¿Qué pasa en Zacatecas? ¿Es casual que en este periodo de interregno se desaten los eventos de violencia e inseguridad? Motines en el Cereso, balaceras en lugares y horarios concurridos, secuestros, descubrimiento de fosas, etcétera, se observan como una explosión de alarmas con mensaje o, al menos, con significado dirigido al próximo gobierno. Lo más notable es justo que ocurra. Puede ser una coincidencia la densidad de la violencia en este periodo, o puede no serlo. En ambas posibilidades es preocupante que las autoridades no sepan qué ocurre: parecen gallina sin cabeza. En ambas hipótesis es manifiesto que no hay actividad de inteligencia de la Secretaría de Seguridad Pública. Los reiterados anuncios de “la inseguridad como cosa del pasado” más que nunca brillan y quedan como monumento a la demagogia, pues parece que tienen como misión decirle a la ciudadanía que están expuestos y sin protección. Los grupos de la delincuencia operan donde quieren y a la hora que lo requieren. La autoridad no es obstáculo para actuar. Y eso no es hipótesis, eso es un hecho. Lo único que sí amerita hipótesis es la explicación de porqué justo ahora coinciden tantos eventos.
Puede ser que los grupos del crimen también estén en proceso de negociación. Así como los diversos colectivos de interés de la clase política hacen presión para ser considerados en el próximo gabinete, las tropas negras también se hacen presentes para obligar a construir acuerdos para poder operar libremente. Y como en Zacatecas ‘trabajan’ al menos tres empresas criminales, la situación es muy compleja. Esta hipótesis desencadena muchas posibilidades sobre la relación que hubo o dejó de haber por parte del gobierno (y los actores de oposición) con dichos grupos delincuenciales. Pero entrar en ese terreno nos aleja de las hipótesis y nos dispara a la especulación. Lo cual no haremos.
Tanto el evidente hecho de inseguridad, como las hipótesis razonables sobre la forma en que ocurre, son preguntas para el gobierno entrante: ¿qué realmente hará para librar al territorio de Zacatecas de la operación de la delincuencia?, ¿pactará con los cárteles con el argumento de la paz y gobernabilidad?, ¿hará una guerra tipo Calderón (torpe y fratricida)?, ¿en qué consiste esa “nueva estrategia” anunciada con altavoces? Durante las campañas hubo proporcionalmente menos eventos negros, pero al terminar éstas se desanudaron, ¿esto significa que en las campañas estaban también operando (pero políticamente) estos grupos? ¿Cómo, con quién, dónde? ¿Qué tanto resultaron penetrados los equipos políticos de intereses delincuenciales? Todo lo sabríamos si hubiera una estrategia de seguridad con base en la inteligencia. Pero en lugar de esto último, vemos el síntoma primario de su ausencia: descoordinación de los diferentes cuerpos de seguridad. Por un lado está la Policía Estatal, por el suyo la Federal y, con desconfianza de las primeras, actúan El Ejército y la Marina. Descoordinación que evidencia déficit elemental de una estructura de inteligencia. Ya no digamos las metas sofisticadas. Pues sea lo que sea, los ciudadanos estamos en las mismas: inseguros, inciertos y a obscuras.
