■ Producciones mexicanas encuentran obstáculos en su distribución y exhibición, señala
■ “La materia prima del documental es la realidad. México es muy rico en realidades”
En la cinematografía mexicana, “la censura funciona con maneras muy sutiles, no es como en la prensa, sino que tiene que ver con bloqueos económicos, recorte de subvenciones, obstáculos en la distribución y espacios para su exhibición”, afirmó el cineasta Everardo González.
“El problema que tiene el cine documental y el cine en general tiene que ver con el mercado, con las posibilidades de que se vea. Es decir, hay posibilidades de que se haga, hay un escenario de libertad para que se produzca, pero después surge un bloqueo donde los temas incómodos encuentran poca salida en las televisoras o en las salas de cine”.
La alternativa natural para 80 por ciento de los productores cinematográficos en México, entonces, son las cinetecas, los festivales de cine, las televisoras públicas y otros espacios que se promueven.
Aunado a ello, se presenta otro problema que es una ciudadanía poco educada, formada históricamente por la televisión, por lo que la problemática no es solamente la falta de espacios, sino también con el público.
Al igual que el país se encuentra saturado de productos industriales, el cine no es la
excepción, lo que genera que grandes cantidades de consumidores, lo que implica la necesidad de una renovación en la política educativa.
“El público mexicano no va al cine a pensar, va a evadirse. No sucede lo mismo en otros países pero eso tiene que ver con los sistemas educativos o la política educativa de un país. Es decir, puede haber posibilidades, puedo negociar con Cinépolis una semana, pero será complicado que la gente vaya”, expresó González.
Su incursión en el cine, recordó, se dio por casualidad mientras se formaba profesionalmente como reportero gráfico. Circunstancialmente, aplicó para ingresar al Centro de Capacitación Cinematográfica, donde realizó su primer documental, con duración de siete minutos. Al que llamó La canción del pulque.
La travesía no ha sido fácil, pues el documental era considerado como una herramienta de las Ciencias Sociales y no necesariamente de la cinematografía, a la vez que el documental se alejó del cine narrativo.
Refirió que en ese momento, previo a la digitalización del cine, en México sólo se producían siete u ocho películas al año, por lo que la revolución tecnológica permitió impulsar el documentalismo en el país.
Aunado a ello, el contexto social y político en México detonó la realización de cine documental, además que derivó en una generación de cineastas que se caracterizó por su alto nivel de politización.
“Soy de una generación que vivió la vida previa al Tratado de Libre Comercio, el surgimiento del EZLN y todo eso que sucedió en México. Creo que en mi caso todo eso hizo que trabajara con el cine social”, dijo el cineasta galardonado con el premio Ariel como mejor director.
Además, González manifestó que en muchos casos la tecnología es la que dicta el discurso, por lo que el acceso a diversas herramientas ha permitido que más jóvenes realicen proyectos de cine y cuenten historias que se encuentran en “el hervidero que es México”.
En su caso, sus trabajos abordan temas desde la relación entre el crimen organizado y la policía, la guerra civil en Centroamérica, el fenómeno de la migración por sequía, hasta la persecución a periodistas; “todo tiene que ver con la hostilidad del entorno para el ser humano, la lucha del hombre contra lo que le rodea”.
“La materia prima del documental es la realidad. México es muy rico en realidades, es un país con una diversidad cultural envidiable, con historia y un presente muy complejo, por eso el cine de este tiempo es el documental, por todo lo que sucede en este país”, concluyó.
