decir verdad, no es extraño la colocación de líderes partidistas en los espacios plurinominales. Tampoco comparto la condena generalizada a quienes hacen carrera política desde esas posiciones. Por el contrario, considero que éstas pueden ser oportunidades estratégicas de los partidos para hacer llegar a las figuras congruentes con sus ideas con independencia de lo circunstancial o de factores como carecer de dinero para hacer campaña en un muy lamentable sistema electoral que aún lo hace imprescindible. 

En ese estado de cosas, la incorporación de los dirigentes nacionales a las listas plurinominales es noticia no por lo inédito del asunto, sino porque contradice su propia narrativa de ser herramienta para hacer llegar al “ciudadano de a pie” a los puestos de decisión.

Ante el desgaste de sus marcas y la falta de identidad de las mismas, el tricolor, el blanquiazul y el negro-amarela se mezclan en un rosa que pretende aglutinar ciudadanía que no tiene claro lo que quiere, pero sí lo que no; y no quiere a este proyecto de nación que se ha hecho llamar cuarta transformación 

Habiendo sido pues esa la idea, la de fuerzas políticas que se diluyen para dar espacio a los ciudadanos, es por demás claro que al momento de la verdad los espacios legislativos serán para los de siempre: los más priistas, los más panistas y los más perredistas. Es decir, todo ha cambiado para no cambiar.

Quizá estamos en el momento de superar la falsa dicotomía entre ciudadanos y políticos, esa tan de moda en los últimos 15 años y que buscó encumbrar a las individualidades como garantía de honestidad, por suponer que los llaneros solitarios se libraban de las mafias partidistas.

Poco a poco el modelo se desgastó y uno de sus máximos exponentes, Pedro Kumamoto terminó por construir un partido político y aliarse a otro más grande, como Morena. 

Otros esfuerzos quedaron en el camino. Marichuy, impulsada por el zapatismo hace seis años se quedó muy lejos de conseguir el número de firmas mínimo necesario para llegar a las boletas electorales, a pesar del apoyo a su candidatura incluso en simpatizantes de partidos de izquierda. 

Tampoco lo logró Margarita Zavala que, aunque pasó el primer filtro, se retiró de la contienda mucho antes del día de la elección, a pesar de la estructura que pudo haber forjado con su larga trayectoria y el apoyo de su marido, un expresidente de la República. La aventura fue breve y terminó por volver al Partido Acción Nacional que la vio nacer políticamente.

 Y el último fracaso en la ruta independiente es el de Eduardo Verástegui, para quien la fama, el dinero y hasta los contactos poderosos como el de Donald Trump o Ricardo Salinas Pliego fueron insuficientes para alcanzar su registro.

Se acortan las alternativas electorales para quienes no se sienten identificados con la cuarta transformación, mucho más si en el anhelo de no apoyar eso, están buscando algo que no se parezca a lo que dejamos atrás. 

Parece faltarle maduración a Movimiento Ciudadano para convertirse en esa opción; y PRI, PAN y PRD no responden por el momento a esa expectativa. No todo está perdido para ese sector en su orfandad electoral. Cuando menos los plurinominales terminan con la hipocresía. 

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