30.3 C
Zacatecas
domingo, 5 mayo, 2024
spot_img

Memorias del “abatimiento”, desde el país de la tragedia

Más Leídas

- Publicidad -

Por: QUITO DEL REAL •

■ El son del corazón

- Publicidad -

 

Oye tú, Ramón Méndez, poeta infrarrealista y camarada,

salúdame a Beto Bolaño… Que ya somos menos.

 

Pues ahora sí parece que estamos muy “abatidos”. Como si no bastaran los affaires escandalosos, donde coincidió una fuga espectacular de nuestra cárcel más acorazada, con la esplendidez atípica y el esnobismo exhibido por los políticos mexicanos, que súbitamente se declararon amantes habituales de París, hoy tenemos que remar contra los primeros testimonios que nos convierten en país de poca credibilidad internacional. Lo digo con bochorno: parece que, a juicio de los países más “correctos y decentes del mundo”, ya estamos muy tatemados.

Ya en una entrega anterior quise, sin éxito, armar un alegato en contra de las asignaciones que se vislumbran a favor de las grandes petroleras internacionales, para explorar y extraer el hidrocarburo en zonas privilegiadas, otrora consideradas parques infranqueables por los dirigentes corporativos de Pemex. Pero nuestro país rumia como fantasma, después de ser “abatido” en su estructura política por los malévolos ataques de los banksters y el crimen neoliberal organizado, en Santa Alianza con la clase política local, y ahora adopta la postura de “flojito y cooperando”. Ya no objetó las transformaciones hechas a la ligera, para definir favorablemente el método de acreditación de las empresas privadas postulantes para la Ronda 1.

Nuestro país, en asuntos de hidrocarburos, se volvió frívolo y, oiga, muy facilón. A los funcionarios que dirigen la subasta de los bloques en aguas someras, hipotéticamente más productivos, se les pasó la mano con el abuso de la propaganda, porque durante meses aleccionaron al pueblo de México, acerca de la benignidad de las futuras asociaciones con los piratas petroleros trasnacionales más célebres. “Ahora sí, ahí viene el progreso”, casi chillaban en cuanto micrófono se cruzaba en su camino.

Pero se equivocaron. Bueno, yo también me equivoqué. Casi todos nos equivocamos. No llegaron los capos y sólo se presentaron al concurso, para esta Ronda 1, nueve de 24 empresas precalificadas. Pedacería pura. De los 14 bloques petroleros que salieron a subasta, sólo dos fueron adjudicados.

Este es un resultado ridículo, un fiasco. Acaso influyó el aturdimiento producido por los negros eventos de los últimos días, donde la mayor parte de las compañías podrían haber discernido, con oportunidad, que invertir en México puede resultar mal negocio. El azaroso panorama mexicano los forzó a adoptar una actitud distante, medio tímida, como la del pretendiente que sorprende abierto el santuario, pero no logra consumar el feliz ayuntamiento.

Ahora los funcionarios implicados y el mismo presidente de la República declaran con torpeza que, por ser la primera vez, no estuvo mal la experiencia y que aún hay muchas cosas por aprender. O sea, su falta de previsión y humor para el análisis político, les impide observar el drama que se efectúa en la trastienda. La prueba y error, método primitivo para la toma de decisiones, les nubló la vista y no asimilan el revés en toda su extensión.

Los mexicanos sufrimos mucho las ocurrencias de nuestros dirigentes políticos 2.0, alumnos obedientes de las tesis neoliberales, humanoides extraídos de los laboratorios del PlayStation y del Nintendo. Pura cabeza pétrea. El raído producto de la Ronda 1 se la asignamos a esta generación patito, que ha “abatido” al país con solo lucir su necedad.

Si queremos continuar con la útil discusión acerca del término “abatir”, es apropiado asimilar de una vez por todas que los mexicanos, desde hace mucho tiempo, estamos “abatidos”. Parece redundancia. Empero, al regresar a la palabra y darle un tratamiento afable, podremos encontrar uno de los nudos misteriosos, emplazado en la parte más remota de la conciencia nacional, que explica con claridad suficiente la causa del “abatimiento” de nuestro ser y de nuestra incapacidad para rescatar los hilos de orgullo creativo más brillantes.

De Tlatlaya al esclarecimiento de nosotros mismos, se titularía el posible ensayo conclusivo de los mexicanos, cuyas tesis más brillantes podrían enseñar más de lo que tradicionalmente sabemos acerca del ser nacional, más allá de los esfuerzos de Samuel Ramos, Jorge Portilla u Octavio Paz: Los mexicanos no reaccionamos a la ira de los piratas neoliberales porque estamos “abatidos”; no nos indignamos por el saqueo con que se presentan las compañías petroleras trasnacionales a nuestro territorio, porque estamos tristes y “abatidos”; no objetamos el dolo e ineficiencia de los funcionarios públicos, debido al pesado “abatimiento” histórico que cargan nuestras espaldas.

El “abatimiento”, palabra concisa de abundante polisemia, debe bajarse a la esfera de la charla de café, con la intención de explicar la causa de nuestra inmovilidad, pues dejó de pertenecer a los móviles personales y a la intimidad del que se niega a proseguir y se provoca la muerte. Ya no es el mágico ardid que nos justifica para mantener, copa tras copa, llanto tras llanto, baba tras baba, el duelo silencioso de una borrachera de buró. El “abatimiento” giró su contenido necrófilo y hoy nos invita a mantenerlo bajo la luz de la observación,  si es que se desea examinar los símbolos que mantienen al país en una aguda postración, en visible tristeza.

Y en esta inventiva, el “abatimiento” transgrede el débil marco de la criminalística, supera con creces las exasperantes disquisiciones de los señores Cienfuegos, Rubido, Chong, et al, para instalarse como novedosa línea teórica que extiende su lucecita, si bien todavía un poco débil, en lo más profundo de las estalactitas y estalagmitas de nuestra memoria histórica. El “abatimiento” puede ser la interpretación general más acabada, que mucho puede ilustrarnos acerca de nuestra desesperante incapacidad para hacer revelar la certeza que nos permita hablarle de tú a la modernidad.

Es la clave que nos invita a crear una auténtica república con instituciones brillantes, para diseñar un proyecto de país de trabajadores imaginativos, con iniciativa y valerosos, sin huellas ni virutas de antiguos lloriqueos y malsanas inmovilidades. Es hora de caminar Hacia una Transformación Democrática de la Realidad Mexicana.

¿Qué hacer para derrotar el “abatimiento”? Caminar erguidos. ■

 

- Publicidad -

Noticias Recomendadas

Últimas Noticias

- Publicidad -
- Publicidad -