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martes, 30 abril, 2024
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La filosofía de Cioran: lúcida, escéptica y realista, propone Leobardo Villegas

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Por: ALMA RÍOS • Araceli Rodarte •

■ Resulta reconfortante en un mundo que ya no confía en las utopías, afirma el académico

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■ Puede ofrecer en la actualidad una lectura optimista que sugiere ir “hacia un mundo mejor”

“Había una japonesa que le escribía a Cioran y decía que sus obras le habían ayudado a no suicidarse. Y eso pasa. Cioran es un autor reconfortante. No es un optimista en el sentido vulgar de la palabra, pero su filosofía lúcida y escéptica es más reconfortante que un optimismo, digamos, vulgar”, comentó Leobardo Villegas Mariscal.

Es difícil asociar algún tipo de optimismo a expresiones como En las cimas de la desesperación, Breviarios de la podredumbre, El inconveniente de haber nacido, La tentación de existir o Ese maldito yo.

Sin embargo, precisa el profesor en las unidades académicas Preparatoria y de Filosofía, de la Universidad Autónoma de Zacatecas, el autor de estas, referidas a títulos de sendos libros, el filósofo rumano Emile M. Cioran, puede ofrecer para la actualidad una lectura liberadora del optimismo que sugiere vamos “hacia un mundo mejor”.

Esto, que pareciera en un primer momento negativo, significa quizás una lectura “más realista” de la actualidad.  Elemento que pudiera explicar mucho de su éxito reciente.

Con motivo del 19 aniversario luctuoso de Cioran, fueron abordados aspectos de su vida y obra en la emisión de esta semana de Acentos, el programa de La Jornada Zacatecas TV, dedicado al análisis de la cultura, la sociedad y el arte.

La conversación entre Leobardo Villegas y Carlos Navarrete, éste último conductor de la serie y jefe de información de La Jornada Zacatecas, tuvo como escenario el panteón de La Purísima de la capital del estado. Acorde con uno de los elementos recurrentes en el pensamiento de Cioran, quien, citó el docente universitario, “diría que el máximo problema para el hombre no es la muerte, más bien es el nacimiento” y agregaría, “los cementerios son lugares de tranquilidad y reposo”.

En la charla fue traída a colación por Navarrete, precisamente, la costumbre del pensador de recorrer los panteones en sus paseos por Francia y España para pasar horas en ellos, fumando.

“Él llegaba a decir, que incluso en los momentos de depresión pasearse por un cementerio es un buen remedio para las horas sombrías que uno pasa”, agregó Leobardo Villegas.

Cioran, en rumano y en francés.

Existen dos etapas en la obra de Emile Cioran, la primera desarrollada en su juventud en Rumania y a la que corresponden En las cimas de la desesperación, De lágrimas y de santos, El libro de las quimeras,  El ocaso del pensamiento y La transfiguración del rostro de Rumania.

Esta última de la que ya siendo adulto, renegó por las opiniones políticas involucradas. El autor señalado por Villegas Mariscal como uno de los tres más importantes intelectuales del siglo 20 procedentes de su país, junto con Mircea Eliade y Eugene Ionesco, no permitió que se volviera a traducir o editar este libro.

En su segunda etapa de creación, ya como becario de la Sorbona en París, Cioran escribió varios libros en francés, todos de sugerentes títulos: El breviario de podredumbre, El inconveniente de haber nacido, La tentación de existir, Ese maldito yo, El aciago demiurgo, Historia y utopía y La caída en el tiempo.

En su obra rumana dijo el académico de la UAZ, los temas oscilan entre la religión, la mística, el amor de las mujeres, el mar y la melancolía.

“Él demuestra que como filósofo, uno puede hablar de estos temas que habitualmente no son muy académicos”.

Su discurrir en francés, en cambio, recupera reflexiones sobre el suicidio, la muerte y el destino de los pueblos.

En ambas, la música forma parte de uno de sus grandes intereses, mismo que “no desaparece nunca”, apuntó.

Otro elemento que enfoca constantemente, a pesar de ser un pensador escéptico, es su gran atracción por la religión y por el pensamiento religioso, expuso.

 

La lucidez para Cioran

La obra de Emile Cioran tiene un tema central: la lucidez. La que define no como una disposición intelectual sino como una experiencia. “Él le llama una experiencia mística negativa”: la experiencia de la nada y del vacío.

“Tú comprendes toda la realidad sin haber leído libros. Eso es entender lo esencial. Entender el sinsentido estructural del mundo. Y a eso se puede llegar independientemente, si sabes o no sabes cosas”.

Su aforismo: “Para poder vislumbrar lo esencial no hace falta ejercer ningún oficio, basta con tumbarse en la cama y gemir”, expuso Leobardo Villegas, explica que la lucidez “es una experiencia subjetiva que está más allá de cualquier conocimiento teórico (…) te puede llegar en cualquier circunstancia y momentáneamente”, como la experiencia mística.

 

El suicidio, la última de las libertades humanas

El autor de Ese maldito yo, parece que encarna contradicciones profundas, aportó Navarrete. “Habla del suicidio pero nunca se suicida. Algunos dicen: ‘es que le dio Alzheimer y por eso se le olvidó suicidarse´, otros dicen, ´no, no quería suicidarse”.

