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viernes, 17 mayo, 2024
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Mediante El Carretón del Desierto expondrán Kasia Sek y Jaime Hevia la libertad del teatro trashumante

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Por: ALMA RÍOS •

■ Presentarán el próximo lunes muestra fotográfica sobre su trabajo en el Altiplano mexicano

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“El Carretón del Desierto es nuestra vida, no es un proyecto teatral. La función es parte de aquel show”, expresa  Kasia Sek sobre toda una forma de ser y de existir junto con Jaime Hevia.  Los dos jóvenes artistas conforman esta compañía de teatro trashumante que ha encontrado su lugar natural de desarrollo en México, concretamente en el Altiplano del país.

Kasia y Jaime compartirán con quien quiera atestiguarlo, la realidad en la que viven y la otra, una desconocida por muchos, respecto a las condiciones de la vida cotidiana de la gente de las comunidades rurales inscritas entre los estados de San Luis Potosí, Coahuila, Durango y fundamentalmente Zacatecas, donde ellos han desarrollado su trabajo artístico.

El próximo 29 de junio de 2015 a las 19 horas en la Bóveda  2 del Centro Cultural Ciudadela del Arte, será inaugurada El Carretón del Desierto, exposición compuesta por una serie de fotografías que recuperan los seis años de esta experiencia, “para que vean que es una parte de México enorme, grande y preciosa que seguramente aquí muchos no conocen”, sentencia Kasia Sek.

La muestra, en la que colabora la artista plástica Magdalena Chuchnowska, quien viajó exclusivamente de Polonia para ello, se compone de más de una decena de imágenes y la proyección de un fragmento del documental que acerca del trabajo de Sek y Hevia realiza Jorge Prior, cineasta que los contactara a partir de la publicación del reportaje de Alfredo Valadez en el periódico La Jornada.

También se exhibirá el registro gráfico recuperado por ellos mismos durante el último año en sus recorridos.

Jaime Hevia destaca además, durante la primera semana de exhibición de El Carretón del Desierto, propondrán un espacio performático compuesto por las marionetas con las que montan los espectáculos  La familia, La visita, El sueño es vida y El corazón gitano, sus cuatro producciones trashumantes.

Se agregarán objetos, dice siempre sonriente Kasia Sek, como “la tina que nos da de comer, que es donde nos echan las moneditas las gentes de las comunidades”, así como las parrillas donde a campo abierto calientan los alimentos y sobre la que colocan su cafeterita.

La recreación de su cotidianidad migrante, nómada, provista de lo básicamente necesario para llevar una vida libre, que acarrean sobre un carretón halado por dos caballos, acompañados por Sebastián, un burrito, quien es también la estrella del espectáculo, será el contexto ideal para la conversación sobre el anecdotario que quieren compartir con los visitantes. Lo que se encuentra detrás de esta exposición relatan, es una decisión respecto a su proyecto vital.

Desde hace seis años Sek y Hevia decidieron dejar la ciudad para vivir alejados de “esa locura”, del ritmo que se impone a la existencia de la gente en los centros urbanos, aun cuando para actores como ellos, es justo allí donde se encuentra el trabajo, exponen en voz de Kasia Sek.

El amor de Kasia es justo ese, el teatro, la actuación. Dice no haber tenido nunca otro deseo de ser. “Pero también me cansé de la ciudad, el puro compromiso, el puro correr, luchar”.

Así, la forma de vida que le gusta vivir la encontró en México. Aquí, señala, todavía se puede estar cerca de los animales, de la tierra, hacer girar la existencia con “el ritmo de sol”, sin alarmas, sin celulares, sin tele.

En su natal Europa, esto ya no es posible, dice, pues aquel territorio, más pequeño, está también  más controlado e inscrito en normas.

“Si yo prendo fuego donde sea porque tengo que hacerme el café… pues ya soy delincuente. Aquí todavía no. Prendo el fuego y viene alguien y me trae la tortilla”.

Sek y Hevia se pusieron a prueba  aquí respecto a la vida que querían vivir y que al principio no sabían si podrían mantener. Esa prueba ha sido superada  y al momento, precisa Jaime Hevia, han visitado ya 80 comunidades.

Entre los que han encontrado y que expone Hevia como un “orgullo”, es que en estas zonas todavía existe “el respeto al hambre, todavía en todas las comunidades lo primero es fijarse en otro ser humano que llega…y, ¿ya comieron?, ¿ya comieron sus animales?”, reproduce las preguntas con las que son reiteradamente recibidos.

“Ya cubierta esa necesidad primaria ya platicamos. En la ciudad se pierde esta sensibilidad. Es una chulada tratar con la gente a este nivel”.

La sensibilidad, agrega Kasia, parece directamente proporcional a la lejanía de una comunidad, y por el contrario entre más cercada se encuentre alguna de una carretera, aunque no desaparecen los gestos humanos, si se hacen menos reiterados.

Lo que ocurre con la respuesta a espectáculos como el suyo también puede ser diverso, desde la ausencia del aplauso, que no implica el descontento del público. Pero siempre, agrega Jaime Hevia, puede observarse en estas comunidades ubicadas en lo que él llama el “desierto cultural”, esto porque a ellas llega una nula oferta exterior al respecto, la opción que la gente hace por la ficción.

Mientras que en las ciudades los espectadores buscan “el truco”, el hilo del títere, la realidad detrás de la fantasía, en las comunidades rurales prefieren quedarse con todo el conjunto, eso que se exhibe y mediante lo que se relatan historias: “un monito que habla”.

“Ya se sabe que hay alguien que manipula la marioneta, pero eso no se hace interesante, se quedan con eso, ¡es un regalazo!”.

Kasia Sek y Jaime Hevia tienen ya una situación migratoria regularizada en el país que les permite realizar su labor de manera más estable, antes lo alternaban con salidas propiciadas además por requerimientos de carácter económico.

En este momento, buscan además de dar continuidad a su proyecto, apuntalarlo con la colaboración y especialización que pueden proporcionar otros artistas desde diversas disciplinas, pero también lograr algún apoyo institucional que permita su mejor desarrollo artístico, además de condiciones de mayor independencia económica para sus vidas, una que señalan se hace necesaria cuando se internan en las ciudades.

Por lo pronto, mostrarán en la capital del estado, la elección que han hecho por una forma de vida que pondera al arte y la libertad, por sobre las comodidades que ofrecen las ciudades.

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