Dos policías municipales fueron ‘levantados’ y asesinados en Juan Aldama; militantes de un partido fueron interceptados y ‘levantados’ en Fresnillo; hubo probablemente algún otro incidente de esta naturaleza en el curso de la última semana, aunque nada digno de consideración, por lo que asegura, el C. Gobernador, vive el estado en paz y armonía; y existen por ende inmejorables condiciones para la celebración de elecciones libres, participativas, seguras, transparentes, etcétera.
Si bien me había pasado por la mente, nunca con el crudo realismo resultante de las lecciones propinadas por el Siglo XXI, me había preguntado si el proceso que culmina en las urnas atrae algún beneficio al conjunto social, o por lo menos a un segmento significativo del mismo.
Imposible adelantar una respuesta sin algún repaso, así sea muy general, de lo acontecido en panorama nacional a partir del año dos mil; por lo que de la pregunta anterior conviene derivar un cuestionario, que bien pudiera ser:
¿Son los comicios, regularmente celebrados, un instrumento genuino de la voluntad popular?
¿Fueron, quienes aparecen en las boletas electorales, seleccionados mediante algún procedimiento mínimamente aseado?
¿Han desaparecido, o por lo menos disminuido, los vicios endémicos de los comicios mexicanos, tales como relleno de urnas, coacción del voto, compra del voto, explotación electoral de la pobreza, etc.?
¿Corresponde, la calidad de los procesos electorales, a la cantidad de los recursos empleados en los mismos?
¿Vive nuestro país, a partir del primer gran revés electoral del PRI, y su consecuente salida de la Presidencia, una vida pública que sin ambages pudiéramos llamar democrática?
¿Han con la alternancia desaparecido, o por lo menos disminuido, los vicios ancestrales de la vida pública del país, tales como la nula rendición de cuentas, la impunidad, la corrupción, etc.?
¿Ha mejorado, con la alternancia partidaria, la calidad de los gobiernos?
¿El establecimiento de un sistema de partidos, la celebración regular de elecciones, etc., han incidido positivamente en el desarrollo económico del país?
¿Existe, como resultado de nuestra vida “democrática”, algo parecido al Estado de Derecho?
De las respuestas que demos a estas y otras muchas preguntas, dependerá la que demos a la planteada en principio. ■
