■ La cinta, realizada por la nieta del expresidente chileno, narra la vida privada del ícono político
■ La película proyecta imágenes no oficiales, voces en off y fragmentos de entrevistas con la familia
CANNES, FRANCIA. Marcia Tambutti Allende es bióloga de profesión –es lo que le da de comer- y realizadora de cine por pasión. Y es también, una de las nietas del expresidente chileno Salvador Allende, derrocado en 1973 por el golpe de estado comandado por Augusto Pinochet y que lo llevaría a imponer su dictadura durante 16 años.
Pero Tambutti Allende no es una nieta cualquiera de un abuelo cualquiera, sino que es la nieta “metiche” de la familia Allende; la preguntona; la que hace ocho años se fue de México -en donde residía exiliada desde el derrocamiento de su abuelo- rumbo a Chile, con cámara en mano, para entrevistarse con su familia que había vuelto al país tras el regreso de la democracia en 1989.
Tres años duró su viaje inquisidor. Se entrevistó con su abuela, la viuda de Allende, Hortensia Bussi; con sus primos; con su tía; con vecinos de las diferentes casas que tenía su abuelo en Chile; y con viejos amigos. A todos les preguntó sobre la vida privada de su abuelo y les pidió fotografías. Su objetivo era conocer a Allende, al abuelo, y no al presidente ni al hombre político. Quería ver fragmentos de la vida distintos a las oficiales imágenes públicas que han apoyado la formación del ícono Allende.
A esos tres años de preguntas se sumaron otros cuatro para la selección de las fotografías, de los diálogos, de las secuencias y por fin, el montaje del documental que llevaría el título Allende, mi abuelo Allende.
Siete años de trabajo financiados por apoyos del gobierno chileno y mexicano y por el programa Ibermedia, pero sobre todo, por los recursos propios de Marcia que bien dijo en entrevista exclusiva, “nadie patrocina un proyecto de tanto tiempo”.
Allende, mi abuelo Allende es, pues, un documental que ha sido presentado en la Competición en la Quinzaine des réalisateurs, competencia paralela a la de la Palma de Oro en la 68 edición del Festival de Cannes.
Durante 97 minutos por la pantalla vemos desfilar series de fotografías familiares y de las extrafamiliares (familias paralelas a las de Allende, pues “era de ojo alegre”); y con los amigos, que se completan con voces en off y fragmentos de las entrevistas con la familia. Descubrimos los complicados destinos de una familia que se tuvo que desperdigar entre México y Cuba para escapar de los horrores de la dictadura. Los primos que se reencuentran; los relatos que habían estado escondidos, censurados u olvidados por los entrevistados a manera de protección resurgen. Nos enteramos, por ejemplo que Beatriz Allende Tati, la tía de Tambutti Allende e hija del presidente, era la secretaria particular de su propio padre y que tras el golpe de estado se exilió en Cuba para continuar su activismo político pero una depresión psiquiátrica la llevó al suicidio en 1977.
El documental trata de un relato familiar y se convierte en un fragmento de la historia y de la memoria colectiva de una época. Marcia Tambutti Allende comentó que se quedó con una gran cantidad de material que no decidió montar en el documental para evitar grandes digresiones en la narración central. Sin embargo, espera montar un programa virtual que permita engarzar estas historias y realimentarlas con otras memorias orales de lectores que quieran cooperar y ayudar al engarzamiento de la memoria colectiva chilena.
Para septiembre de este año está programada la proyección oficial del documental en Chile. La directora sabe que Allende es un tema que marca fronteras y polariza a la población chilena: “Hay quienes adoran a mi abuelo, hay quienes le siguen viendo con respeto, y hay algunos pinochetistas”. Por lo pronto, a la familia Allende el documental le ha encantado y conmovido: “les hizo ver a mis familiares hasta qué punto estábamos cerrados al tema, algo que ellos mismos ni siquiera se daban cuenta”, sonrió y así terminó la entrevista Marcia Tambutti.
