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miércoles, 1 mayo, 2024
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Subjetivaciones rockeras / Sugerencia

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Por: FEDERICO PRIAPO CHEW ARAIZA •

Sin duda, hay bandas que casi de inmediato se colocan en un lugar especial cuando recién las escuchamos, existen otras que nos gustan cada vez más en la medida que las volvemos a escuchar. Hay también grupos que queremos oír una y otra vez, y en cada ocasión nos parecen novedosos y frescos, pese a que llevemos más de treinta años escuchándolos. Pienso que por ello los clásicos son considerados así. Pero ¿qué es lo que escucho en todos estos casos? En lo personal, creo que una agrupación de amigos y/o músicos, que hacen lo que más les gusta de manera desenfadada, sin presiones, pero sobre todo, sin pretensiones. Haciendo música por el puro placer de hacerlo.

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La música es una entidad que nos repudia o nos fascina, porque, como me decía un estimado amigo músico, sólo existen dos tipos: la buena y la mala. De allí que cuando alguien me pregunta “¿te gusta el rock?” y yo respondo que si, de manera frecuente la siguiente pregunta es “¿y de cuál tipo de rock te gusta? ¿Del pesado?”, y lo que suelo responder es: “del bueno”. Pero, ¿cuál es el buen rock? Para su servidor, como lo dije líneas arriba, es el que se hace con desenfado, casi de manera espontánea; aquel que cuando lo escuchas parece que quienes estuvieron en el proceso creativo no se preguntaron “¿qué tipo de rock vamos a tocar?”, ni se dijeron “nosotros vamos a interpretar de este estilo”, sino que simplemente hicieron lo que saben hacer y lo realizaron de la mejor manera.

Lo anterior lo comento porque me ha resultado más común de lo que parece, escuchar camaradas que me dicen: “…nosotros pretendemos tocar un estilo de esta y otra manera, con influencias de fulano y zutano…”, en lugar de esperar que el público sea el que en su momento pueda decir, “a mí me suena así, y creo que tiene influencias de mengano y perengano”. Muchas agrupaciones pretenden ser clones de sus heroicas bandas, antes que ser ellos mismos, lo que desde mi punto de vista representa un error, máxime cuando se lo llegan a creer. Otros, enclavados en ciertos criterios musicales, descalifican de facto grupos que nunca han escuchado ni conocen personalmente, ya sea por los comentarios que otros hayan hecho de ellos, o por el qué dirá la banda si me cacha escuchando esto; todos sin excepción, tenemos gustos culposos, y esos en buena medida, le ponen pimienta a la vida.

No soy músico, sino melómano, y eso tal vez me lleva a hacer preguntas fuera de lugar, o que no tienen que ver ni en lo más mínimo con el ejercicio creativo musical, pero de cualquier manera soy un hombre libre y me lo permito. En ese sentido, ¿no sería mejor desprejuiciarse y ser uno mismo sin importarnos lo que los demás puedan pensar al respecto? Esa es en buena medida la filosofía del rock. Resulta más benéfico, como lo comenté en mi participación anterior, abrirse a otras expresiones y escucharlas detenidamente (si se trata de música) antes que descalificarlas de inmediato. Estoy totalmente seguro de que al escuchar sin recelos ni fanatismos aquellos estilos y agrupaciones que se suelen rechazar, se encontraran sonidos y propuestas interesantes que ampliarán considerablemente el horizonte de posibilidades creativas. Hay que tomar en cuenta algo que puede parecer obvio, los integrantes de los grupos de rock son músicos, y como tales, artistas; en ese sentido, deben considerar que la labor, el trabajo de un artista, es el de enriquecerse a través del conocimiento de propuestas y tendencias novedosas, desconocidas e innovadoras. Pienso que cuando un artista se obsesiona o se fanatiza por un determinado movimiento, a lo que tiende es a repetirse y por consiguiente, a auto-aniquilarse en su trabajo estético (podrán seguir creando, pero todo lo que produzcan será predecible y monótono).

Creo que pocas cosas son tan perjudiciales para un artista, como la de obsesionarse, obstinarse o fanatizarse con una postura o corriente. Me ha tocado ver que los creadores que trascienden, son aquellos que mantienen una actitud de apertura, no sólo a la disciplina que trabajan, sino a todas; los receptivos; los desprejuiciados; aquellos que se preparan y se enteran permanentemente, no sólo de las novedades del mundo del arte, sino de la realidad en la que viven; los que no se confían de saberlo todo, ni piensan que son mejores que los demás, sino que “simplemente” crean, por el solo hecho de hacerlo y por el placer y deleite desmedido que encuentran en ese proceso casi divino. Sólo ellos, desde mi particular punto de vista, son los que logran conquistar un lenguaje particular y a la vez universal sin repetirse, los que nos resultan siempre frescos y novedosos, aquellos de quienes esperamos en todo momento la nueva exposición, el nuevo recital, tocada o disco, su más reciente poemario, novela, cuento, ensayo, obra teatral, coreografía, en fin.

Espero disculpen y no se malinterpreten las palabras vertidas en este texto, pues vienen de alguien que procura disfrutar en la medida de lo posible, todas y cada una de las expresiones artísticas; un lego con disposición y capacidad de asombro y con la mejor de las voluntades. Invito a las bandas de rock, o a los integrantes de ellas que en algún momento dado me honren con la lectura de esta colaboración, a considerarlo; desde luego que no esperaría jamás que se acepten los comentarios a pie juntillas, ni mucho menos. Mi idea es conocer grupos que me resulten más cercanos, tanto geográfica como culturalmente, pero que gocen de una calidad de nivel mundial; agrupaciones honestas que sepan reconocerse en su justa dimensión, con sus posibilidades y limitaciones, y que sepan sacar el mejor provecho de ambas. En pocas palabras, grupos con los que me pueda identificar, y que sepan evitar o resulten inmunes, al síndrome Dunning-Kruger. Podrá parecer difícil, pero no imposible.

Fe de erratas: Quiero aclarar que en mi participación titulada “Internet y rock”, publicado el 10 de julio del presente, puse “trompas de Falopio”, cuando debí poner trompas de Eustaquio. Más vale tarde que nunca.

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