Esto último sustentado, dijo el conductor, en otro de sus aforismos: “Todo el mundo me exaspera pero me gusta reír y no puedo reír solo”.

“No hay incoherencia”, repuso Villegas Mariscal. Cioran no aconseja “mátese usted, sino piense que puede utilizar esa salida cuando usted quiera”.

“Esa libertad no te la quita ni Dios (…) entonces digamos, que incluso la forma de entender el suicidio de Cioran, es una forma optimista”.

En el caso de los estoicos como Séneca, Marco Aurelio y Epicteto, a los que Cioran admiraba, el suicidio no es visto “como una culpabilidad” al modo de la filosofía cristiana, sino por el contrario, y lo dice el mentor de Nerón en sus Cartas a Lucilio, “es una salida admirable”, comentó Villegas.

 

Diálogos de Cioran con otros pensadores

Emile Cioran tenía una formación clásica, podría estar influido por el budismo, el Rigveda, la filosofía griega y el estoicismo y gnosticismo antiguos,  comentó el académico.

Su libro El aciago demiurgo, actualiza las ideas de Marcion y Basílides acerca de un mundo no creado por una divinidad buena, sino una deficiente.

“Todas las cavilaciones filosóficas de los gnósticos del siglo 2 están presentes en Cioran”.  También fue admirador de Marco Aurelio y Pascal.

Pero en el siglo 20, casi no existen referentes para Cioran, cuando cita a alguno, regularmente no es de una manera elogiosa. Por ello, “no tiene ningún lugar en ninguna corriente filosófica” contemporánea.  Mantuvo sin embargo amistad con, entre otros, Samuel Beckett.

Con los existencialistas Jean Paul Sartre y Albert Camus no hubo admiración mutua o diálogo filosófico. En sus Cuadernos póstumos, el autor hace mención de Camus como “un excelente escritor menor”.

Y el escritor de El extranjero habría dicho al rumano ante la aparición del Breviario de podredumbre en 1949,  “a ver si ahora se dedica usted a hacer cosas verdaderamente intelectuales”.

Acerca de Sartre, hace una mención justo en esta obra, como “un empresario de las ideas”, del que destacaba su capacidad de tematizar en diferentes géneros.

Para Cioran el problema de los intelectuales europeos era su provincialismo al que oponía el caso de sus pares periféricos, como los del tercer mundo, quienes “tienen curiosidades universales”.

En ninguna parte de Europa dijo, podría encontrarse por ejemplo, a “un Borges, alguien que se mueva en todas las literaturas, en todas las filosofías, en todos los temas de las religiones”.

 

La relación de Ciorán con su entorno.

En París, el escritor decidió no seguir una carrera académica y se dedicó a viajar. Para él “era muy claro que la universidad era la muerte de la inteligencia”.

Pasó eso sí, 40 años “viviendo en las residencias universitarias “y utilizando el comedor estudiantil, donde conocería a la que fue su esposa por décadas. Juntos rentarían una buhardilla a un lado del Río Sena, donde recibiría a sus amigos, mismos que lo describen como alguien con gran sentido del humor, agrega Leobardo Villegas.

“Todo diferente a la idea que podamos tener acerca de que tuviera un espíritu sombrío o pesimista”, expuso.

En coincidencia con la observación de Navarrete acerca de la “vida literaria” que llevó Cioran, añadió que el autor quiso “crear una imagen de sí como para dar un efecto al público”.

“Era como un cínico en el sentido antiguo”, se propuso necesitar lo menos posible.  “Su vida era sencilla pero eso le permitía el tiempo (…) a Cioran le gusta un poco decir que él es el ser más inútil de todo París. Y que su obra es resultado de esa inutilidad”. Se las arregló para subsistir sin emplearse de manera fija, a fin de tener la libertad para escribir.

 

El pesimismo que cura; la terapéutica de Cioran.

Luego de una charla y al momento de despedirse de Fernando Savater, su traductor al español, Emile Cioran habría agregado, “pero dígales que mis libros curan”.

“¿Cuál es la terapéutica de Cioran?”, pregunto el jefe de información de La Jornada a Leobardo Villegas, casi para terminar la entrevista.

“Responder esto es algo complicado. La experiencia de su lectura contrariamente a lo que dicen sus títulos, contrariamente a las primeras impresiones que da su pensamiento, no es una filosofía que te lleve al pesimismo o a la depresión”, dijo.

Su obra tiene un poder: el de “desdramatizar el mundo”, tanto los momentos buenos como los malos. “Hay un placer en ver que las cosas quizás no tienen tanta importancia”.

Hoy la filosofía lúcida y escéptica de Cioran nos diría, acorde con el mundo actual “donde no tenemos mucha confianza en las utopías: que más nos vale estar lejos del futuro”.

Propuso una visión que en un primer momento pareciera más negativa, pero quizás sea más realista, opuesta a los ilustrados de la historia: “liberarse del optimismo que nos dice que podríamos ir hacia un mundo mejor. Quizás eso implique mucho de su éxito actualmente”.

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