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miércoles, 1 mayo, 2024
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Día del trabajo

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Por: DANIEL SALAZAR M. •

Desde su establecimiento en la mayoría de los países, la conmemoración del Día Internacional del Trabajo representa una oportunidad para repasar y hacer recuento de los avances o retrocesos del movimiento obrero en su lucha por mejores condiciones de vida. Son ya 129 años de jornadas reivindicativas y de homenaje a los Mártires de Chicago.

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El mundo se debate en una crisis profunda que no termina por resolverse. Se  manifiesta en el plano económico, social, ecológico, energético, alimentario, cultural, ético. Una crisis sistémica en la que la existencia del planeta y de la humanidad se encuentran seriamente amenazadas.

El capital transnacional utiliza métodos cada vez más reaccionarios y depredadores. La democracia burguesa aparece desnuda en su servicio al capital reemplazada por el totalitarismo del mercado. Los poderes mundiales –Estados Unidos, G8, G20, Unión Europea, Banco Central Europeo, Reserva Federal, FMI, BM, OMC— han acordado la instrumentación de ajustes y reformas para apoderarse de los recursos naturales, territorio, trabajo y vida de los pueblos, pasando por encima de la soberanía de las naciones y sin importar la destrucción y desequilibrio ecológico que generan.

El imperativo de recomposición de la ganancia, requiere aumentar la tasa de explotación que, en el marco de competencia global, significa precarizar salarios y condiciones de empleo. La reducción del gasto social, el desmantelamiento de los derechos laborales (salarios, jornadas, trato humano, pensiones y jubilación) y de los derechos sociales (asociación, libertad sindical, contratación colectiva y huelga; seguridad social, salud, educación, cultura) forman parte del imperativo. El “ajuste” consiste en cargar el pago de la crisis a la clase trabajadora.

La vía de la concentración de capital, reduce el empleo digno y aumenta el desempleo. Crece la desocupación, el subempleo, los empleos eventuales, el semiesclavismo laboral y el trabajo infantil. El outsourcing -además de disminuir los salarios, la estabilidad laboral y de eliminar las prestaciones y la seguridad social- desplaza la regulación del trabajo al ámbito meramente mercantil o civil, “deslaboralizando” la relación obrero-patronal para destruir toda posibilidad de organización de los trabajadores e imponer la individualización en la relación capital-trabajo.

Sobre el imperativo de la ganancia de las grandes corporaciones transnacionales, los gobiernos de los países imperialistas –con la servidumbre de gobiernos– durante los últimos treinta años han llevado a efecto (prácticamente en todo el mundo) privatizaciones de empresas nacionales y reformas estructurales. Los países subdesarrollados abandonaron la perspectiva de construir sociedades capitalistas nacionales autónomas, en favor de una inserción subordinada al capital transnacional en el marco de la globalización.

Los capitales transnacionales promueven acuerdos de libre comercio asentando bases para la internacionalización de la producción, la circulación de las mercancías y el consumo, pero también para el control militar sobre las poblaciones empobrecidas y reguardo de inversiones. La dependencia de las economías colonizadas se ha agudizado y nuevamente han sido sometidas al más descarado saqueo de sus recursos. La miseria, el desempleo y el clima de violencia generados, buscan salida en el fenómeno de la migración.

México, además de ser ejemplo mundial en la aplicación del modelo neoliberal con todos los efectos señalados, este 2015 vive una profunda crisis de legitimidad de Estado franqueada por la coyuntura y el desprestigio de partidos y elecciones. A espaldas del pueblo y con el consentimiento de las cámaras, los gobernantes aplican la política neoliberal suscribiendo tratados de libre comercio y de protección a inversiones. Las privatización de Telmex, la reforma al 27 Constitucional, el cierre de la Compañía de Luz y Fuerza, las concesiones a los productores privados de energía, las licitaciones al capital extranjero y nacional sobre Pemex, las decenas de concesiones de exploración minera, etc., ilustran, las “bondades” de un proyecto que hoy dice “mover a México”. Se agrega la reforma a la Ley Federal del Trabajo, la laboral en educación, la del ISSSTE e IMSS, la privatización de los fondos de pensiones y la amenaza de la privatización del agua pospuesta para después de las elecciones. El 47% del territorio nacional se encuentra en manos de empresas extranjeras a través de concesiones de exploración minera.

Además de bajos salarios, el gobierno federal ofrece a los inversionistas otras “ventajas competitivas” La paz laboral es garantizada mediante la hegemonía del sindicalismo gansteril corporativo, blanco y de protección, en la que está presente una baja densidad sindical y el aislamiento del sindicalismo democrático. La larga noche del neoliberalismo –culminada por el Pacto por México— se acompaña de la dramática caída de los precios del petróleo, la disminución de remesas de los migrantes mexicanos, la devaluación del peso, la deuda externa y la fuga de capitales atraídos por el aumento de las tasas de interés en EEUU.

Este recuento de daños, debe llevar a pensar que solo en unidad con los millones de trabajadores del mundo, la clase obrera  mexicana podrá enfrentar con éxito la adversidad capitalista. De otra forma, estaremos condenados a la derrota y al exterminio. La  Nueva Central de Trabajadores es imprescindible para la unidad que buscamos. ■

Presentación con vida de los 43 estudiantes de Ayotzinapa ¡Ya!

 

Fuente: Pronunciamiento 1o. De Mayo / Nueva Central de Trabajadores

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