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miércoles, 15 mayo, 2024
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Periodismo ciudadano

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Uno de los mas aborrecibles clichés actuales es el de los políticos que niegan serlo y se llaman a sí mismos “ciudadanos”; como si sus adversarios no lo fueran. De ahí mi reticencia a lo que se apellide así, candidato, propuesta, gobernante, consejero, “ciudadano”. La culpa no es del vocablo, claro, sino de quienes la usan como disfraz para disimular el vacío. Pero no es el caso del tema que hoy nos ocupa, el periodismo ciudadano.

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En este país donde el asesinato de periodistas es pan de cada día, tristemente es fácil acostumbrarse. De la conmoción que podría generar el asunto en otro contexto, los mexicanos pasamos a levantar los hombros, lamentarse un poco, sumar a la lista, y convertirse en “abajo firmante” de las exigencias de justicia.

El caso de Moisés Sánchez fue distinto para mí, la noticia de su rapto el 2 de enero de este año reveló, para quienes no lo conocíamos, una conmovedora historia de pasión por el oficio, un periodismo hecho a contra viento y con el claro objetivo de ver por la comunidad en la que Moisés vivía con su familia en condiciones muy humildes.

En el tema de atentados contra la prensa, el gobernador de Veracruz, Javier Duarte, tiene un récord que haría palidecer casi a cualquier dictador del mundo. En su sexenio 10 periodistas han sido asesinados, cuatro secuestrados sin que se sepa hoy de ellos, y han sucedido 132 ataques contra medios de comunicación. Sin embargo para Duarte, su responsabilidad en esto, ya sea por obra u omisión, no se tradujo siquiera en pudor para tratar de demeritar el trabajo de Moisés Sánchez, argumentando que no era periodista, sino taxista.

Era ambas cosas, Moisés Sánchez manejaba un taxi en su pequeño pueblo de Medellín; con el dinero que obtenía por ello mantenía a su familia y publicaba el semanario La Unión, en el que reportaba las fallas de la presidencia municipal, que si no había luz en una calle, que si había problemas con la basura, la corrupción con la que se otorgaban obras, el nepotismo, etc., en resumen, lo que preocupaba a su comunidad.

La información la obtenía entre tiempos, en su taxi llevaba a alguien a una colonia donde, por ejemplo, no había pavimento, y regresaba luego para tomar fotografías y entrevistar a los vecinos sobre la situación.

Publicaba semanalmente mil ejemplares que repartía gratuitamente, sin más objetivo que compartir sus preocupaciones. También lo difundía por redes sociales, era efectivo y más económico.

La pasión que Moisés tenía por el oficio, sólo se ve en los muy grandes. Scherer, que recientemente partió, es ejemplo de ello. Entre las anécdotas que se narraron luego de su muerte Poniatowska contó que a don Julio alguien le dijo que Fidel Castro saldría por un elevador, y lo esperó ahí toda una noche para pedirle una entrevista, y la consiguió. Ya ni hablar de la que le concedió el sub comandante Marcos muy de madrugada, o la del Mayo Zambada a salto de mata.

De esa misma vena parece estar hecho Pedro Canché, quien se encuentra preso en Quintana Roo, por cubrir el bloqueo a oficinas gubernamentales que realizaban cien indígenas mayas en protesta por los altos precios del agua. Canché fue encarcelado hace cinco meses acusado de sabotaje, igual que los activistas que participaron en la manifestación.  A pesar de aclarar que estaba presente para recopilar información se le niega su carácter de periodista, y con ello su libertad.

Mientras en México estas historias del periodismo y su peligrosidad se pierden en las notas secundarias, en Estados Unidos estas circunstancias son rentables. Hace unos días el periodista Brian Williams tuvo que renunciar a su espacio de noticias en la cadena NBC, tras descubrirse que había inventado, o mejor dicho, dramatizado una historia. Resulta que durante la invasión a Irak, Williams viajaba en un helicóptero militar estadounidense, cuando la aeronave que le precedía fue atacada. No resistió la tentación, Williams narraba la historia en primera persona, como si hubiera sido el protagonista, pero los militares ahí presentes lo desmintieron.

Otra periodista que fue noticia recientemente es Martha Esther López Huang que reseñó con lujo de detalle el concierto que Luis Miguel daría en Mérida el 7 de febrero, y al cual el cantante no llegó. Entrevistas con las admiradoras y comentarios del físico y la actitud del artista llenaban el texto que El Peninsular publicó. Por la hora, y quizá por las exigencias del medio, López dejó la nota por adelantado, suponiendo e imaginando lo que pasaría en ese concierto que no fue.

Esto sucede con el periodismo “profesional”, el ciudadano tiene los suyos también, pero vale la pena el intento. Después de todo, necesitamos periodistas así, como Moisés Sánchez o Pedro Canché, necesitamos ciudadanos así. ■

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