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sábado, 15 junio, 2024
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Exhibicionismo en la política

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Por: AQUILES GONZÁLEZ NAVARRO •

«Estoy verdaderamente decepcionado. Cómo es posible que la comunidad más grande de Fresnillo a la que más pavimento les hemos dado, a la que más techos… esto  no puede ser,  o sea ni a su familia trajeron. Aquí perdí como presidente municipal, aquí yo no gané y sin embargo les trajimos pavimento, les trajimos agua potable, les trajimos techos, drenajes y algunos beneficios. Voy a volver, voy a regresar y quiero comprometerlos a que traigan cuando menos a su familia”.

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Es parte de lo que dijo en la comunidad de San José de Lourdes el candidato del PRI a una diputación federal y presidente municipal de Fresnillo con licencia.

Antes, hace algunos meses, el mismo personaje y presidente en funciones, generó un escándalo político, al “pagar” a una revista de corazón para mostrar su casa, valuada en más de diez millones de pesos y  su amplio guarda ropa.

Hasta Aristegui fue a dar la noticia, causando malestar entre universitarios y la clase política decente (que todavía la hay) y no era para menos, sólo que esa práctica de exhibicionismo que alcanza el cinismo, hace muchos años  sucede y es necesario erradicar.

“Un político pobre es un pobre político” dijo exhibiendo su abultada cartera Carlos Hank González, gobernador del Estado de México y padre del grupo Atlacomulco al que pertenece Peña Nieto. Se cuenta que siendo Hank encargado de la Comisión Nacional de Subsistencias Populares (Conasupo), México debería entregar miles de toneladas de grano a los Estados Unidos. Hank compró 250 camiones y realizó los traslados. “La política es muy pesada, pero los fletes son muy buenos” dijo, y los camiones se pagaron.

Gonzalo N. Santos, cacique en su tiempo y gobernador de San Luis Potosí, acuñó una frase que es historia: “La moral es un árbol que da moras”, como respuesta a quienes le pidieron moral en su conducta política. Solía decir a los campesinos cuando algún terreno le interesaba: “Me vendes tu tierra o la compro a tu viuda”. Varias veces la compró a la viuda, porque además de exhibicionista y cínico era un asesino.

Granier, el ex gobernador de Tabasco, hoy en prisión, fue grabado mientras en una borrachera hacía presunción de tener un guarda ropa con más de 400 pares de zapatos y mil camisas.

Un presidente municipal, aún en funciones y más controlado, reconoce públicamente que “roba poquito”, mientras levanta la falda de alguna joven con la que baila.

López Portillo dejó para la historia, además de sus lágrimas de cocodrilo y la defensa del peso como perro, aquella frase de ostentación donde afirmaba de su hijo, “José Ramón es mi orgullo de nepotismo”.

Ni siquiera los elevados a la condición de  héroes se escapan: Álvaro Obregón es famoso por su frase “Nadie resiste un cañonazo de 50 mil pesos” y presumía que para localizar el brazo que le fue amputado por heridas en una batalla, lanzaba una moneda de plata al aire e inmediatamente salía la extremidad a alcanzarla.

“Te quieres carrancear mi dinero, decimos a quien prácticamente nos quiere robar. Venustiano Carranza se iba con el oro de la Nación, hasta que en “tlaxcalaltongo le sacaron el mondongo” -Vox populi.

Y ¿qué decir de los políticos que, hoy en día, encabezan alguna marcha popular montados a caballo y rodeados de corifeos, mientras se organiza a la  gente para que los siga a pie, no es exhibicionismo colonial?

Dice el teólogo Carlos Alberto Libanio: “Hay adultos que no superan nunca la fase del exhibicionismo  propio de la infancia. La tendencia al exhibicionismo es un síntoma de inmadurez. El exhibicionista se cree inferiorizado y por tanto necesita transformar la mirada ajena en lente de aumento capaz de ampliar su propia imagen.

En el niño se manifiesta el exhibicionismo por la desobediencia, las travesuras.  En la edad adulta el exhibicionismo se caracteriza por la búsqueda incansable de bienes compensatorios a la castración emocional: la mansión, las joyas, el auto de lujo.

Las funciones profesionales o políticas son adornos para tratar de encubrir  una personalidad enana. En el ejercicio de un cargo de dirección, el exhibicionista siente una necesidad compulsiva de comprobar siempre su poder.

En el centro de sus sueños no están los ideales que profesa, sino su figura misma. Sus motivaciones altruistas comienzan y terminan en su ego. El exhibicionista se complace en suscitar la envidia de todos cuantos se le acercan  y no soporta convivir con quien se muestra más capaz que él. Su infierno es la clausura, la carencia de bienes ostentosos, la reducción de estatus o la pérdida de poder. Ante la miseria ostenta riqueza; frente a la corrupción se constituye en paradigma moral”.  ■

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