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jueves, 16 mayo, 2024
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Cómo nace la creencia de “La Encarnación de Dios”

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Por: MARCO ANTONIO TORRES INGUANZO • admin-zenda • Admin •

Comprender cómo brotó la creencia de Dios encarnado y que nace de una mujer virgen, implica tener claridad de cómo nace el cristianismo. Como tenemos poco espacio para explicar este asunto, seremos un poco esquemáticos. Distinguimos 7 momentos en el nacimiento del cristianismo: (1) el contexto donde nace Jesús, básicamente la extensión de ideas fariseas (como la resurrección) junto a la apocalíptica judía y la situación política del siglo I; (2) la vida de Jesús que se desarrolla en plenas coordenadas judías; (3) la muerte de Jesús y sus motivos fáctico-históricos; (4) la elaboración de su muerte por parte de sus seguidores; (5) la reconstrucción de la vida de Jesús; (6) la formación del cristianismo como movimiento; y (7) la separación del judaísmo y la formación de la institución cristiana. Pues bien, en este proceso está la siguiente clave: Jesús proclama la venida del Reino de Dios (como buen apocalíptico) y el móvil de esa venida es un personaje con diversos carismas (el mesías). Sus seguidores creen que él es el mesías. Pero los romanos lo matan. Y no puede haber ‘mesías-asesinado’ porque es un mesías-derrotado. En la noción de mesías no puede haber derrota; esto es, al ser derrotado deja en ese momento de ser ‘el mesías’, porque el signo de que realmente lo es, es justamente su triunfo. Entonces, viene el acontecimiento esencial del cristianismo: la resurrección. Con la resurrección se reivindica a Jesús como mesías, el cual puede regresar a terminar la tarea que quedó pendiente (traer el reinado de Dios a la tierra), y actúa desde ya a través de su espíritu.

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Los judíos creían en la resurrección al final de los tiempos, pero no en resurrecciones particulares antes de ese tiempo. Por eso, la idea de la resurrección de uno-solo representa una novedad. En la interpretación de este asunto es donde gravita el nacimiento del movimiento cristiano. Al ser resucitado, Jesús manifiesta cierta filiación con Dios. Por eso, le empiezan a llamar “hijo de Dios”, pero este epíteto en el contexto judío no significa que él es Dios, de ninguna manera. “Hijos de Dios” son todos aquellos que tienen cierta filiación con Yahvé, como los reyes o profetas. ¿Qué significaba que Jesús hubiera resucitado? Surgieron muchas interpretaciones al respecto, y para iluminar la respuesta a esta pregunta, se empezaron a observar los hechos de Jesús a la luz de textos mesiánicos del Antiguo Testamento. En otras palabras, después de la resurrección, se le aplican los textos mesiánicos a Jesús para explicar su muerte. Así, se empiezan a ver los antiguos textos sobre el mesías de Yahvé como anuncios del nacimiento de Jesús, y con ello, a explicar en qué consistía su mesianismo (dada la perplejidad de su muerte deshonrosa). La imaginación de las comunidades van dando origen a cuatro ideas distintas sobre la filiación de Jesús con Dios: (1) Jesús era un hombre normal, pero fue divinizado tras su muerte (cuando Dios lo resucita); (2) la divinización o filiación con Dios ocurre no después de su muerte, sino en un momento específico de su vida, como una adopción (el momento del bautismo); (3) la filiación ocurre en el mismo momento de la concepción (narraciones del nacimiento); y (4) la idea que Jesús en realidad era la encarnación del Cristo que preexistía desde la eternidad y en el nacimiento se encarnó y ‘se hizo hombre’ (el evangelio de Juan). En estas cuatro ideas distintas de la identidad de Jesús, cabe la elástica noción de “Hijo de Dios”. Estas cuatro interpretaciones estuvieron luchando entre sí, y debatían usando los textos mesiánicos del Antiguo Testamento para legitimar su versión, pero las versiones mesiánicas de estos textos también son diversas. Por lo cual, el debate se hizo muy complejo.

El debate se resuelve hasta el siglo IV y V, con los actos políticos que construyen los acuerdos y establecen las ortodoxias: los concilios. En este caso, los de Nicea, Éfeso y Calcedonia. Las comunidades cristianas de origen judío son más adopcionistas, y las de origen griego generaron  el consenso sobre la ‘preexistencia del logos’. Así, con la entrada hegemónica de la metafísica griega y el desplazamiento de las comunidades judeocristianas, se impuso la idea de un Dios trinitario y un Cristo de dos naturalezas, y por supuesto, preexistente a su nacimiento. Por tanto, la creencia de Jesús como Dios encarnado.

Hoy, en la teología contemporánea, donde se elabora una profunda crítica a la metafísica griega en la construcción de las creencias cristianas, y se reivindican los estudios histórico-filológicos, vuelve a ponerse en actualidad cierto adopcionismo: nuevas maneras de entender la filiación divina de Jesús y su misión de salvación. El cristianismo contemporáneo está en proceso de autocrítica a partir de un regreso a los orígenes en las tres cuestiones angulares del cristianismo: la identidad de Jesús (cristología), la misión de sus seguidores (eclesiología) y la naturaleza exacta de la salvación (soteriología). En suma, en el ámbito de la teología ahora mismo se debate la posibilidad de un cristianismo post-metafísico y, por tanto, que se recupere del olvido del Jesús de la historia y de la antigua noción judía del Espíritu de Dios. Estamos en un momento muy interesante. ■

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