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martes, 30 abril, 2024
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El canto del Fénix

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Por: SIMITRIO QUEZADA •

Who’s afraid of Donald Trump?

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A estas alturas, parece inconcebible que algún mexicano no sea
consciente del riesgo en el que estamos como nación frente al Estados Unidos de los próximos cuatro u ocho años. Considero que no resulta exagerado sostener que en la elección del próximo gobernante de Estados Unidos se juega el destino inmediato de millones de mexicanos: tanto los que viven en ese país, indocumentados o no, como los que estamos de este lado del Río Grande.

Como Adolf Hitler, antisemita con ascendencia judía, Donald Trump tiene un origen paradojal respecto a su doctrina: ataca con furia a los inmigrantes cuando él es hijo de una inmigrante escocesa casada con un hijo de inmigrantes alemanes. El abuelo de Trump se llamaba Friedrich Drumpf y al llegar a Estados Unidos en 1885, cuando tenía 16 años, “anglificó” su nombre a Frederick. Para también volver “estadunidense” su apellido, Friedrich buscó una palabra fonéticamente semejante y no encontró nada mejor que el sustantivo anglosajón “trump”: triunfo, impacto, convulsión. Un apellido que le serviría como primera impresión para imponerse en el mundo de los negocios. Para documentar más el señalamiento hay que agregar: el inmigrante alemán Drumpf trabajó no sólo en Estados Unidos sino también en el oeste de Canadá.

Por otro lado, de las tres esposas que ha tenido Donald, también dos han sido inmigrantes: Ivana Zelníek, la primera, nació en la antigua Checoslovaquia. Melanija Knavs, la tercera y actual, en Eslovenia.

En cuanto a programa político, también como Adolf Hitler, el señor Donald Drumpf perdón: ahora Trump propone un gobierno de “fortaleza nacional”. El entrecomillado es de una expresión del Führer Adolf, quien proponía que el poder acumulado serviría para acabar con todos los derechos de los judíos y así retornar a la grandeza de Alemania. Como la cruzada trumpiana que, al dirigir sus baterías contra mexicanos y musulmanes, lleva por lema “Make America great again”.

¿Estoy diciendo que Trump personifica un nuevo nazismo? Por supuesto que no. Lo que sostengo es que, si hay algo ideológicamente más atroz que ese Nacional Socialismo, eso es este nuevo “Nacional Neoliberalismo”.

Trump insiste en terminar con el derecho de obtener ciudadanía por nacer en Estados Unidos, debido a que, según él, eso es lo que atrae a los inmigrantes. Si procediera tal supresión, ¿no se daría un paso atrás en ese país hacia un sistema de castas? ¿Qué triunfe, entonces, la xenofobicracia? Reitero: con Donald regresa la doctrina de “raza superior” e inferiores, entre puros e impuros, entre arios y delictuosos mestizajes.

También quiere Trump confiscar las remesas que de Estados Unidos se envían a otros países, sobre todo tratándose de trabajadores indocumentados. Trabajo es trabajo, y cada quien puede hacer con su salario lo que le plazca: enviarlo a los ancianos papás que viven en Michoacán o despilfarrarlo en el Trump Taj Mahal Casino de Atlantic City.

Abanderemos algo de sentido común: Sólo a un inmaduro se le ocurre culpar a otros por la propia crisis nacional, como hizo Hitler, como hace Trump. Sólo a un demente se le ocurre culpar por decrecimiento a quienes propician el crecimiento, como hizo Hitler, como hace Trump. En el contexto de los programas de gobierno resulta más coherente el discurso de Hillary Clinton, quien propone otorgar ciudadanía a los mexicanos y otros inmigrantes que fortalecen la economía estadunidense. Mucho mejor hubiera sido que quedara con la candidatura demócrata Bernie Sanders, quien propuso privilegiar a la clase trabajadora y sus luchas cotidianas.

Como lo escribió en su momento Mark Zuckerberg, el genio de la interrelación en Facebook, Estados Unidos es una nación fundada por inmigrantes. Los que bajaron del Mayflower huían de la intolerancia religiosa y la opresión de los poderosos y plutócratas: ansiaban los forajidos fundar en esa nueva Inglaterra un país de libertades y tolerancias.

No sólo eso: Estados Unidos se fortaleció con el trabajo de polacos, irlandeses, escoceses, filipinos, hindúes y cubanos, por mencionar sólo algunos pueblos. ¿No fueron los chinos los traídos por Estados Unidos para construir en dos megacuadrillas, desde el este y desde el oeste, la gran vía ferroviaria que detonó económicamente a esa nación?

Repito: Donald Trump y su ideario amenazan a los mexicanos. La historia es maestra de la vida, escribió Cicerón, y es hora de mostrar resistencia a algo que más temprano que tarde será de nuestra total incumbencia. En su momento los rusos e ingleses toleraron el crecimiento político de Hitler con la esperanza de que no fueran afectados: de que la ofensiva militar alemana fuera sólo contra Polonia. Nos toca ahora difundir que este 8 de noviembre de 2016 ningún connacional o amigo estadunidense debe votar por el candidato republicano.

¿Quién le teme a Donald Trump? Quienes prevemos lo que puede suceder teniéndolo al frente del país más avasallador del orbe, con toda la fuerza militar de la potencia que colinda al norte con el nuestro. ¿Quién le teme a Donald Trump? Quienes tememos a los efectos de la intolerancia y la sinrazón, del egoísmo a ultranza, del odio genérico e implacable que en cuanto momento aniquila lo que está a su alcance. Y no dudará en hacerlo si se le da tal poder. ■

 

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