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martes, 7 mayo, 2024
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El Canto del Fénix

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Por: SIMITRIO QUEZADA •

Busqué la novela más reciente de Jorge Zepeda Patterson, Milena o el fémur más bello del mundo, por dos razones principales. La primera fue examinar qué llevó a la obra a obtener el Premio Planeta de Novela 2014. La segunda, conocer esa siguiente aventura de Los Azules, tan bien delineados en la novela anterior del autor, Los corruptores.

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Claro que durante la lectura tuve encantos y desencantos. Entre estos últimos destaco la ausencia de Mario, el cuarto Azul que, aunque más que rutinario, en la anterior historia se distinguió como el nexo entre los otros tres integrantes de la palomilla: Amelia, sensual y combativa dirigente del PRD (quizá proyección que hace el autor de la zacatecana Amalia García), Jaime Lemus, ex burócrata de maldad necesaria, y Tomás Arizmendi, ingenuo a pesar de ser columnista en uno de los diarios más relevantes del país, realidad difícil de creer. Quedé inconforme con esa suerte de Deus ex machina de anular al cuarto Azul con la explicación escueta de que, durante todo el tiempo en que se desarrolla la historia del hallazgo y liberación de Milena, el hombre estaba de viaje en Costa Rica.

Tampoco me gustó esa especie de dèjavu al ver que otra vez Los Azules estaban frente a la agresión anónima a una amante de poderosos, que además tenía información privilegiada sobre ellos. La diferencia más notable entre la actriz Pamela Dosantos (de la novela anterior) y la prostituta Milena (de la reciente) es que aquélla había sido asesinada, lanzada a perros rabiosos. Quienes han leído la novela premiada advertirán que en un momento de la historia Milena estuvo a punto de morir exactamente igual y fue salvada a cambio de trocar su esclavitud por una aun mayor; como si se tratara de una Pamela Dosantos con historia ampliada.

Vamos a las virtudes del texto: Me parece bueno que la novela busque diferenciarse de la anterior al dar mayor protagonismo a quienes en Los corruptores fueron no sólo personajes secundarios sino también integrantes de una segunda generación: Vidal, Rina y Luis. El tino de esto es mayor si se considera que Los Azules no tienen hijos propiamente, con excepción de Mario, pero ahora la triada joven será “adoptada” por los otros azules: Amelia, Jaime y Tomás.

Resulta afortunado también el desarrollo de otros personajes menores en la historia primera: don Rosendo Franco y su hija Claudia, a quien ahora conocemos tanto que llega a rozar nuestra empatía. Además, a diferencia de la historia anterior, en ésta el narrador se permite más guiños al lector, al anticiparle giros argumentales y detalles para acrecentarle la curiosidad.

Llama mi atención como lector que la novela trasciende la mera historia policiaca o de intriga para mostrar que en la actualidad las redes de corrupción son más grandes y “altas” de lo que uno puede pensar. En realidad son más que redes de corrupción: son redes de intereses. Zepeda Patterson quiere mostrarnos, no decirnos, que hemos dejado atrás los tiempos en que una sola persona concentraba el poder. Ya no es el gobernante el que detenta todo el capital político y económico, como lo explica uno de los “peces gordos” casi al final de la novela. El presidente, el gobernador, el empresario, el corredor de bolsa, todos necesitan a los grupos que justifican e incluso “lavan” el dinero.

La novela premiada de Zepeda Patterson se hace más larga porque, en el intento de encontrar al “cerebro” malévolo que ha dictado la suerte de la prostituta Milena, la búsqueda se dirige cada vez más arriba. En efecto, en un principio el lector puede pensar junto con los personajes que el villano es el regenteador de la mujer que da nombre a la obra, pero luego descubrimos que éste tiene un patrón o socio más poderoso que a su vez tiene un patrón o socio más poderoso que a su vez y a su vez y a su vez…

¿Es posible la libertad y la igualdad en una sociedad que, para subsistir, debe continuar mordiéndose la cola? Quizá por eso en esta obra se acentúan las diferencias entre Jaime Lemus y Tomás Arizmendi: el primero muestra en sus reflexiones que él sí comprende que así funciona el sistema socioeconómico y político, y no sólo en el ámbito nacional, y por eso está dispuesto a ingresar a la arena para pelear con las mismas armas y asociarse con cualquiera de los que sacan ventaja. Lemus desprecia a su amigo Arizmendi por tanta ingenuidad que, en suma, implica una doble moral en quienes quieren acabar con la corrupción sin utilizar medidas corruptas.

Esto me recuerda a Macbeth, sobre todo la escena 2 del acto 3, donde el ascendente rey asesino dice a su no menos innoble esposa que las cosas malas comenzaron a fortalecerse por la maldad misma. Como si los lectores concluyéramos que el sistema necesita en todos sus niveles más corrupción para gozar de más integridad… y para anunciar desde arriba que con toda esa integridad institucional seguirá luchando contra la corrupción.

 

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