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jueves, 16 mayo, 2024
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La danza de la palma

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Por: MARTÍN LETECHIPIA ALVARADO* •

  • Nómada*

En Atolinga, Zacatecas, la danza de la palma tiene mucha similitud con la danza de la pluma, incluso los danzantes bailan un son llamado “El Monarca”, como el personaje principal de esta última representación. Por ello, no sería extraño que las dos tuvieran una misma fuente: ambas son danzas con fuerte influencia indígena y, asimismo, poseen elementos propios del periodo de la conquista. La danza de la palma se baila en la celebración de la Santa Cruz y, según habitantes del lugar, la fiesta inició hace 300 años, cuando llegó al lugar una cruz proveniente de El Pinole, Jalisco. Se dice que dicha cruz estuvo muchas veces en peligro de ser destruida debido a las guerras  revolucionarias y cristeras pero, finalmente, fue rescatada por don Evaristo Castro, quien le construyó, junto con algunas personas del pueblo, una pequeña capilla en el terreno donde aún se lleva a cabo la conmemoración.

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Actualmente, la cruz es venerada los días anteriores al 3 de mayo, pero, en esta última fecha, la cruz sale de la iglesia de San Cayetano, acompañada por una procesión y los danzantes hasta la casa de algún devoto y, el año venidero, saldrá nuevamente con rumbo al templo de San Cayetano, repitiéndose el rito. Es importante anotar que la cruz, en la capilla donde se efectúa la fiesta, es adornada bellamente, con ingeniosos arreglos florales y ceras de muchos tamaños. Alrededor de la capilla, los vendedores instalan puestos donde ofrecen atole, pozole, agua fresca, panes, dulces y una docena de antojitos. Al finalizar la jornada, se queman enormes castillos pirotécnicos para regocijo de los participantes, sobre todo de los niños.

 

La Danza de los Morenos

Los danzantes son, aproximadamente, veinte, y los morenos, dos, cuyo vestuario es el siguiente: los primeros llevan en la cabeza, un penacho realizado con plumeros de colores, sostenido con un cinturón que da vuelta la cabeza, cubierto de espejos redondos y collares metálicos.

Además, del penacho cuelgan paños que cubren la cara de los danzantes. Por la parte trasera cuelgan, a su vez, cintas de colores. Usan pantalón y chaleco negro, con una camisa que puede variar de color; en la espalda portan una capa, la cual decoran hermosamente con hilos de color y chaquira, representando cruces en sus diversas variantes. Llevan, además, un mandil que se sujeta de la cintura y cae hacia las rodillas. En los brazos se amarran paños o paliacates de color rojo, en la mano derecha llevan un  guaje que les sirve para percutir y mantener el ritmo y, en la izquierda, una palma en forma de cruz, adornada con papel metálico de colores muy vivos.

Los danzantes bailan en dos hileras, realizando pasos bien sincronizados al ritmo de la tambora y el violín. Los sones con que se acompaña la danza son muy numerosos, alrededor de 120, aunque, de acuerdo a informes de los danzantes, en la actualidad sólo se bailan la mitad, algunos de los cuales son “La Víbora”, “la Adoración”, “la Cruz”, “las esquinas”, “el chapulín”, “el paseo”, “la marcha”, “el monarca”, “el columpio”. Los participantes dicen que la música es muy importante y posee diversas connotaciones.

Los morenos en Atolinga, como en otras comunidades, son los guardianes y cómicos de la danza;  los dos principales tienen el siguiente atuendo: el de edad más avanzada porta camisa y pantalón negro, zapatos mineros, una mascada roja que une su cuello con un sombrero oscuro, forrado de ixtle, sobresaliendo su máscara rosada, hecha de madera de colorín, la cual está lejos de ser realista, ya que sus expresiones se sintetizaban al máximo y no resaltan más que los dos círculos rosados de los chupetes, así como el enorme bigote negro de crin de caballo. ■

 

*Espacio patrocinado por la Secretaría de Turismo de Zacatecas/ Espacio de difusión de las fiestas y tradiciones de Zacatecas del Museo Etzcuincle

 

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