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jueves, 16 mayo, 2024
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Zacatecas, la abolición futura de las clases sociales

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Por: MIGUEL ÁNGEL AGUILAR •

■ Historia y poder

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Los historiadores burgueses y comodinos explicaron a modo que la infelicidad del hombre moderno se debe en mucho a la marcha irrefrenable de sus vicios y dejadez.

Los historiadores populares bien pueden refrendar el compromiso de clarificar todos los caminos recorridos y adelantar que será, cueste lo que cueste, feliz el futuro milenario de los pueblos zacatecanos y mexicanos.

Es decir, la abolición de las clases sociales, así como se lee, se escucha, se escribe: jamás ricos o pobres, clase media y clase ínfima desposeída de todo derecho, ni lumpen ni proletarios depresivos y exasperados, ni castas ni los señoríos feudales que aun merman la vida civil y mercantil en muchas localidades alejadas, ni odios ni opresiones, ni avaricia ni el delirio consumista por el dinero.

Es posible eso.

Las clases dominantes que le han hecho un daño enorme al pueblo zacatecano al paso de los siglos, fomentaron una visión aterradora y cuasi divina de sus acciones dictatoriales y se protegieron con bonos y prebendas para generar grupillos deleznables que dieran fechas o cifras de los monumentos fríos y con un lenguaje adrede indescifrable para la mayoría que  sigue creyendo la historia es cosa de curros comodinos o universitarios afeminados que justifican camarillas y sentencias.

La historia del pueblo zacatecano es una y no debe de verse como un calendario inamovible en el que los malos fueron los ricos y los buenos los pobrecitos y que las traiciones campearon en todo momento gracias a la prebenda y a la compra masiva de conciencias con curules degradantes y bolos en desfiles del hambre y la necesidad tan desmedida.

Debe verse como lucha constante entre oprimidos y opresores, conquistadores y caciques contra las muchedumbres desalmadas con hambre y frío, y la presencia siempre de los indiferentes, los cómplices, los mercenarios de la pluma, las mentiras de la iglesia, la atrocidad de las policías, la intoxicación de los abogados que sabiendo las obligaciones del Estado, éste se desatendió en robar y engañar y nunca cumplir como constitucionalmente debe.

De una u otra manera muchos zacatecanos vieron con atención las experiencias comunistas potosinas de 1880 en Ciudad del Maíz en donde el cura Mauricio Zavala realizó intentos verdaderos de encauzar las rebeliones indígenas instaurando comunas socialistas y que llamaron la atención de las clases dominantes del país en un mundo que proclamaba cambios profundos ante la voracidad desmedida y la ultra miseria y despojo de las inmensas mayorías.

También el insólito caso del gobernador potosino Aurelio Manrique que en 1923 fue acusado de ser “conductor de chusmas comunistas” al hacer un llamado al apoyo de las huelgas que se suscitaban en la ciudad, especialmente la de los panaderos y sus sindicatos  al igual que en Zacatecas paralizaban el orden del día y protestaban por mejores condiciones de vida.

Por supuesto que ambos intentos fueron masacrados.

Pero su ejemplo persistió como una luz en el camino.

Cuantos intentos en Zacatecas hicieron algo similar y fuera de motes o apellidos, sino en el afán de paliar las funestas consecuencias del hambre, la injusticia, la sobredosis de malicia.

En lo más aciago de la guerra civil española supimos que los republicanos se comportaron como verdaderos hermanos en la hazaña, mientras grupos de anarquistas a modo se iban a las montañas a practicar una especie de hipismo que tuvo resultados negativos para todos.

Tales ejemplos, nos han dejado siempre, enseñanzas claridosas.

Pasarán muchos años quizá en que por fin los pueblos  del mundo entiendan, que es posible vivir sin clases sociales y que todos seamos uno, aunque haya genios y artistas de verdadera calaña y odiseas. ■

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