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domingo, 16 junio, 2024
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En un mundo finito

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Por: José Luis Pinedo Vega •

Nuestra forma de vida es artificial. Gracias al conocimiento, a la ciencia, la tecnología y a la energía, la sociedad moderna se mueve a una velocidad impresionante en la historia de la civilización. 

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En el año 1650, la población mundial ascendía apenas a 500 millones de habitantes. La población se duplicó alrededor del año 1800, siglo y medio después. Alcanzó los 2 mil millones de personas en 1930, 130 años después. Llegó a 3 mil millones en 1960, en tan solo 30 años. Alcanzó los 4 mil millones en 1974, 14 años después; los 5 mil millones en 1987, 13 años después 1987; los 6 mil millones en 1999, 12 años después; 7 mil millones en octubre de 2011, 11 años después; y llegó a 8 mil millones en el 2022.  

¡A este ritmo en 10 años seremos 9 mil millones de habitantes!

Gracias a la alimentación, la medicina, las vacunas, la producción industrial de alimentos, la organización social…- en poco más de medio siglo, la esperanza de vida a nivel mundial pasó de 55 a 80 años. 

La Tierra por sí sola no es capaz de dotar de alimentos a la población actual. El abasto de alimentos depende fuertemente de la industria agrícola -altamente tecnificada, dotada de maquinaria, riego, fertilizantes, insecticidas, semillas mejoradas y transgénicas, invernaderos… – Sin ciencia y tecnología, la Tierra ya no tendría suficiencia para albergarnos en forma natural y la población mundial, no hubiera llegado al nivel actual.  

Si la superficie habitable de nuestro planeta está limitada a 510 millones de , es lógico concluir: que el crecimiento de la población mundial sea finito, que la capacidad de producción de alimentos, por más fertilizantes e insecticidas que se usen, llegará a un límite, y no será suficiente para alimentar a la población futura; que los recursos no renovables se agoten, y que el aumento en la producción de desechos será tal que no haya lugar para depositar más desechos y materiales contaminantes.

El agua, el aire y el suelo se degradan debido a la contaminación química. Los cambios climáticos se acentúan año con año. Los suelos pierden paulatinamente su fertilidad. El consumo de petróleo, gas natural, carbón, imprescindibles en el mundo, se ira agotando. 

Pero, la sociedad moderna ha sido adoctrinada para ignorar todo eso. No se cultiva la capacidad de asombro, por tanto, los grandes problemas son imperceptible en la mayoría absoluta de la población mundial.

El crecimiento ilimitado se ha metido en la medula de la sociedad como precepto fundamental de la economía y la política, tanto que, es extremadamente raro, encontrar quien se atreva a ponerlo en duda o a cuestionar. El crecimiento ilimitado se ha convertido en el principio, el medio y fin de las actividades económicas y de la sociedad.

Durante mucho tiempo, la idea de crecimiento económico no existía ni tenía sentido. Crecimiento se usaba en biología para describir el aumento de tamaño de los seres vivos. Hasta el siglo XIX, las sociedades vivían en un mundo relativamente estable, lidiando con la escasez y la limitación de recursos. Desde el comienzo del auge industrial, se expresaron muchas dudas con respecto al proyecto de expansión continua de la producción, y se formularon muchas advertencias contra el proyecto moderno de artificialización del mundo.

Y a pesar de que comenzó como un concepto ambiguo, el crecimiento se fue acuñando y de repente se adoptó como dogma ineludible de la economía. Sin embargo, crecimiento económico, implica cada día mayor actividad económica, cosa que parece muy seductora. Pero mayor actividad económica implica, mayor producción y mayor industrialización, cosa que también se escucha bien. Pero como no hay proceso cien por ciento eficiente. Mayor producción, requiere mayor consumo y despilfarro de materias primas, mayor producción de desecho y mayor consumo de energía. 

Y dado que, el 83.15 % de la energía que se consume proviene de quemar combustibles –petróleo, carbón, gas natural, biocombustibles y biomasa-, y que quemar implica, convertir materia orgánica o combustibles, en bióxido de carbono (), el crecimiento económico implica mayor liberación de emisiones a la atmósfera. Lo peor del caso es que, no solo se libera  a la atmósfera. Hay otros gases de efecto invernadero (GEI) que se liberan en enormes cantidades, y que incluso tienen mayor poder de recalentamiento. Los GEI son responsables de los cambios climáticos –sequías, altas temperaturas e incendios forestales en algunos lugares, lluvias torrenciales e inundaciones en otros, el deshielo de los polos, el deshielo en los volcanes y por tanto la multiplicación de las erupciones–. 

Así que, crecimiento económico, consumo de energía, deterioro de la atmosfera y cambios climáticos, tienen relaciones directas. Esto, que realmente es el problema de fondo, no han sido visualizado correctamente, y no existen mecanismos legales para imponer soluciones. Entre otros factores, los gobiernos no tienen, la visión, el poder o la voluntad de inducir una reducción tanto en el consumo de combustibles fósiles como en las emisiones de GEI.

La sociedad moderna, se debe y depende de la ciencia y la tecnología. La humanidad permanece en la Tierra en forma artificial. El reto es redirigir las ciencias y la tecnología no solo para permanecer en la Tierra, sino, a su vez para tener nuestra casa limpia, para salvar el Planeta. Y eso requiere un profundo cambio en el pensamiento y en el comportamiento humano. 

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