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domingo, 16 junio, 2024
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■ Dime cuánta gasolina consumes y te diré quién eres

A propósito de problemas globales

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Por: José Luis Pinedo Vega •

El 2022 fue un año crucial, el año de todos los récords, altas temperaturas, sequías, incendios, inundaciones, todo, consecuencia de los cambios climáticos. Pero el 2023 está siendo mucho peor e indiscutiblemente romperá los récords del 2022.

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Aunque se publicitan muchos eventos como las Conferencias de Partes de la ONU, las COP que se realizan cada año – eventos político-turísticos, que por cierto, son sumamente caros y, se ha exhibido, producen más gases de efecto invernadero que los que combaten, y aunque las energías renovables y la necesidad de la descarbonización están en boca de todos, y aunque los políticos adopten en el discurso la “preocupación por los cambios climáticos”, y todos los países y los partidos y gobiernos estatales y municipales tengan Secretarías o secciones de Ecología, Medio Ambiente y digan combatir al cambio climático, el efecto de la lucha contra los cambios climáticos es imperceptible. 

Entre los discursos y los hechos hay muchos trechos. Claro, podría decirse que sin los discursos y las acciones que se hacen, la situación sería peor aún, cosa que, sí, es cierto, pero las acciones podrían ser más contundentes y todo podría ser mejor si hubiera conducción y una visión integral y una educación ambiental a nivel de la sociedad. El problema es que quien debe de conducir no tiene claridad del problema ni de la solución y hace las cosas sólo por darse baños de ambientalista y cubrir las apariencias. 

Lo peor del caso es que se reproducen y divulgan “verdades” muy lejos de llegar a ser a medias. Una de ellas está relacionada con la reforestación. Persisten las campañas adopta o planta un árbol, y eso está muy bien, lo malo es que, con ellas, se implantó en la conciencia social el hacer creer que basta con plantar un árbol para luchar contra la acumulación de los gases de efecto invernadero. Pero veamos un ejemplo, imperceptible a los ojos del mundo:

Un solo carro chico, que recorre 10 mil km por año, o que recarga un tanque lleno cada 3 semanas, cosa que es poco común, consume del orden de 800 litros de gasolina por año, por tanto, libera a la atmósfera 800 kg de carbón en forma de dióxido de carbono (CO2). Un árbol grande de 20 años de edad puede pesar del orden de 400 kg, pero se llevó 20 años en acumular esos 400 kg. O sea que 2 árboles de 20 años de edad absorben, en 20 años, lo que un carro libera en un solo año. Por tanto, cada carro, ¡tan solo para compensar lo que libera, necesita 40 árboles de 20 años de edad para compensar la deuda ecológica! ¡40 árboles grandes de 20 años, y no un arbolito que comienza a vivir y tiene un alto riesgo de morir! Y se quiere tapar la deuda ecológica plantando un árbol pequeño, que el primer año solo absorberá unos cuantos gramos de CO2. 

Pero en el ejemplo, estamos hablando de carros pequeños; los autos medianos o más grandes, o que recorren más de 10 mil km por año, indudablemente necesitarían más árboles. Por tanto, simplemente habrá que hacer reglas de tres para ver la deuda ecológica de cada carro (¡sic, las reglas de tres!).

China produce un auto nuevo cada 2 segundos. Y no solo China produce autos. Y no solo los autos producen CO2, el transporte solo produce el 30% de los gases de efecto invernadero. ¿A dónde llevamos al planeta? Es muy importante plantar y cuidar árboles, pero no es suficiente; el problema es mucho más complejo.

Con la sequía del 2023, si somos observadores, nos daremos cuenta que este año se están muriendo una infinidad de árboles por el retraso de las lluvias y la falta de agua. La sequía no solo afecta la vida urbana; cierto, es crítica la insuficiencia de agua para las necesidades domésticas, pero también es apremiante para la agricultura y la ganadería, y, sobre todo, algo imperceptible, es imprescindible para mantener la biodiversidad. Por tanto, el problema es mucho más complejo de lo que imaginamos, si es que imaginamos. 

Algunos se quedaran con la idea de que solo es prioritaria el agua de uso doméstico. Incluso no falta quien diga que todo es culpa de AMLO y que hay que exigirle al gobierno porque exigir es el deporte nacional más fácil de practicar. Cierto, el gobierno, y todos los gobiernos del mundo, realmente no ven el problema en forma integral, y hay que reprocharles la pobre visión ambientalista y la falta de dirección ante los problemas globales. Pero los usuarios de toda la tecnología que está deteriorando el planeta somos los ciudadanos, y quienes más usamos autos y tecnología somos de la clase media para arriba –teóricamente la clase más pensante- pero no estamos demostrando ser la clase pensante porque parece que no sabemos contar, o que solo contamos en nuestro beneficio. 

Basta con saber contar y hacer reglas de tres, y multiplicar por el número de años de nuestra vida, para darnos cuenta de nuestro nivel de responsabilidad en el deterioro del planeta. Todos pensamos que no somos nosotros quienes contaminamos, que son los otros los irracionales. ¡La paja en el ojo ajeno! como “buenos” creyentes, el ¡sea por Dios! Que nos exculpa de lo que pasa en el mundo.

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