¿Qué relación existe entre la comunicación y la democracia, y entre la comunicación y el desarrollo? En estas dos preguntas se define el valor de la comunicación social que se concretiza en radios educativas, culturales, libres y comunitarias. El primer elemento que podemos analizar es el más obvio: la libertad de expresión. No debemos confundir la libertad de expresión con la libertad de prensa: la última tiene por sujetos a los periodistas, y aquella a todo ciudadano común. ¿En las radios comerciales se garantiza la libertad de expresión de todo ciudadano? La respuesta es un rotundo ‘no’, las radios comerciales la confunden con la libertad de empresa.
Los medios de comunicación social sin fines de lucro, de corte plural y autónomo, garantizan mejor la posibilidad de que toda persona se exprese sin tener la restricción de los costos y las líneas editoriales empresariales. El otro tema para visualizar el valor de los medios sociales de comunicación es el mecanismo para definir el perfil de los contenidos a comunicar. En las radios comerciales se define por el criterio de la ganancia, por tanto, sus contenidos son mayoritariamente propaganda y programas de entretenimiento que las más de las veces son basura. En cambio, en las radios educativas y comunitarias, los contenidos son definidos por el interés de los propios usuarios y por normas orientadas a elevar el nivel cultural de los escuchas. Muy otro el contexto: las radios comunitarias hacen posible que la gente participe en la definición de la programación contribuyendo con la formación de ciudadanía de los usuarios.
El propio Banco Mundial recomienda las radios comunitarias como vehículos esenciales para superar la marginación, porque eliminan uno de los rasgos más perniciosos de la pobreza: el aislamiento. Y las radios comunitarias son formadoras de ciudadanía, porque le dan voz preferentemente no al poderoso gobernante o al rico empresario, sino al ciudadano de base.
Es imposible pensar en el avance de la democracia si tenemos a los medios de comunicación en manos del salvaje poder de una mediocracia monopólica. Por el contrario, la democracia será posible si se empodera a la sociedad desde su base, dándole capacidad de comunicación a esa base social y, como consecuencia, mayor información, mejor formación de opinión y la gestación de acción colectiva, la fuente misma del poder social. Pero para ello se requiere un marco regulatorio democrático, el cual no puede existir si las leyes son definidas por los propios poderes facticos de los medios monopólicos de comunicación.
Los poderes fácticos se van adueñando del congreso donde se hacen las leyes: ahora hay una tele-bancada, al rato tendremos una minero-bancada y, con seguridad, una petrobancada. El dinero como dueño de los derechos. En este contexto, una manera efectiva de crear equilibrios con el poder monopólico del dinero, es crear medios de comunicación de base social: la propia sociedad tendrá que ver la manera de saltar los obstáculos que la clase política ha puesto a los medios sociales de comunicación, a los que se ha atrevido a atacar como “competencia desleal” a los medios comerciales. ¡Sorprendente!
