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jueves, 16 mayo, 2024
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Día de la Tierra… Mea culpa

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Por: Jorge Humberto De Haro Duarte •

Hace una semana se conmemoró el “Día Mundial de la Tierra” y en ningún lado se escucharon “Las Mañanitas” ni el Happy Birthday que nos hicieran recordar el acontecimiento, tampoco se escuchó por ningún lado los acordes de “Celebremos señores con gusto”. Nada. El Rey David no envió emisarios que interpretaran sus buenos deseos y en su lugar, escuchamos que estábamos de fiesta en todos los lugares importantes de la cercanía geográfica de este enclave llamado Zacatecas. Se tuvo en la capital del estado el Festival Cultural Zacatecas y las fiestas religiosas que se relacionaban con la Semana Santa; en Guadalupe se llevaron a cabo algunos festejos culturales y religiosos; Jerez, mi Jerecito lindo, mantuvo la tradición de su Feria y en especial del espectáculo, de la Cabalgata del Sábado de Gloria y aquí nomás, tras las lomas y llanuras que llevan al oriente, la Feria Nacional de San Marcos en Aguascalientes y los festejos de Semana Santa y la Procesión del Silencio en San Luis Potosí.

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Pues guau, ¿ves?, cuánta diversión para esta pobrecita especie depredadora que es la humana con la influencia barroca y chichimeca del altiplano. A nadie le pasó por alto salir y divertirse con tanta oferta religiosa, profana y cultural. Guateque y golpes de pecho y de silicios por doquier. A donde quiera que apuntara el huarache se encontraban excelentes pretextos para darle vuelo a la hilacha y además, ponerse a mano con las indulgencias que requiere la iglesia para aprobar el examen de apertura de la gloria de los cielos; fiesta y reventón de cualquier dimensión en las citadas ciudades, sobresaliendo el basurero etílico y moral de Jerez y en una escala ligeramente menor la Feria de San Marcos en Aguascalientes.

Y esto viene a colación, dirían los ancestros con buena retórica, porque en esta ocasión no apareció autoridad alguna que hiciera la faramalla de que aún les interesa la salud del planeta. Lo único que se escuchó perdido entre los callejones de inmundicia fue el clamor de muy pocos altermundistas que claman y reclaman al resto del mundo el descuido al que hemos sometido, tiranizado, abusado y condenado al planeta que algunos románticamente llaman la Madre Tierra; o Naturaleza, para los despistados.

No sólo se han depredado sus zonas selváticas y boscosas; el semidesierto y desierto han sido también depredados impunemente; por alguna razón sigue habiendo taimados que se siguen creyendo dueños de vidas y haciendas y continúan causando daños irreversibles con las mala prácticas de la explotación de combustibles fósiles, la minería, la híper industrialización, la sobreexplotación y contaminación de los océanos, de los mantos freáticos, cuerpos de agua, la mala práctica farmacéutica, la irrefrenable apertura de nuevos asentamientos y todo por mantener dentro de niveles de privilegio a la especie esta que se llama humana en detrimento de toda otra forma de vida y sobre todo en detrimento de la supervivencia misma del planeta, al menos en el estado que ahora se conoce.

Lo peor del caso es que, como auténticos humanos, cada persona cree que merece todos los privilegios que ofrece la filosofía del sobre consumo y el desperdicio. Se ha desarrollado entre los seres humanos que forman parte de los sistemas dominantes, la creencia de que antes que nada, son consumidores, y en contubernio con productores hiperactivos y sin conciencia se enfrenta una vorágine viciosa descendente de la depredación casi total. Se tiene la tendencia a criticar a los grandes consorcios de todo tipo por el daño que día a día se incrementa en todos los rincones del mundo, sobre todo en las de las economías emergentes, o como se llamen esos países que se prostituyen ante el gran capital en detrimento de sus recursos naturales, la calidad de vida de sus habitantes, y la supervivencia de las especies.

Y aquí, cuando parece que para los globalifóbicos ya no hay esperanza, cuando los globalifílicos se regodean sin escrúpulos pensando que el daño que causan es pecata minuta, es cuando puede entrar en escena el más vital de todos los recursos: La Educación, así, con mayúsculas. Si no se aprende y se toma en serio la convivencia con el planeta y sus formas de vida, es altamente probable que muy pronto se tenga que lamentar. Desde hace muchos años se ha venido alertando sobre las pésimas formas de mantener la existencia en estos tiempos. La comodidad y la comodina han dado al traste con la vida como era todavía hace un siglo. El modelo que ha prevalecido no es el más afortunado, por desgracia.

Así que si surgen por ahí algunas cabecitas sabias con poder que quieran echarse ese trompo a la uña, el tiempo se ha agotado y sólo a través de un programa educativo con visión ambiental se podrán contrarrestar las barbaridades que se están viviendo en estos tiempos de disipación y desenfreno inconsciente y poco inteligente de quienes sobreviven aquí en este mundo sobrepoblado. El que produce debe hacerlo con mesura e inteligencia y quien consume debe considerar que hay tareas más edificantes en esta vida que ser un miserable consumidor y generador de basura.

Pero esto es pedir peras al olmo. No le vas a pedir al capitalismo bestial que se suicide. Para él, mejor que se joda el mundo.
Ni modo, Madre Tierra. Nos jodimos.
Feliz día… ■

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