En un proceso electoral de la envergadura de la presidencia de los Estados Unidos de América no hay declaraciones o posicionamientos contingentes o espontáneos. Lo que se juega hace que equipos enormes y poderosos decidan cada cosa que se dice, el momento de las declaraciones y los gestos sugeridos. Cuando Donald Trump, mediante palabras estridentes, muestra odio hacia los latinos y, específicamente contra los migrantes mexicanos, no lo hace como un mero gesto que expresa una loca personalidad individual, sino que un previo estudio de opinión de sus potenciales votantes realizado por sus asesores, le recomiendan la creación de una empatía política con las capas derechizadas de la población norteamericana. Por ello, no es casual que después de los escándalos, su popularidad subiera a tal nivel que lo puso en las primeras líneas de la candidatura republicana. El éxito electoral de Trump revela a una parte importante de la población de ese país que quiere realizar lo que el candidato vocifera. Para intervenir con inteligencia en este fenómeno atípico que ahora contemplamos, debemos saber con cierta precisión el perfil de los ciudadanos que apoyan decididamente al magnate del espectáculo. Ya no sólo los clásicos blancos, varones, ricos y protestantes perfilados en las derechas norteamericanas; sino clases medias y trabajadoras, que ven a los migrantes como culpables de algo que les ocurre. Es la conocida figura de la víctima expiatoria.
Y una víctima expiatoria es la construcción de una narrativa: “un elemento extraño vine a nuestro país y provoca males que nos afectan”. Esos males son desempleo e inseguridad. Por ello, es muy torpe atacar frontalmente con insultos al candidato, porque en el mecanismo que aquí mencionamos, sus votantes se enardecen y el poder electoral de Trump aumenta; es como lanzar gasolina a una fogata. Lo que debe hacerse es una campaña de combate de narrativas dirigida a los simpatizantes de este sujeto: convencerlos de que los migrantes no son causa de su desempleo ni son causa de su inseguridad. Con estudios y estrategias comunicativas persuasivas. La pregunta es, ¿quiénes debieran hacer tal cosa? Pues dos actores que hasta hoy han permanecido omisos.
Las organizaciones de migrantes con el apoyo del gobierno mexicano deberían estar activando una respuesta a este fenómeno, pero sin caer en las torpezas de Fox o Calderón, sino una respuesta inteligente que le quite el agua al pez de Trump, y evitar lo más importante: que se entronice en la presidencia de los Estados Unidos. Porque de hacerlo, la relación diplomática sufrirá una caída en los infiernos. Algunos artistas sí han contribuido a la tarea que debe hacerse, pero es insuficiente, el esfuerzo debe ser mayor y más sistemático. Pero el gobierno de México está en la omisión acostumbrada, y las organizaciones de migrantes sorpresivamente también. Deben despertar y activarse alrededor de una estrategia para enfrentar el ‘fenómeno Trump’, que no es sólo al individuo que aparece como candidato, sino todo el complejo de empatías sociales que arriba describimos. Pero deben hacerlo ya.
