Una universidad es el centro de cultura y educación de un estado. Por eso, es vital que cuente con medios de difusión eficaces, para que la población tenga acceso a la producción de ese centro inteligente que ella misma sostiene con sus impuestos y contribuciones. Sin embargo, es una contradicción que el propio Estado obstaculice que la Universidad cuente tanto con radio como con televisión. La UAZ tiene décadas intentando el permiso para poder contar con su sistema de radio y televisión universitarias, y no lo ha conseguido. Hace pocos meses se otorgaron permisos a supuestas sociedades civiles para transmitir señal en Zacatecas y, fue notorio, no estaba la Máxima Casa de Estudios en esa lista. La integraban viejos empresarios de la radiocomunicación disfrazados de sociedad civil. Es muy similar la paradoja de que el Estado no da permiso a sus propios órganos (como el Canal del Congreso) de transmisión abierta y pública, orillando a la población interesada en seguir esos temas púbicos por vía de la televisión privada de paga. Y por otro lado, únicamente las dos conocidas televisoras privadas tienen permiso de ocupar el espacio de televisión abierta. Son situaciones que atentan contra la lógica más elemental.
Una institución con más de 30 mil estudiantes y 3 mil 500 profesores, con presencia en todas las áreas del conocimiento, debería contar con su radio y televisión pública. El arte, la historia, las tradiciones, la nueva producción cultural del estado, las ciencias, las técnicas, y la crítica social, no pueden estar excluidos de la comunicación pública. La UAZ ahora mismo abre su radio por Internet. Pero sabemos que sólo el 30 por ciento de la población tiene acceso y usa ese servicio. Además de que se deben bajar aplicaciones y poco se puede acceder a los espacios donde generalmente se escucha radio, como el auto mientras viaja y los centros de trabajo. ¿Por qué no le otorgan a la UAZ el permiso para tener Radio-Universidad? Por motivos que rebasan lo razonable y tiene que ver con la protección de intereses privados por la presión de los líderes de los concesionarios y con la clase política que le irrita el pensamiento crítico. Ahora la Universidad se ve amenazada por la asfixia financiera, y no se observan esfuerzos por parte del Gobierno del Estado para aliviar esa situación. Es un acto de suicidio que ante una crisis económica, el Estado estrangule a los centros que son, en realidad, la clave para las soluciones: centros educativos y universidades. Felicitamos a la Universidad por tener su radio por Internet, sin embargo, deberíamos estar felicitándolos mejor por inaugurar su radio en espacio abierto. Mientras el Estado no tenga sentido de lo público y de la necesidad de que el acervo de saberes y conocimientos sean difundidos al mayor número de personas posible, significa que estamos ante un Estado mezquino que está al servicio de intereses privados.
