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jueves, 16 mayo, 2024
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El Canto del Fénix

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Por: SIMITRIO QUEZADA •

  • Joaquín Amaro, el grande

Quienes buscamos elevar la calidad educativa en nuestro medio conocemos de primera mano los retos que implica instaurar una profesionalización cabal. Por eso admiro tanto al sombreretense Joaquín Amaro, el dos veces revolucionario.

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Enfatizo que Amaro fue dos veces revolucionario porque, uno, participó en la revuelta armada de inicios del siglo 20 en nuestro país: primero como carrancista, motivado por el maderismo que profesó su señor padre don Antonio “quien fuera peón mayordomo de la hacienda de Corrales, en Sombrerete”, y después como obregonista. Y, dos, fue revolucionario después cuando reestructuró la formación militar en nuestro país.

Su disciplina era ejemplar, quizá resabio de su ascendencia indígena, tarasca. A eso se agrega una gran sagacidad, más que inteligencia. Recordemos que en Celaya, cuando Amaro debe enfrentar a los famosísimos Dorados de Villa, él es muy consciente de que sobre los hombres a su cargo pesa el mito de la invencibilidad de la grupa villista. Entonces Joaquín tiene la brillante idea de tomar todos los uniformes de reos de la prisión local y cubrir con ese “atavío de peligrosidad” a sus soldados. Gracias a eso pasaron a la historia “Los rayados de Amaro”.

Joaquín Amaro es una columna importantísima en la historia del Ejército Mexicano. Fue formado como guerrero en el norte del país, sobre todo Durango y Zacatecas, pero su experiencia como militar se dejó sentir en el sur, sobre todo Michoacán y Guerrero.

“Habla poco y hace mucho”, decían sobre él superiores e insubordinados. Quizá ningún otro elemento del Ejército Mexicano se hubiera atrevido a hacer lo necesario para esa época: emprender una profunda reforma militar, reorganizar las tropas, revalidar grados a altos oficiales, revalorar la disciplina castrense, institucionalizar de modo efectivo las fuerzas armadas.

Joaquín Amaro instauró diversas bibliotecas y canchas para los militares. Para él fue siempre fundamental el estudio, la lectura y el acondicionamiento físico. Hombre siempre profesional y siempre leal, inculcó en las fuerzas armadas un apartidismo a toda prueba, lo que derivó en que, mientras en el resto de Latinoamérica los golpes militares de estado fueron una constante hasta la década de los años 80, México tuvo y sigue teniendo fuerzas armadas patriotas y siempre leales al Poder Ejecutivo en turno, incluso tras la transición de 2000 con el panista Vicente Fox y su sucesor Felipe Calderón, entre 2006 y 2012.

Sin Amaro no se entendería la creación e impulso a la Escuela Superior de Guerra, el Colegio Militar, la Escuela Médico Militar, la Escuela Naval Militar, la Escuela Militar de Veterinaria y Mariscalía, las Escuelas de Tropa, las Escuelas de Formación y Aplicación de Aeronáutica y la Escuela Militar de Transmisiones. Además fue el pilar en la capacitación para el servicio de los Estados Mayores y para el Ejercicio de Mando.

Joaquín Amaro es el grande. Y pequeños somos los zacatecanos que lo olvidamos, que no nos sentimos orgullosos de la titánica y necesaria labor que emprendió el discreto, el semi indígena, el que de soldado rural llegó a General de División y Secretario de Guerra durante tres sexenios.

Joaquín Amaro, el sombreretense, el zacatecano, no sólo es orgullo para los militares de nuestro país, sino también para todos los que nacimos y crecimos en esta entidad.

 

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