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miércoles, 1 mayo, 2024
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De las apologías, el sincretismo y el descaro del reformismo peñanietista

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Por: Víctor Santa Rita Villa •

En un océano inmenso de apologías al reformismo peñanietista, que lejos de la congruencia, encumbran una de las catástrofes más nefastas en la historia de la humanidad. México, un país que se ha destacado por sus contrastes, entre la abundancia de una tierra más que pletórica en recursos naturales y su gente, desposeída y vejada, esclavos y extranjeros en su propia nación, está siendo dilapidado por quienes aseguran que sus acciones son para bien. Para lograr vislumbrar la situación de este bello país, hay que hacer oídos sordos, caminar con pies descalzos y los ojos bien abiertos, pues si se escucha a los “opinólogos” de profesión, se corre el riesgo de hacerse de una visión ajena, de tomar bando y partido sin saber, a qué y a quiénes se está apoyando y sobre todo, los fines que persigue, pues en el camino las quimeras son abundantes y con su canto, guían al despeñadero a todo el incauto que las escucha sin hacer uso de la experiencia y el raciocinio.

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El sincretismo político hoy en día ha llegado a cumbres poco conocidas y por mucho deleznables, puede, con una retórica por demás llena de demagogia, hacer de la situación más infame un cuadro pintado al óleo de progreso y abundancia. Se ha llegado a límites tan intolerables de justificar matanzas. Se alaba y se gratifica al ministro en su curul, sin importar sus constantes inasistencias, por decidir sobre el futuro de millones, contemplando para dar de un plumazo fin a las aspiraciones, derechos y futuro de las masas sólo su bienestar personal, haciendo muestra de una carencia total de voluntad propia y sobre todo nulidad en el intelecto. Hay agresiones constantes a la paz pública y son perpetradas y ejecutadas por quienes deberían defender esa paz, tan mediáticamente suministrada y a veces extraña, azarosa y cubierta con el manto infame de la “información”, sobre todo la de aquellos medios que por unas cuantas monedas hacen creer a los ciudadanos que se está en paz, pese a que nadie mejor que ellos conocen el devenir diario y que viven a sabiendas que su existencia, lejos de estar garantizada por todas aquellas corporaciones del orden, bien podría ser segada por las armas que supuestamente han sido adquiridas para defenderlos.

El descaro total ha llegado con el discurso de las bondades del reformismo. Tratar de socorrerse en la ignorancia de un pueblo, en su mansedumbre y sumisión es el colmo de las desvergüenzas. Cuestiones que hacen tan evidente que el paso de las reformas no es otra cosa que la legalización del despojo del patrimonio nacional, son numerosas. Tan es así, que el secretario de hacienda, en un acto que más que evidenciar valentía o certeza, lo hace parecer estúpido, al salir a declarar que “las reformas han traído progreso económico”, cuando los programas sociales se ven cada vez más mermados, cuando el actual gobierno trata de contentar a un pueblo que cada día ve a la pobreza más cercana, “regalando” aparatos de televisión en lugar de garantizar la educación de sus hijos. Aplauden una reforma energética que supuestamente abriría el mercado a la inversión extranjera y que lo único que trajo como resultado es que se beneficiara de manera descarada y soez a los empresarios e inversionistas favoritos del peñanietismo. Se blande una reforma educativa, en nombre de los derechos de los niños, cuando empresarios, como Carlos X. González Guajardo, que se han vinculado a situaciones tan sucias y despreciables como el narcotráfico, se afilan las uñas, a la espera de que la contra reforma termine de concretarse para poder lanzarse sobre bienes inmuebles y recursos que sólo al pueblo le han costado. Se ha acorralado a todo un gremio, por décadas vejado, se le ha atacado, mutilado e incluso asesinado, todo bajo la palabra detentora y la mano manchada de sangre de un personaje que fue destituido por su participación en la matanza de gente humilde, en Acteal, Chiapas en 1998, que es Emilio Chuayffet Chemor.

No obstante las apologías, el sincretismo y el descaro con que se maneja la política mexicana, el hartazgo provocado por casi un siglo de infamias ha llevado a los mexicanos a analizar su situación. Vivir en crisis económica constante, pese a la ignorancia, da mucho qué pensar y pese a que la venta del patrimonio se ha acelerado, la organización de las masas es cada vez mayor y su afán por mantener numerosos frentes de lucha, hacen de la labor de despojo algo gravoso y difícil, de no ser así, la violencia y saña con que se agrede a los valientes gremios en pie de lucha no estaría llegando a los límites del genocidio. ■

 

*Profesor de primaria y disidente.

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