La teoría del llamado ‘neoliberalismo’ no ha sido lo mismo que su práctica. Lo segundo ha sido mucho peor que lo primero. Desde que nació, lo hizo con este signo: se califica de ‘libertario’ y es inaugurado por una dictadura militar. Veamos. Se distancia de otro liberalismo (el llamado ‘igualitario’) por considerarlo alejado de la libertad al dar central ponderación a la igualdad. Las medidas para lograr la equidad social le parecen atentados a la libertad. Uno de los libros fundadores de este movimiento económico es ‘caminos de servidumbre’ de Hayek, donde ataca todos los intentos de los socialismos estatistas por controlar el mercado. Tanta complejidad no puede nadie regularla. Y sin embargo, su primer experimento en América Latina, donde pusieron en práctica su dotrina, fue la dictadura militar de Chile a partir de 1973. Gobierno que llegó al poder mediante un sangriento golpe de Estado y la represión social que ya es legendaria. Este es el signo de la historia práctica del neoliberalismo.
Entre sus dogmas teóricos está la conocida ‘autorregulación del mercado’, donde el Estado tiene que hacerse a un lado y sólo intervenir para garantizar el cumplimiento de los contratos. Pero no había tal autorregulación, las élites económicas de ricos nacionales y transnacionales controlaron el Estado y lo usaban para obtener ventajas absolutas. Megaminería que destruye el entorno sin regulación y sin cobro de impuestos, empresas telefónicas sin competencia, televisoras que forman monopolios y diversos negocios que usaron al Estado como protector e impulsor. En lugar de un estricto mercado autorregulado tuvimos un mercado manipulado a favor de mega-ricos.
Así las cosas, el reto no es acabar sólo con los dogmas del neoliberalismo, sino con las prácticas que tuvo más allá de todo dogma: de piratas económico-financieros. Un paso importante es la recuperación de Pemex y de la CFE, que fortalecerán la capacidad rectora del Estado. Y ojalá que pronto se apruebe la necesaria reforma hacendaria donde los poderes económicos que tienen capturado al Estado sean gravados y sometidos a la Ley de la equidad. Entendamos: un régimen post-neoliberal no es post-capitalista, ni post-liberal. El primero es un tipo específico de capitalismo y de liberalismo. Lo cual significa que hay formas capitalistas menos rapaces. La primera pregunta relevante es, ¿habrá una verdadera reforma hacendaria en este sentido?
De igual manera, tendría que derogarse la reforma laboral. El neoliberalismo creó fortunas con el bajo costo del trabajo. Fue la manera de atraer la Inversión Extranjera Directa (IED), lo cual se convirtió en auto-importaciones de las grandes corporaciones que aparecen como ‘exportaciones’ en las cuentas nacionales. Fraude de cifras macroeconómicas. En lugar de eso, el camino es la producción que evite la dependencia del centro, como lo decía la clásica Teoría de la Dependencia. Esto si está perfilado en la Plan Económico anunciado. Pero hay muchos ‘cómo’ que no sabemos.
En el decreto de acabar con las políticas neoliberales, debió acompañarse de un rosario de propuestas de reformas legislativas, como anunciar un paquete de reformas a la estructura del Estado: la hacienda pública estatal, la ley laboral, la regulación de la IED y un programa económico que tuviera como centro de gravedad las necesidades de la población que las variables de equilibrio monetario. Pero esto no ha ocurrido. El anuncio del fin del neoliberalismo en México tiene que bajar a concretos. Esperamos y esos anuncios concretos lleguen en los próximos días.
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