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jueves, 16 mayo, 2024
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Carlos Santana y Marcus Miller en Montreux

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Por: CARLOS BELMONTE GREY •

Salí del auditorio Stravisnki justo en el momento en que Cindy Blackman Santana se levantaba de su banquillo de baterías para despedirse del escenario. Quise hacerlo así para tomar mis cosas rápidamente en el guardarropa, buscar un refresco e ir al baño antes de agarrar el coche y hacer tres horas de carretera hasta mi casa. Aproveché, pues, bajar las escaleras en caracol para ir escuchando lo que público decía: “¡qué loco Santana¡”, “¡pfff! Tiene casi 70 años y todavía toca así”, “¡ouh ouh dos horas y media de concierto y sigue destrozando el escenario hasta el final”, etc. etc.  Y la verdad -nunca he sido un apasionado nacionalista- se siente bonito que un connacional tenga una tal admiración en el extranjero, en Suiza (país capitalista por excelencia) y en el Festival de Jazz de Montreux, que es uno de los más importantes del mundo.

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Y es que Carlos Santana volvió por tercer año consecutivo (pero él ha estado regularmente asistiendo desde 1970) para celebrar el 50 aniversario de Montreux, en una de las fechas estelares, el 14 de julio –día de la fiesta nacional francesa-.

Pero por partes. El concierto fue precedido por el bajista Marcus Miller y otra vez, en puntito de las 20 horas comenzó el concierto. Bueno, esta vez llegué con casi 30 minutos de retraso porque en el escenario exterior, el Parque, se presentó el grupo Kumbia Boruka que estaba haciendo bailar a toda la raza –cosa de verdad rara en este público-. Y resulta que los chicos son de Monterrey, acompañados por chilenos y colombianos expatriados, pero de ellos les hablaremos con más detalle en una próxima nota para pasarles la entrevista completa.

En fin, volviendo con quien ha acompañado desde los años 70 a músicos como Eric Clapton, George Benson, Aretha Franklin, Paul Simon, Al Jarreau y Bryan Ferry, sin olvidar al grande Miles Davis (con él compuso Tutu), Marcus Miller regresó a Montreux después de 35 años de su primera aparición y lo hizo con una presentación apoyada principalmente por sus propias composiciones, alguna reprise de los Rollings Stones, y de su nuevo material. Una hora y media de su impresionante Groove, algo nada simple si se tiene presente que es el bajo el instrumento líder.

Media hora de reposo y entró al escenario Carlos Santana acompañado por su banda de siempre y, como ya comenté, su mujer en la batería. Sigue fiel a su estilo: dar espacio por un breve speech de la espiritualidad de su música y tiempo para el lucimiento de todos sus músicos. Para cerrar con una secuencias de casi 40 minutos de sus éxitos: Corazón espinado, Smooth, Jingo, Soul Sacrifice  y Oye cómo va.

Y es verdad, Santana sigue siendo una star y además, ahora –aunque ya tiene tiempo- una vedette de la guitarra. Lástima que sus conciertos solo algunos se los puedan pagar (de dos a seis mil pesos) y su tarifa se mantenga, hasta donde yo sé, en México.

Nos despedimos de Montreux pero seguro volveremos el próximo año para seguir disfrutando de la música legendaria y del Lago Leman en verano.

 

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