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domingo, 16 junio, 2024
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De cómo Nacho no fue el hombre de la década y otras decepciones

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Por: JESÚS UGARTE VÁZQUEZ •

La Gualdra 579 / Literatura

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“En mi departamento hay un clóset que guarda recuerdos,
donde está mi archivo personal, y es un verdadero caos.
Presiento que si lo arreglo y lo pongo todo en orden moriré,
como si redactara mi testamento”.
Ignacio Helguera

 

Antes de morir, Ignacio Helguera tenía planeado un libro de ensayos sueltos, fábulas y crónicas, que serviría como reflejo de lo que se escondía de manera más profunda en el centro de su obra literaria. Hay quienes ven en De cómo no fui el hombre de la década y otras decepciones un testamento que se enfoca en contemplar la desgracia, la soledad y la insatisfacción que le provocaba su contexto. Pero también, y esto queda claro en sus ensayos “Escritura a pie” y “Divagaciones sobre leer y escribir”, su amor por la literatura.

Dichos ensayos exponen lo que, para Nacho, como le decían sus amigos, significaba la verdadera forma de escribir, una que puede prescindir de la pluma y que se encuentra en el simple acto de caminar y pensar. Pero también, y sobre todo, teniendo en cuenta que la lectura es el placer desde donde emana, junto con la experiencia vivencial, la creación. El verdadero ensayo para él está desprovisto de lugares concretos, de objetivos o metas. La acción de ensayar es la manifestación misma de vivir.

Helguera, conocido por su estilo desenfadado y su capacidad para encontrar el lado cómico en las situaciones cotidianas, aunque muchas veces trágicas, nos sumerge en un viaje introspectivo a través de sus propias decepciones y fracasos. Por medio de anécdotas y observaciones perspicaces, el autor se burla de sí mismo y de la obsesión por el éxito y la perfección. Deja en manifiesto sus mayores gustos y desilusiones, su opinión más honesta de las cosas.

Se puede entender esta obra como un compendio de decepciones que atentan contra el autor en su búsqueda hacia el reconocimiento social. Expone de forma hilarante la derrota de un hombre que espera de las instituciones, de sus representantes y de la gente en general, una respuesta con sentido común. «De las mudanzas», «¿Qué hacer con los domingos?», «Breve loa al morbo del mal gusto» y «Bagatelas»; son ensayos breves que tienen la particularidad de compartir sensaciones con el lector, de empatizar con él, al punto de que podamos reconocer en esas anécdotas nuestras propias dificultades.

Su crítica audaz contra el poder y los temas políticos en general queda expuesta en “Mi periplo financiado por el Instituto de Cultura” y “Nos invitó Fox a comer en Oaxaca (mole frío)”, donde podemos ser testigos de los pasos del autor en trámites burocráticos absurdos y eventos que dejan al descubierto la ineptitud de las autoridades que, al mismo tiempo, restan importancia a los temas culturales y a quienes se esfuerzan por prevalecer en medio de toda esa displicencia.

Como buen ajedrecista, los detalles no escapan al ojo del autor. Así como puede clasificar y comparar a los ajedrecistas de las novelas de Zweig, Nobakov y Dostoievski, también puede reconocer en Tito Matamala a un verdadero taxonomista de borrachos. Helguera nos comparte sus pasiones, nos hace cómplices de esas obsesiones que terminan por ser contagiosas.

Raro era Nacho como raros eran sus gustos. Alejado completamente de los bestsellers, por una fobia a los libros de moda, prefería a los autores poco conocidos pero que, a su juicio, merecían la pena ser leídos. Su razonamiento parte de que al principio los autores consagrados como Pessoa, Quiroga o Rulfo comenzaron siendo raros. Existe en el descubrimiento de nuevos autores, la sensación de explorar lo que no está impuesto, lo que no está de moda. Helguera era uno más dentro de ese gremio de autores raros a los que ahora se les reconoce y de quienes existen tantas anécdotas.

El epílogo In memoriam que escribe Ricardo Cayuela Gally, nos revela más detalles del autor como el hecho de haber sido reconocido por su brillante desempeño académico y haber escrito una tesis que fue considerada una precoz obra maestra; el haber tenido una mente privilegiada para el ajedrez y congregar a un grupo de amigos para jugar en las ligas mayores del país; el haber tenido una vida llena de insatisfacciones a pesar de estar rodeado de tantos seres queridos; el haber muerto por alcoholismo y dejar una “sensación de pérdida enorme para nuestra cultura”.

En medio de todas las risas y lágrimas, se despliega una prosa magistralmente entrelazada con la sabiduría de la comedia. Helguera juega con las palabras como si fueran malabarismos verbales, y su destreza para encontrar la belleza en las desventuras es simplemente adictiva. Una adicción que, como dice Helguera, es “[…] personal, libre y autónoma, como el de la creación artística o como la propia, tortuosa búsqueda de la felicidad”.

 

 

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/la_gualdra_579

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