El programa sectorial de seguridad pública está mal hecho, y uno de sus efectos es que las acciones gubernamentales sobre el tema están desorientadas. Aun así, muestra algunos problemas claramente estudiados: del 2014 al 2016 la frecuencia de homicidios se eleva en una gráfica que parece un cohete a la luna, pasó de 7 a 26 homicidios por cada 100 mil habitantes. Una locura. Ya lo decíamos, este año se ha matado más gente en la historia reciente, sólo después de la brutal toma de Zacatecas en 1914. Y de todos los municipios, Fresnillo está sin control, la tasa de asesinatos en este municipio es de 22, mientras en el municipio de la capital es de 12. La escuela de matemáticas de la UAZ aportó un recorrido estadístico sobre el problema (el cual está lejos de ser un diagnóstico), pero que deja a todo mundo muy preocupado. Se observa la impotencia del gobierno para resolver el problema. Pero la situación es peor de la imaginada: aun cuando fuera eficiente el gobierno, el problema no se resolvería. Requerimos de todas las disciplinas y de todos los sectores. Pero no existe un modelo para crear la coordinación de todos los sectores y disciplinas analíticas. No basta con juntar funcionarios en una marcha exploratoria o académicos en un foro.
Por ello, estamos en un verdadero problema. Se debe emprender un ejercicio interdisciplinario e intersectorial. Y hay dos dificultades de inicio: ¿quién y cómo se coordina a las dependencias del gobierno, y cómo se armonizan diferentes disciplinas que analizan los distintos ángulos del problema sin caer en incoherencia? Parece que el secreto está en tomar un referente absoluto: el propio territorio donde ocurre el problema. Pero arrastramos la herencia de gobiernos tradicionales que su límite es la ventanilla, y que cree que la sociedad debe obedecer las normas que desde arriba se le imponen. Así, para resolver el problema de la seguridad se deben superar los anquilosados esquemas de las formas tradicionales de gobierno, y por ello mismo, deberá invitar a ejercer acciones de gobierno a los académicos y a las organizaciones civiles, pero bajo un esquema que garantice efectividad. La coordinación no es cosa fácil, porque implica empatar intereses, visiones y formas de trabajo.
En el caso de seguridad, se nota el interés de los diferentes actores en participar. La angustia se ha convertido en una fuente de energía social. Provoca una atmosfera de urgencia y solidaridad alrededor de la posibilidad de victima que ya tiene todo mundo. Falta el talento de las dependencias para lograrlo. Lo importante es que hay una ruta posible. No estamos en un laberinto sin salidas. Hay al menos una senda puesta en marcha: el programa de seguridad territorial con participación de universitarios, sociedad civil y comunicadores. Debemos asegurarnos de que tenga éxito. Todos los zacatecanos lo requerimos. Estaremos al pendiente en todo el proceso.
