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viernes, 17 mayo, 2024
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No sólo en la Alameda existen violencias

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Por: Guadalupe Margarita González Hernández •

Afortunadamente terminado el mal llamado “magno espectáculo” en el Centro Histórico de Zacatecas –el Festival Cultural Zacatecas 2015- con ínfimos resultados económicos y culturales, vuelven a su cauce contradicciones y violencias generadas por regenerar su estructura urbana y reactivar su economía.
Los proyectos de regeneración urbana vividos en Plazuela de García, barrios Los Filarmónicos y de San Cayetano, avenidas Morelos e Insurgentes, y ahora la Plaza de Palacio de Gobierno, siguen la misma lógica y contradicción vividas en la accidentada remodelación de la Alameda. Se trata de proyectos de mejoramiento de imagen en edificios y calles que, aparentemente, son necesarios. El deterioro que sufren edificios, casas y calles por el paso de personas, mercancías y vehículos es impresionante, no sólo en el Centro Histórico, sino en toda la ciudad Zacatecas-Guadalupe y es producto de la falta de mantenimiento e irrespeto cívico que por otro motivo. No obstante, dichos procesos de regeneración urbana carecen de legitimidad ciudadana al implantarse de forma implacable, sin análisis de impactos económicos, sociales e incluso ambientales.
En la fase de planeación, es práctica cotidiana de las instituciones involucradas en la regeneración urbana, “consultar” al ciudadano (La Jornada Zacatecas, 25/11/2014). Pero los reclamos, críticas e impactos negativos que resultan de dichas remodelaciones demuestran ineficacia e ineptitud en esas “consultas” y evidencian que la regeneración urbana llevada actualmente en el Centro Histórico tiene un cariz más de imposición que de discusión e implantación por y para sus ciudadanos.
Además de inconvenientes y costos que causa este tipo de remodelaciones a vecinos y transeúntes (y que no son menores) vividos en los últimos meses, se genera una serie de violencias que aluden más a la forma de cómo se visualizan, planean e implantan dichos proyectos y que tienen impacto a largo plazo y de manera objetiva en la dinámica urbana zacatecana. En México es una idea común considerar a la violencia como acción coercitiva y punitiva asociada a lo ilegal o delictivo. No obstante, las violencias como amenazas, riesgos y peligros asociados al perjuicio de la población son resultado de la implantación del modelo de desarrollo basado en la acumulación de riqueza en unos pocos y la forma como dicho proceso ha permitido la construcción y modificación de las ciudades. La violencia coercitiva y punitiva es emergente y altamente difundida. En tanto, la violencia asociada a la reorganización urbana es estructural e imperceptible.
Aquí sólo se exhiben algunas violencias y contradicciones ejercidas por las instituciones estatales en contra de la vida urbana zacatecana. La primera, es el tipo de regeneración: planchas con detalles al relieve, donde no se distingue frontera entre el espacio público y privado, ni de peatón y vehículo, con fachadas homogéneas que aluden a un escenario museificado (y por tanto estático) más asociado a lo que quiere ver el turista que a lo desea ver, sentir y necesitar el zacatecano. ¿Dichas regeneraciones urbanas generan lazos de convivencia entre vecinos y visitantes? La respuesta salta a la vista al revisar, sólo como ejemplo, lo que pasó, en ese renglón, con la regeneración en la Avenida Ramón López Velarde o la Plazuela Miguel Auza, sucedidas años atrás.
La segunda refiere, precisamente, a la regeneración del patrimonio edificado. En teoría, el patrimonio cultural indica preservar la autenticidad, identidad y valor único del patrimonio intangible y tangible asociado no sólo a patrimonio urbano-arquitectónico sino a la totalidad de relaciones socio-históricas, económicas-políticas y culturales que le dan sentido a su desarrollo. En la práctica zacatecana, ante la ausencia de marco legal sólido en términos de aplicación, ejecución y castigo, se ha modificado, cambiado o sustituido aspectos esenciales del Centro Histórico que atentan contra su autenticidad y valor único.
La tercera refiere a la revitalización o reactivación económica del Centro Histórico. No existe evidencia que dichas regeneraciones tengan un impacto positivo en su revitalización económica. Quienes justifican estos proyectos por su positivo impacto en el desarrollo económico, desconocen absolutamente la dinámica económica y urbana del Centro Histórico. Estos proyectos de regeneración urbana intensifican las violencias contra sectores no gratos a la nueva imagen urbana que se pretende crear. Los actos en contra de los comerciantes dedicados a ventas no turísticas (librerías, enseres domésticos, abarrotes, ropa o cosmetología) son el más claro ejemplo de violencia institucional contra lo que realmente genera ingresos, salarios y riqueza en el Centro Histórico. No sólo no se les apoya en ninguna circunstancia, sino que hasta se les niega un espacio para su actividad (revisar La Jornada Zacatecas 2/12/2013 y 7/10/2014).
Finalmente la violencia menos visual y más grave es la de la exclusión y satanización. Se trata de excluir toda práctica cotidiana, actividad, grupo o individuo que no se adhiera al pensar y actuar de un pequeño grupo con poder político-económico, a través de la modificación aparentemente arquitectónica de los espacios públicos, rompiendo toda identidad y sentido de pertenencia. Si existe un viso mínimo de crítica o contrariedad, se le sataniza o se le somete bajo distintos mecanismos. Al final es una exclusión económica y social sin miramientos por los intereses de un grupo hacia los zacatecanos no asociados a convertir en destino turístico museificado a su terruño. No importa lo que vive, siente y desea el zacatecano de a pie, quien sufre molestias y costos de dichas regeneraciones; y resiste (no se sabe hasta cuándo) de xenofobia, ignorancia, ineptitud y demás adjetivos que se quieran añadir de quienes las implantan.

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