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jueves, 16 mayo, 2024
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La Gualdra 585: Cuatro cuentos de profunda tristeza basados en Una noche antes de entumbecer

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Por: Armando Salgado •

La Gualdra 585 / Poesía / Libros

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Cuatro cuentos de profunda tristeza basados en
Una noche antes de entumbecer
Por Armando Salgado

1. La parábola trágica en la escritura de Édgar Omar Avilés
Dice la poeta chilena Elvira Hernández que: “la facilidad es lo peor que le puede suceder a una escritura”. Pero no leí bien y mis ojos leyeron: “la felicidad es lo peor que le puede suceder a una escritura”. Lo fácil hace frente a lo grato, lo obvio a lo festivo; pensé si la escritura de Édgar Omar Avilés es facilista y alegre, y confirmé que es absolutamente lo contrario, profunda y melancólica, como si siempre le hiciera falta un pedazo, un trozo inmenso de certeza para existir enteramente, y como lector de su obra, en cada libro que nos entrega se percibe esa singularidad frente al vacío, ese sitio que no se rellena con nada, salvo con preguntas que caen igual que una lista de pájaros sobre los parabrisas de los coches. Definitivamente Édgar Omar Avilés escribe desde la desazón, consciente de su propia caída, que lo redime, sí, lo redime porque se sabe ahí, genuino de caer, y de saber que tarde o temprano podrá alzarse. Sus libros publicados han sido un levantamiento paulatino, un alzarse de entre las cenizas, para estar consigo mismo, frente a las mismas
preguntas, pero sin nadie más, porque el camino de la escritura es un trayecto solitario, adusto, y por momentos doloroso. No por nada Rosa Montero menciona en su libro “El peligro de estar cuerda”, que el 50% de escritores y escritoras alguna vez ha pensado en el suicidio. ¿Qué piensa Édgar Omar Avilés cuando escribe no sólo narrativa, sino cualquier otro género? Por naturaleza debe convidarnos a caer, libremente, cada uno desde sus inmolaciones.

2. El camino multifacético del poema es un precipicio sin fondo
Cada vez que me pregunto por qué escribo poesía, remito una respuesta diferente para satisfacer la necesidad de tener claridad ante las circunstancias creativas. Pero en realidad el núcleo de la misma escritura, al menos en mi caso, es el desorden colectivo, que intenta ordenar ideas que puedan justificar una sola razón para escribir, y a veces para vivir: y sé que escribo por inercia a mis circunstancias vitales que luchan por no perder la cordura, en un mundo capitalista, donde los estándares de exigencia nos sofocan día a día. Necesito del soma huxleyano, para sobrellevar las cosas. Entonces el poema es una droga textual para evadir el peso de esta loza, y la literatura y el arte son dos grandes textos que complementan esos faltantes. Todo esto para pensar que no sólo Édgar Omar Avilés también necesita quitar ese lastre de cargas, sino que todas las personas necesitamos un anzuelo para sacarnos de este pozo colectivo, y resulta que “la poesía”, en palabras de Víctor Manuel Cárdenas: “no cambia nada / Es un espejo / donde se mira / el que cambia”, y que, sin ningún efecto social, un poema es suficiente para mover nuestras inquietudes de sitio para verlas de frente, mirarnos tal y como somos. En este ejercicio, Édgar Omar se acerca a la poesía como quien requiere urgentemente mirarse a un espejo para no perder la cordura, y aunque ya lo había hecho desde su narrativa especulativa, el poema viene a completar las porciones que faltaba revelar de su rostro.

3. “Una noche antes de entumbecer”, o las cenizas faltantes del mapa
Cuando Édgar Omar escribió una de sus novelas más recientes, inéditas, estuve cerca de él por varios años, y observé la inquietud por dominar el lenguaje poético que él consideró hasta ese entonces vital en la escritura de dicho libro. Me llamó la atención el grado de meticulosidad con el que confeccionó una historia descomunal basada en múltiples parábolas trágicas que le dan sentido irónicamente a la vida. Reconocí en ese momento la labor poética de Édgar Omar, y se reveló el escritor polígrafo que necesita ensayar y hurgar en distintos géneros su labor diaria. El poeta se hizo presente. En esos mismos años, considero que Édgar Omar gestó la premisa de su libro de poesía, basada en la imperiosa tarea de completar sus vacíos con las cenizas que surgen de la escritura de poemas. Entonces este libro de poesía que hoy nos reúne es el mapa revelado de un camino sinuoso, que hoy se funda en la escritura de Édgar Omar Avilés, para bien de sus lectores y lectoras. Para ahondar un poco más comparto la cuarta de forros que escribí sobre el libro publicado por la editorial Cisnegro en recientes fechas:

Édgar Omar Avilés escribe un libro de poesía perturbador. En brazos de las Moiras, teje una
visión torcida y enhebra escenas de su contemporaneidad con retazos de vida que aún punza por sus cortes. Ordenado en tres fisuras: la muerte, la vida media y el nacimiento; son órbitas que van del humor negro a la melancolía para hacer frente a un conflicto en llamas solares: ¿qué hacer si queda poco tiempo en el reloj personal? Este precipicio en forma de poemario lleva las grietas del camino que nadie podrá evitar: una infancia como una fotografía que se incendia, la vida en pareja como un enigma al que siempre le faltarán piezas, mientras la caída atraviesa las páginas, troncha músculos y la esperanza nos mira con poética malicia. Una noche antes de entumbecer es un sueño caníbal que devora recuerdos triturados. Los restos están esparcidos en el sótano de estas páginas.

4. Muestra poética de Una noche antes de entumbecer, o la llave para abrir otras llaves

SI EL ALMA NO FUERA FONDO, SINO FORMA,
si fuera un vaso que se llena de recuerdos
y al morir se vacía
para que otro cuerpo la disfrute.

Si mi alma no soy yo,
sino papel para un poema
que consiste en ser olvidado.
Un simulacro al que el tiempo da cuerda.
Si el alma es algo que me prestaron
para tener conciencia,
¿qué seres infames la han habitado
para dejarla tan maltrecha?

LA COPA DE VINO CANTA UN ARRULLO SUAVE
como un pájaro que muere entre mis manos.
Así, con la serenidad de quien se despide del viento,
canta el espíritu de las uvas.
En su trago siento a los árboles y a las nubes
engendrando nidos en el cielo
y la risa de la muchacha que brinda conmigo
es la premonición del vuelo que daré
para estrellarme en las estrellas.

Sé que en mi último bocado
me tragaré la dentadura
para que me arranque las tripas a mordidas.
Pero no será hoy.

Que en la copa respire el espanto
del castillo del tiempo
con sus mil cuartos y sótanos.
Que las sombras de las nubes
tengan su propio peso
y formen sus propias formas.
Nos reímos.

El alcohol,
le digo a ella mientras cantamos,
no es olvido:
es recordarnos que en otras dimensiones
somos felices.

HIJO, ARRIBA DE TUS RESTOS
verdecerán los pastos
que comerán las vacas,
y siglos después
te cubrirá un río.

A nadie le importará
que hubo en tu cuerpo
suficiente silicio para un microprocesador
y el oro necesario para barnizar un crucifijo.

Olvidarán que te acercaste al mundo
para acariciar su lomo de puercoespín

y terminaste con la mano
y el corazón ensangrentados.

Después vendrán los tiempos
en que el tiempo
regresará a los brazos de su madre,
todo se desandará,
las aves volarán al revés,
¿pero cómo podrás morir si no has nacido?

 

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