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martes, 7 mayo, 2024
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El Frente y la triste simulación

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Por: Carlos E. Torres Muñoz •

El recién formado Frente Amplio Opositor o Ciudadano, o cualesquiera de las denominaciones que tome en el futuro inmediato y hasta 2018 va encontrando causas que legitimen su estrategia legítima de unir sus fuerzas electorales para competir en la elección más importante en la historia reciente de nuestro país. El discurso cae en el cliché, que no por ello pierde su relevancia y menos aún deja de ser acertado. Sí, el gasolinazo; sí el Sistema Nacional Anticorrupción; sí la Fiscalía General; sí salarios y pensiones dignas; sí la defensa de los derechos humanos.

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Todo ello pasa por tres ejes principales: la desigualdad, la corrupción y los derechos humanos. Y es justo aquí cuando el inevitable conflicto de sus distantes ideologías aparece, cuando profundizamos, cuando abandonamos el simplismo y deliberamos. Porque en el discurso político-electoral, es difícil que alguien se oponga a que baje el precio de la gasolina, a que se le asignen recursos y medios al SNA, a una Fiscalía que sirva y procure la justicia, menos aún habrá quién defienda el raquítico salario mínimo y diga no al mejoramiento de la seguridad social en términos específicos como las pensiones, menos aún en contar con leyes robustas para la defensa de los derechos humanos…  pero ¿cómo? Y más complejo aún en este caso ¿en qué dirección se avanza, hacia la izquierda, la derecha o el centro?

El Frente ha presentado una lista de deseos que es casi imposible no compartir, pero cuya solución pasa por el diseño de políticas públicas con enfoques que los obligará explicaciones en las que difícilmente evitarán contradecirse. Por ejemplo ¿Con qué concepción de derechos humanos pretenden armar su proyecto? Más concretos aún ¿El derecho a decidir, es o no es un derecho humano? ¿El matrimonio igualitario lo es? ¿Qué entienden y cómo van a legislar sobre el derecho a la vida? ¿La voluntad anticipada está en la agenda? Bueno, es que la creación de leyes que mejoren la defensa de los derechos humanos pasa por definir una postura en estos temas, de otra forma, con el artículo primero constitucional estamos bien, gracias. Sí lo van a dejar en manos de la Suprema Corte de Justicia, luego entonces no requerimos que legislen, sino que acaten las instrucciones de la misma.

En cuanto a la desigualdad ¿Cómo abordarla? ¿Qué modelo de política fiscal será la definida para combatir dicho fenómeno? ¿Se aumentarán los impuestos a los más ricos, a la clase media o a los ingresos, quizá al gasto? ¿O es una disminución general? ¿Cómo, luego, vamos a financiar el subsidio a las gasolinas, a la política social, a la económica, al mismo Sistema Nacional Anticorrupción? ¿Qué políticas son las más idóneas para combatir el desempleo? ¿Quién debe encargarse de su generación: el Estado o el mercado?

En cuanto a la corrupción, este problema complejo y grave del Estado que pasa por la calidad institucional del mismo ¿qué hacemos?  ¿Más o menos Estado? ¿Qué modelo, el de gestión pública, el de gobernanza, el estatista? ¿Qué Estado: neoliberal, el de bienestar, liberal-democrático? ¿Qué modelo de federalismo? ¿Qué papel deben jugar los Ayuntamientos? ¿Qué políticas que no sean las que ya han implementado sus integrantes y les han fallado, deben proponerse para mejorar la calidad institucional del gobierno?

Es falso que los debates ideológicos se hayan extinguido junto al siglo XX, la muestra más clara es el mundo: esa visión ciega, cómoda y autocomplaciente, llevó a una democracia vigorosa como Estados Unidos a dejar pasar a un neofascista como Trump. En este sentido mucho pierde Acción Nacional al decir que da lo mismo si el modelo híbrido lo encabeza un militante de la socialdemocracia, del nacionalismo revolucionario o estatista, que lo que pierden el PRD y MC al  decir que no importa si es un neoliberal, un conservador o un miembro del Frente Nacional por la Familia, quien defenderá las banderas que por años los han tenido en la lucha argumentativa y política.

Lo cierto es que este Frankenstein, más allá de un frente es una triste simulación, que no termina de ocultar el triste vaciamiento al que están arrojadas instituciones, otrora, piezas claves de la democratización en nuestro país. ■

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