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miércoles, 15 mayo, 2024
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El desprecio de los políticos a la política

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

La política, esa ciencia social cuyo objeto se supone es la búsqueda del bien común de los integrantes de una comunidad, está ahora tan desprestigiada, que hasta los propios políticos pretenden alejarse de ella.

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El descrédito es tan fuerte, que es habitual escuchar discursos políticos de quienes prefieren llamarse a sí mismos “ciudadanos” tratando de evadir que se les considere políticos. Y todo esto por huir de simplificaciones ramplonas del tipo “todos son iguales” que se emiten a diestra y siniestra en buena medida por poderes fácticos que también hacen política.

Lo hacen los diputados novatos para justificar su incursión intempestiva en un espacio en el que se sienten ajenos; lo hacen también quienes luego de una trayectoria en otro ámbito, pretenden participar en las decisiones políticas sin que parezca avaricia.

Esto no es del todo negativo, en el gabinete estatal hay varios personajes que encabezan secretarías de alta importancia sin tener un perfil de los que llamamos comúnmente como “político”. Esto ha sido leído como un mensaje de que al menos en algunos sectores se ha buscado a las personas idóneas sin importar simpatías partidistas, o si participaron en la campaña o no.

No obstante, tampoco puede olvidarse que gobernar es un asunto político y que no hay manera de librarse de eso.

Así parecieron hacerlo en el conflicto en la mina Peñasquito, propiedad de Goldcorp, que estuvo bloqueada durante doce días por un grupo de manifestantes conformado por ejidatarios y transportistas apoyados por el Frente Popular de Lucha de Zacatecas (FPLZ).

El tema, que permaneció inicialmente con poca atención pública, cobró fuerza cuando un directivo de la empresa advirtió que suspenderían operaciones debido al bloqueo. Ahí de paso, y queriendo magnificar el daño, mencionó que la parálisis incluía los programas de apoyo a comunidades que se hacen en la región.

Presurosos, al día siguiente funcionarios de Gobierno del Estado se apersonaron en las instalaciones de la mina, y encabezaron el operativo en el que con 300 policías estatales pretendían desalojar las inmediaciones de Peñasquito y terminar con el bloqueo, supuestamente en obediencia a la orden de un juez.

El FPLZ no desperdició la oportunidad y evidenció que a menos de un mes de haber tomado posesión, el titular del gobierno estatal ya mostraba el rostro represor que hasta hace unos años era desconocido para los zacatecanos.

Las declaraciones del mandatario parecían darles la razón: “la ley no se negocia, se cumple, y le toca al gobierno hacer que se respete”, decía el gobernador a manera de justificación por el uso de la fuerza con la que supuestamente se había recuperado el control de la puerta principal de Peñasquito, luego de lo cual la mina siguió con operaciones parciales, pues el bloqueo continuaba.

Admitía incluso que había rechazado participar en las negociaciones en la Ciudad de México, porque “la ley no se negocia en la Ciudad de México, se aplica y se aplica en sitio”.

Pero la puerta del Ejecutivo estatal no estaba cerrada tan radicalmente para otros sectores. Pues casi al mismo tiempo se admitió que para Minera México sí había tiempo y disposición de dialogar en busca de una solución para la mina San Martín en Sombrerete, que tiene años paralizada por un conflicto laboral.

El problema en Peñasquito se resolvió ya, pero no gracias al operativo policial que tan pronto desnudó la ‘mano dura’ del gobernador, sino gracias a la negociación en la Ciudad de México de la que el Ejecutivo estatal mismo se autoexcluyó.

No se quedó bien ni con dios ni con el diablo, pues el gobierno local resultó débil e incapaz de resolver un problema de mediana complejidad a los ojos de la minera, mientras que para la opinión pública se estrenó el uso de la fuerza pública en menos de tres semanas, además con patéticos resultados.

Resuelto el conflicto por la vía política con la intervención de las autoridades federales, se escapó la posibilidad de que el gobierno estatal se coloque la medalla, y al contrario, quedó con marcas negativas en los registros para ambas partes.

Gracias a la luna de miel mediática en sedienta espera de firmas de convenios, a la lejanía geográfica del epicentro del conflicto, y a la desatención de la sociedad más urgida y preocupada por sobrevivir el día con día en tiempos de carestía, el asunto no pasó a mayores, y probablemente estará olvidado en cuestión de días.

No obstante, la torpeza en el manejo de la situación quedó manifiesta. Y esto apenas empieza.

Parpadea el foco amarillo, sería prudente reconsiderar ese desprecio por la política. ■

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