25.8 C
Zacatecas
miércoles, 1 mayo, 2024
spot_img

La poesía desde el chisme (I). Tu risa me hace libre, me pone alas

Más Leídas

- Publicidad -

Por: EDUARDO CAMPECH MIRANDA* •

La Gualdra 253 / Promoción de la lectura / Literatura

- Publicidad -

Es 12 de septiembre de 1939, una carta es firmada en la celda 22 de la Cuarta Galería, en la Cárcel de Torrijos, en Madrid. Meses antes había caído Catalunya y se erigía en pleno el régimen franquista. Por tercera ocasión en su vida, Miguel Hernández Gilabert, es puesto preso. Su ideología política, su defensa de la libertad resultan incompatibles con las de Francisco Franco. Motivo por el cual cada celda es un paupérrimo estudio donde lo mismo plasma versos, que cartas a Josefina Manresa –su esposa- o a sus amigos en busca de ayuda. Cada trozo de papel, sin importar su origen, era el único contacto con el exterior. No había más.

La tortura, los trabajos forzados, las condiciones insalubres son el escenario que comparten Hernández y otros cientos de reos hacinados en la “cárcel más pequeña de Franco”, pero no por ello menos cruel. La celda 22, tiene apenas dos metros y medio de largo y da albergue hasta nueve personas. En los primeros días de septiembre Miguel Hernández recibe una misiva firmada por Josefina Manresa. En ella le pone al tanto de la difícil situación económica por la que atraviesa y que impacta en el pequeño Manuel Miguel Hernández Manresa. El poeta se refugia tres o cuatro días en su celda. Soporta los constantes ataques de chinches, pulgas. No sale, ni siquiera, a ver el patio que inspiró su “Ascensión de la escoba” cuando fue castigado a barrerlo.

 

Esta semana, como las anteriores, llega martes y no ha llegado tu carta. También empiezo a escribir ésta para que me dé tiempo a echarla después, cuando el correo me traiga la tuya, que no creo que falte hoy. Estos días me los he pasado cavilando sobre tu situación, cada día más difícil. El olor de la cebolla que comes me llega hasta aquí, y mi niño se sentirá indignado de mamar y sacar zumo de cebolla en vez de leche. Para que lo consueles, te mando esas coplillas que le he hecho, ya que aquí no hay para mí otro quehacer que escribiros a vosotros y desesperarme.

 

En esos días de retiro sólo tiene por confidente una vieja libreta que lo ha acompañado desde marzo de ese año. Hernández vivía para la poesía y por la poesía. Esta libreta sería el borrador de su poemario Cancionero y romancero de ausencias. En ese tiempo de reclusión dentro de la cárcel, es probable que la imagen de sus hijos, uno muerto y el otro con hambre, además de la de su mujer, no dejaran de darle vueltas a su cabeza. Desde sus años de pastor aprendió a componer y estructurar la métrica mentalmente. Por ello su cuaderno es el borrador y, para algunos, diario de los días en prisión en ese lejano 1939. El último poema del cuadernillo contiene las “coplillas” dedicadas a Manuelito, sin título. Años después se conocerían con el nombre de “Nanas a la cebolla”.

 

La cebolla es escarcha/ cerrada y pobre:/ escarcha de tus días/ y de mis noches./ Hambre y cebolla:/ hielo negro y escarcha/ grande y redonda./ En la cuna del hambre/mi niño estaba…

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra-253

- Publicidad -
Artículo anterior
Artículo siguiente

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -